Una potencia energética en problemas

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La República Islámica de Irán, sacudida por una serie de protestas que empezaron el jueves pasado contra el costo de la vida y el poder, se afirma como gran rival chiita de la Arabia Saudita sunita, otro peso pesado regional. Irán es un país con más de 80 millones de habitantes con una clase media relativamente importante. Miembro fundador de la OPEP Organización de Países Exportadores de Petróleo), cuenta con las segundas reservas mundiales de gas, después de Rusia, y con las cuartas reservas mundiales de petróleo.

Un año después de que entrara en vigor el acuerdo sobre el programa nuclear iraní, en enero de 2016, se levantó una parte de las sanciones económicas impuestas al país, lo que permitió reanudar las exportaciones de crudo y acelerar los intercambios comerciales con la Unión Europea (UE). Pero, en general, las firmas extranjeras aún se resisten a invertir en el país debido a las sanciones estadounidenses que están vigentes.

Según el Banco Mundial (BM), el PBI per cápita ascendía a 5.470 dólares en 2017, en comparación con 6.950 dólares en 2013. En marzo de 2015, se adoptó una política de ajuste presupuestario tras una importante caída de los precios del petróleo. El desempleo afecta a un 12,5% de la población activa y al 27% de los jóvenes.

Heredero del Imperio Persa y monarquía gobernada por un sha (emperador), Irán estuvo dominado por la dinastía Pahlevi desde 1925 a 1979. Ese año, Mohamed Reza, en el poder desde 1941, fue derrocado por la población. El ayatolá Ruholá Jomeini, que estaba exiliado desde 1964, regresó triunfalmente a Teherán. El 1 de abril de 1979 se proclamó una República islámica.

De 1980 a 1988, una guerra con Irak dejó un millón de muertos en los dos países.

Irán es el gran rival regional de Arabia Saudita, peso pesado de la Liga Árabe, y ambas potencias apoyan a bandos diferentes en los conflictos regionales, como el caso de Siria (Teherán respalda al régimen de Bashar al Assad y Arabia Saudita, a los rebeldes sirios).

Hasan Rohani asumió la presidencia de Irán en 2013 con una inflación anual del 40%; un PBI en recesión y sanciones del Consejo de Seguridad de la ONU que perjudicaban con fuerza las exportaciones petroleras. Con la firma del acuerdo nuclear y el consiguiente levantamiento de las sanciones en enero de 2016, Irán accedió a sus fondos congelados en bancos extranjeros y en el lapso de un año logró recuperar su lugar en el mercado de petróleo.

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