La espera interminable de un hombre desolado

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Por ALEJANDRO CASTAÑEDA

ZAMA, de Lucracia Martel.- Estamos en 1790, en un asentamiento colonial sobre la costa del Paraguay. Diego Zama, un corregidor español, está allí, ensimismado y lejano. Espera. Caballos, gallinas, un gobernador, mucha polvareda, calor, río, esclavas, nativas. Pesadez absoluta. El clima aplasta los personajes, los hace pegajosos. Mucho más a este funcionario que tiene un único plan: lograr que lo trasladen, volver a casa y dejar atrás todo esto.

Cuarto film de Lucrecia Martel. Cine difícil, de clima sugerente –visual y sonoro- denso y pudoroso, que vale tanto por lo que oculta culta como por lo que muestra. Es un retrato implacable sobre esos hombres y esa época, magníficamente servido por una realización de planos abigarrados y concurridos, donde los personajes y los sonidos surgen y eluden, se montan y se molestan, todo en medio de un escenario donde la espera consume a ese hombre al que también se le mezcla la ilusión con el descreimiento. Diego al fin comprenderá que la esperanza es inútil y que más vale arriesgarse antes que seguir aguardando lo que nunca llegará.

Martel pone a prueba su sensibilidad. Ha dicho que su film también puede ser visto como “una reconciliación con el fracaso, que es una de las cosas más interesantes que pueden pasarle a un ser humano, algo que quizás pueda volver más interesante la existencia”. Diego parece haber sido un hombre justo y valiente. Hoy, el sueño y el fracaso no le dan tregua. Es un film sobre la extrañeza y la soledad. También sobre la identidad: el mal finalmente le acabará dando sentido a una existencia detenida en la nada.

La historia se desarrolla en un tiempo sin transcurrir que es pura espera y pura rutina. No hay nada para hacer. “La espera es deseo” ha dicho la realizadora. Diego hace 14 meses que está allí en esa a tierra sin nombre. Por eso quiere enviarle una carta al rey pidiendo el traslado. El film es esa espera y esa carta que nunca sale y ese deseo que nunca se concreta y ese afán interminable del corregidor que al final, harto ya de tanta distancia y tanto silencio, se deja arrastrar en un viaje desolado que lo pondrá frente a su destino. (****MUY BUENA)

 

 

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