Horda de violentos, con bombas molotov, palos, piedras y escudos

Calles tomadas y un cuadro desolador en pleno centro platense

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La escena tenía algo de Mad Max pero el cuadro resultaba un tanto más grotesco. Casi bizarro. Fogatas, calles cortadas, militantes trepados a los árboles o sobre las garitas de colectivos y banderas enormes y coloridas donde los símbolos del peronismo entraban en sintonía con los emblemas de Juan Pablo “Pata” Medina. “’Papá -rezaba una de ellas-, qué es rendirse’. ‘No lo sé, hijo, somos de la Uocra’”.

Como una escena de cine tétrico pero en la más triste y bizarras de las realidades. Violencia y ausencia absoluta del Estado fueron marcas que dejó la tarde de ayer en los alrededores de 44 entre 4 y 5. Liberada la zona para que los manifestantes hicieran cuanto se les ocurriera, no resultó extraño que toda esa zona se convirtieran en una suerte de tierra de nadie donde los únicos dueños fueron los seguidores de Medina.

La cuadra parecía una “trinchera” de guerra, con bombas caseras, trozos de barriles a modo de escudos y fierros preparados para utilizar como lanzas. Entre los manifestantes -entre los que había barrabravas- pudo observarse la presencia de varias cajas conteniendo botellas con mechas, al estilo “bombas molotov”. Otros, en postura desafiante, improvisaban escudos con pedazos de tachos o chapas, como preparados para ir al choque.

Amos y señores de la calle, no sólo cortaron el tránsito, prendieron fuego y bloquearon negocios o edificios sino que, aunque cueste creerlo, también se les dio por orinar o defecar en público y a la vista de todos, incluidos los ocasionales menores que pasaban por la zona. En 4 entre 44 y 45, por caso, bajo las ramas de los árboles o contra el paredón del predio de Edelap, fue común verlos durante buena parte de la mañana y la tarde de ayer haciendo sus necesidades sin importar ser vistos por cualquiera. Incluso muchos se reían. Festejaban su propia ocurrencia y parecían sentirse muy a gusto y reconfortados de que la gente, cualquiera fuera, los viera en plena calle dejando sus charcos de orina o heces.

Como una escena de cine tragicómico o una postal de zombis del subdesarrollo. Pero más triste. Siempre un poco más triste.

Ni que hablar de las chicas desprevenidas que tuvieron la mala idea de pasar por la zona. No eran piropos, precisamente, lo que los muchachos de la Uocra les gritaban. “Es desolador -resumía un vecino de 44 entre 2 y 3 que lo seguía todo desde la puerta de su edificio-. ¿Cómo hacés para hablar con esta horda de desaforados?”. Está claro que no todos eran desaforados. Tampoco que a la mayoría se le daba por orinar o defecar a cielo abierto. Pero muchos, muchísimos, actuaban como si las calles les fueran propias y tuvieran el derecho no sólo a cortarlas sino -y se vio repetidas veces- de insultar a cuanto automovilista se les ocurriera. “Doblen, gatos, doblen...”, gritaba uno que, bajo la lluvia de las cuatro de la tarde, se paró en 4 y 45 a desviar el tránsito para calle 3.

Debajo del balcón donde el líder de la Uocra arengaba a los suyos, por momentos la lluvia parecía envalentonar aún más a los manifestantes y darles una idea acaso épica de lo que estaban haciendo. El “rompemos todo”, “prendemos fuego la provincia” o “los vamos a cagar a tiros” fueron frases repetidas entre los manifestantes. Eso sí: a diferencia de muchas manifestaciones violentas que tienen a la calle como escenario, aquí no había caras tapadas o encapuchados. Al contrario: se desesperaban por hacerse ver y demostrar a los gritos su furia y fidelidad al hombre fuerte de la Uocra local.

Como si fuera ficción. Pero en la más triste de las realidades.

 

 

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