Los estorninos, amos y señores del arbolado céntrico

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El retorno de las bandadas de estorninos, a los que en las últimas horas se le han agregado las golondrinas, a distintos puntos de nuestra ciudad –en especial en algunas cuadras céntricas, como la de 8 entre 46 y 47, así como en el barrio de Tribunales- vuelve a preocupar a la población, dadas las consecuencias extremadamente negativas desde el punto de vista ambiental que generan las aves, aunque en especial los estorninos.

Tal como se informó, con su característico bullicio y desagradable olor, volvieron al centro platense. Las primeras protestas partieron de frentistas y comerciantes de la calle 8, preocupados por una verdadera plaga que ensucia las veredas con excrementos, atrae moscas y somete a la zona a una constante emanación nauseabunda.

Como se recordará, años atrás la Municipalidad adoptó la decisión de podar los árboles en la zona de Tribunales también invadida por la plaga. El resultado fue que los estorninos no se fueron, sino que se mudaron a pocas cuadras, donde los árboles mantenían su follaje, mientras los vecinos reclamaron por la desaparición total de la sombra en ese barrio y por el verdadero ataque que habían perpetrado las motosierras contra el arbolado público.

Los estorninos (Sturnus vulgaris, según su nombre científico) son aves originarias de Europa que están presentes también en algunos países de África, Asia occidental y por supuesto la Argentina.

Investigadores de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP) consignaron hace tres años que en La Plata habría unos 30 mil ejemplares sólo en el casco histórico. El estudio de la Facultad de Ciencias Naturales determinó que hay por lo menos 40 sitios de la ciudad que esas aves utilizan como “dormideros” y que se transforman en colonias de hasta 2.000 ocupantes.

Especialistas en el tema, ornitólogos de rica experiencia a los que la Comuna debiera consultar, conocen al detalle las características de este tipo de aves, acerca de las situaciones complejas que plantea su presencia en zonas densamente pobladas y, en especial, sobre las medidas que deben adoptarse para lograr su erradicación.

Existen antecedentes acerca de graves riesgos sanitarios corridos en otras ciudades que se vieron invadidas por aves capaces de acarrear distintos problemas. Hace unos siete años la capital de Córdoba sufrió la invasión de cotorras conocidas como “catitas”, transmisoras de diversos parásitos y enfermedades. Estas aves, como los estorninos, afectaron a la biodiversidad urbana y ahuyentaron a otras especies autóctonas.

En ese caso, se apeló al recurso de espantar a las aves, utilizándose para ellos redes y la destrucción sistemática de sus nidos, impidiéndoseles así que se “acomodaran” en un lugar.

Lo cierto es que nuestra ciudad está desafiada y que, sobre la base de dictámenes científicos serios, algo debe hacer y cuanto antes.

 

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