Familias que abrigan, el reto de evitarle a los chicos el paso por una internación

Aunque para algunos pueda tratarse de una prueba muy dura, la experiencia de acoger transitoriamente en casa en niños en situación de vulnerabilidad es para otros un acto de amor

Edición Impresa

NICOLÁS MALDONADO
nmaldonado@eldia.com

A fines del año pasado, tras enterarse del programa de familias de abrigo y asistir a una charla sobre esta modalidad, Andrea Lambertini sintió que lo que proponían era precisamente algo que siempre había querido hacer. Fue así que movida menos por una decisión largamente meditada que por un impulso del corazón, esa misma noche lo habló con su marido y sus hijos, que estuvieron de acuerdo en probar. Semanas más tarde llegaba a su casa Azul, una beba de casi un año que estaba en proceso de adopción. Durante los dos meses siguientes la cuidaron como su propia hija, le festejaron su primer cumpleaños, compartieron con ella cada una de las salidas familiares y al cumplirse el plazo acordado la entregaron a quienes iban a ser sus futuros papás. Aunque lo que hicieron tal vez sea para otros una prueba demasiado dura, para Andrea y su familia fue “una experiencia hermosa” de la que aseguran que no se arrepentirían jamás.

Aunque las familias transitorias no son ciertamente algo nuevo, el sistema que ampara los derechos de los niños le ha dado en los últimos años un nuevo impulso a esta modalidad. En Argentina, donde 19 provincias cuentan ya con programas de acogimiento familiar propios, se calcula que existen actualmente más de 1.500 niños y niñas que viven con familias de abrigo, según datos de UNICEF.

Pensada como una alternativa a los hogares convivenciales, la figura de las familias de abrigo se aplica a chicos que atraviesan alguna situación de vulnerabilidad, ya sea porque sufrieron violencia en sus hogares, porque perdieron a sus padres o bien porque transitoriamente éstos no los pueden cuidar. Si bien la legislación en vigencia apunta en principio a tratar de que permanezcan con algún miembro de su entorno de origen, esto no siempre resulta posible y es ahí donde las familias de abrigo constituyen a veces una buena solución.

Y es que el hecho de poder ofrecerles a esos niños la posibilidad de vivir con una familia transitoria en lugar de estar en una institución no sólo les garantiza un cuidado más personalizado sino que de esta forma contribuye a su desarrollo emocional. “Además de estar seis veces más expuestos a situaciones de violencia y abuso, la carencia de afecto y la falta de estimulación que suelen sufrir al hallarse institucionalizados termina causándoles retrasos madurativos”, señalan desde la Red Latinoamericana de Acogimiento Familiar (RELAF), un organismo que busca erradicar la institucionalización antes de los tres años de edad.

CINCO HIJOS Y UNA BEBE

“El cambio que hizo Azul estando en casa fue impresionante. Tenía casi un año cuando llegó y todavía no gateaba. No sé si fue porque disponía de más espacio o sólo por el hecho de que estábamos todos prestándole atención, pero al día siguiente de llegar se largó a gatear”, cuenta Andrea Lambertini, a quien el hecho de tener cinco hijos con su marido Roberto no la frenó para ofrecerse a cuidar transitoriamente a la bebé.

Se calcula que existen actualmente más de 1.500 niños y niñas que viven con familias de abrigo en nuestro país

No se trata de formar una familia sino de brindarle el calor de una familia a nenes que lo necesitan mientras se resuelve su situación familiar”

Lo que más frena a la gente es imaginarse como van a sentirse después”

 

A lo largo de los dos meses que Azul vivió con ellos la integraron a la dinámica de su familia como una más. “Es un poco la idea –reconoce Andrea, que es veterinaria, al igual que su marido, y además dicta clases en la Universidad-. Venía siempre con nosotros a buscar a los chicos a la escuela o cuando íbamos los fines de semana al club. Y como a mucha gente le llamaba la atención que de pronto apareciéramos con una beba en brazos, yo siempre aprovechaba para contarles lo que estábamos haciendo con la intención de que otros se animaran también”.

A fuerza de compartir su experiencia Andrea reconoce hoy que “lo que más frena a la gente (para ofrecerse como familia de abrigo) es imaginar cómo van a sentirse después. No voy a negar que se me partió el alma cuando llegó el momento de que Azul se fuera, pero fuimos muy felices de compartir esos meses con ella; de haber podido darle un hogar. Siempre que pienso en ella siento un cariño impresionante, pero la verdad es que no la extraño porque era nuestra: nosotros estábamos simplemente cumpliendo un rol de cuidado transitorio para que no la tuvieran que institucionalizar”, asegura Andrea, quien actualmente se encuentra de hecho al cuidado de un segundo bebé.

DOS CAMINOS DISTINTOS

Si las familias de abrigo son una mejor alternativa que los hogares convivenciales es algo que Dolores González Maciel no se atrevería a afirmar. “En algunos casos lo son y en otros no: hay que evaluar cada situación en particular. Lo importante es que haya muchas familias dispuestas a ofrecerse”, explica ella desde Felicitas, una asociación de La Plata que participa del programa de familias de abrigo de la Provincia pero que además cuenta con un hogar convivencial.

Sucede que “mucha gente consulta pero pocos se animan. Mi impresión es que las personas que terminan formando parte del programa tenían el deseo de hacerlo desde hace tiempo y sólo les faltaba encontrar la forma”, cuenta Dolores, quien fundó la Asociación Felicitas hace seis años con su amiga Eugenia Rodríguez Alvarez, y hoy se ocupan entre ambas de mediar entre el Estado que requiere que un niño sea cuidado transitoriamente y las familias dispuestas a hacerlo. Su trabajo consiste no sólo en explicarles a los interesados cómo funciona el sistema sino en evaluar, a partir de entrevistas hechas por equipos técnicos, si esas familias están en condiciones de asumir la responsabilidad.

“Lo esencial es que en principio todos los integrantes de la familia que se ofrece para brindar abrigo estén de acuerdo en hacerlo y que no tengan voluntad adoptiva (que no estén inscriptos en el Registro de Aspirantes a Guarda con Fines de Adopción) para que no haya confusiones. El acogimiento familiar es un camino completamente distinto a la adopción –afirma Dolores-: “no se trata de formar una familia sino de brindarle el calor de una familia a nenes que lo necesitan mientras se resuelve su propia situación familiar”.

Apoyo
Al cumplirse seis años de su fundación, la Asociación Felicitas realizará el próximo jueves 22 de octubre una cena aniversario en el sede del Club Universitario de Gonnet. El encuentro, cuyas tarjetas de $500 ya están a la venta, tiene por fin reunir fondos y sumar socios para el Hogar.

 

Las noticias locales nunca fueron tan importantes
SUSCRIBITE