La pasión por compartir sus voces une a platenses de todas las edades
Edición Impresa | 11 de Octubre de 2018 | 01:29

Ana y Jorge no se conocían pero tenían la misma pasión: cantar. Ella con treinta y pico y recibida en administración de empresas y él a punto de cumplir los setenta y jubilado del ferrocarril, habían demostrado lo que podían hacer con sus voces en fiestas de amigos y reuniones familiares, pero la brecha generacional y los universos diferentes de uno y de otro hacía casi imposible -o cuanto menos difícil- creer que su pasión pudiera confluir en un mismo lugar. Sin embargo, como una historia de voces que se entrecruzan para hacer entre todas una sola y poderosa voz, hace ya unos años sus caminos se encontraron en el coro polifónico de la Catedral y desde allí, pese a las diferencias de edades y caminos recorridos, compartieron la alegría que les daba el canto como si se conocieran de toda la vida. “No hay diferencias cuando cantamos entre todos -dice él-. O sí, pero son esas diferencias lo que hace que la experiencia se vuelva más interesante, más enriquecedora”.
Lo que dice Jorge y confirma a la distancia Ana no es un caso aislado sino un lugar común de una tendencia que no para de crecer en La Plata y buena parte del país. Bajo la premisa de juntar voces para interpretar las obras más diversas -desde canciones populares hasta composiciones folklóricas o de grupos pop-, se estima que en la Región funcionan algo más de cien coros, desde los más prestigiosos -como el de la Catedral, el Tous Ensemble o el de la propia Universidad, que con sus 75 años y una trayectoria que traspasa las fronteras platenses es el más antiguo de la Ciudad- hasta los más pequeños y formados con espíritu casi barrial.
“Hay coros de todo tipo”, asegura Hernán Gatti, director municipal de coros de la comuna local y para quien lo que se vive por estos días representa una verdadera explosión y, lo más notable, un fenómeno intergeneracional que crece día tras día. “Lo maravilloso de la actividad coral es la variedad de edades -apunta-; la mezcla de generaciones en un mismo coro. Y me refiero a jóvenes y adultos y adultos mayores. Igualmente, las franjas etarias tienden a homogeneizarse. Es decir, un coro donde mayoritariamente hay jóvenes, seguramente tienda a incorporar jóvenes, ya que un adulto no se sentiría tan a gusto. Y viceversa. Por otra parte, también se dan varios casos de padres e hijos cantando juntos e incluso hasta con los abuelos. La música une, y es algo hermoso para disfrutar en familia”.
Lo que dice el director de coros se traduce en un repertorio de formaciones corales para todos los oídos y gustos. Y no es cuento: en La Plata casi todas las instituciones tienen una formación de voces que las representa. Hay coros de facultades, de obras sociales, de empresas, de escuelas; coros de padres de escuelas; coros mixtos, de adultos mayores, de chicos, de iglesias, de colectividades; coros autogestionados y semiprofesionales, coros de clubes de barrio formados a pura garra y corazón y coros como el del Teatro Argentino que, pese a ser profesional y acaso por las dificultades de un contexto que no ayuda, también es un ejemplo de amateurismo, garra y pasión.
“No sólo hacés lo que te gusta sino que te cruzás y compartís experiencias con gente que de otra manera sería imposible conocer”, dice Ana, quien viene recorriendo los coros de la Ciudad desde que era chica y ya lo tiene como parte de su vida. Y no exagera: en esa fusión de voces, en su registro polifónico y colectivo, la cultura coral es una armoniosa mezcla de fenómeno comunitario, artístico y social. Un fenómeno donde el “yo” siempre cede ante el “nosotros”. Hoy, cuentan los coreutas con un dejo zumbón, en la Ciudad son tantos y tan variados que parecería haber más coros que público para escucharlos. Sea exagerado o no, la ocurrencia basta para subrayar el fenómeno. Y el fenómeno, se asegura, crece. En diferentes y variados lugares, con voces poderosas, juveniles o graves, crece. No para de crecer y hacerse oír.
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