Dinámica de lo impensado

El título es más que un homenaje a Dante Panzeri. Mariano Soso planificó, diagramó, organizó, pensó el partido con Olimpo y el gol llegó por la sumatoria de talento y suerte. Asoma como una crítica pero no lo es: el sistema no encarcela al talento, le da herramientas para el vuelo individual. 

     Por acá y por allá. Con el líbero que corta y pasa, con los medios ganando las divididas, con diagonales y generación de espacios, con delanteros que pisaron fácil el área bahiense...Gimnasia buscó el gol por todas las vías pero falló las jugadas más claras. Necesitó de un corner de Brahian Alemán que flotó un poquito más por el viento para que el remate que iba al primer palo se le metiese a Gabbarini en el segundo. 1 a 0, única diferencia de un partido que el Lobo jugó bien, con un primer tiempo para la goleada. El resultado final, pijotero, no cambia la ecuación. Victoria merecida, premio a la ambición y al juego.

      Mariano Soso está en la búsqueda constante de seguridad defensiva sin perder tenencia ni ataque. Ergo, sin arriar banderas. Por eso Facundo Oreja fue stopper en lugar de Manuel Guanini. Tras tomar nota de lo hecho en Santa Fe, puso a un 5 de 5: Agustín Bolívar. Gimnasia fue muy superior a Olimpo y sus falencias en la definición mostraron una realidad: no hay seguridades. La jerarquía individual marca la diferencia entre un partido tranquilo y uno sufrido. Si Nicolás Ibáñez se hubiese levantado como en Varela, Gimnasia goleaba. No fue el caso.

     No hay culpas en Nicolás Ibáñez. No es el hecho, antes de que la caza de brujas tan habitual en nuestro fútbol empiece a mirar al nueve. Ibáñez no es Batistuta, pero es la carta de gol albiazul. Nicolás Dibble, tumultuoso y generoso en el despliegue, fue uno de los mejores en el Carminatti. Claro que no al nivel de Brahian Alemán, que más allá de su zurdazo olímpico fue el titiritero de la ofensiva mens sana. Y en defensa, sin ser maravilloso Gimnasia no pasó enormes sobresaltos más allá de un par de buenas acciones de Alexis Martín Arias. Fabián Rinaudo, más allá de ser de los mejores, debe jugar en el medio: la postergada recuperación de Maximiliano Coronel pondrá las cosas en su lugar.

     El triunfo tranquiliza. No a Soso, quien está convencido. No a los jugadores que le responden al entrenador a muerte. Tampoco a Depietri o a la dirigencia, que apostaron por este modelo de trabajo y de gestión. Le aporta tranquilidad a los hinchas, que tendrán más paciencia cuando Lanús visite el Bosque. 

      Hay trabajo. Para validarlo, los resultados son imprescindibles. En la medida en que vayan llegando (y no es ganar diez seguidos o pelear el torneo, es -si se puede- mejorar la temporada pasada) el cuerpo técnico podrá encontrar el salto de calidad que desea a la hora de elaborar juego. Solamente el tiempo -y hay que dárselo- nos dirá qué es y para qué está el Lobo de Soso.

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