El último romántico: se fue Charles Aznavour, embajador de la canción francesa

La muerte encontró finalmente al héroe de la música gala, autor de temas como “She” y “La Bohème”, que siguió cantando sobre el escenario hasta el último suspiro y se fue de gira eterna ayer, a los 94 años

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La canción francesa quedó ayer huérfana con el fallecimiento de Charles Aznavour, a los 94 años y con más de 70 en los escenarios, con los que mantuvo un idilio que prosiguió casi hasta su último suspiro.

Francia lo adoptó como un hijo propio y convirtió en un ejemplo de integración al descendiente de armenios, el hombre que se codeó con la Piaf, que simbolizaba el triunfo de la niña pobre, y con Maurice Chevalier, la voz de una Francia acomodada: Aznavour fue entre ellos el compositor de un país abierto a todas las culturas, como se sueña Francia.

Y ahora que se ha ido a acompañar a Piaf, Gainsbourg, Brel y Hallyday al más allá, pareciera que la chanson francesa ha muerto con él, el improbable héroe de la canción romántica francesa: le decían que era demasiado feo, demasiado bajito, que no tenía formación musical y que no podía cantar, pero este gigante de 165 centímetros apodado “Aznovoice” por sus críticos -en un juego de palabras en inglés por “has no voice”, no tiene voz-, vendió más de 180 millones de discos en ocho décadas de una carrera maratónica que nunca abandonó.

“¿Cuáles eran mis puntos débiles? Mi voz, mi estatura (no llegaba a 1,65 metros), mis gestos, mi falta de cultura e instrucción, mi falta de personalidad”, reconocía Aznavour, autor de temas como “La Bohème”, “Emmenez-moi” o “She”. “Pero tenacidad no me faltaba y fue eso lo que compensó”.

Esa tenacidad lo llevó a cantar al límite de sus cuerdas vocales, durante una larga trayectoria que parecía eterna y lo tenía en los escenarios pasados los 90 (visitó el país el año pasado); y ese “velo de niebla” que cubría el timbre de su voz finalmente terminó siendo su sello inconfundible y una de las llaves del éxito: “¿Mi voz? No la puedo cambiar. Los profesores a los que consulté coincidieron todos que no debía cantar, pero aun así seguía cantando hasta que me dolía la garganta”, contaba el artista que cantó en seis lenguas diferentes y en todos los rincones del planeta, para papas, reyes y presidentes, nombrado “artista del siglo” por Time en 1998 y que insistió en la música y a pesar de un tardío inicio se terminaría convirtiendo en un monumento familiar, parte del inconsciente colectivo.

Difícil encontrar a un francés que no conozca “La Bohème”, “Je m’voyais déjà”, “For me formidable”, o el centenar de clásicos que le condujeron a la leyenda, cantados por él o compuestos para otros como Édith Piaf, Gilbert Bécaud, Serge Gainsbourg, Juliette Gréco, Maurice Chevalier o Johnny Hallyday. “Se atrevió a cantar el amor tal y como lo sentimos, como lo hacemos, como lo sufrimos”, dijo de él Chevalier, fallecido en 1972.

LAS RAÍCES

Nacido el 22 de mayo de 1924 en París en una familia de inmigrantes armenios que huyeron de las persecuciones turcas, Aznavour residió durante muchos años en Ginebra, donde halló refugio fiscal y llegó a ser embajador de Armenia, país que también representó en la sede europea de la ONU. Cuenta la leyenda que al nacer la partera no pudo pronunciar el nombre que le querían dar sus padres -Shahnourh-, y lo convirtió de inmediato a un Charles más francés.

Su vínculo con sus raíces se acrecentaría a medida que crecía su figura: condecorado en 2004 como “héroe nacional”, “el destino de Aznavour, hijo de personas que sobrevivieron milagrosamente al genocidio, es la respuesta del pueblo armenio a todos los genocidios”, declaró el presidente Robert Kocharian, en 2006.

“Algo que me divierte mucho es que Turquía ha perdido algo, no tiene un solo gran cantante. Lo que demuestra que el genocidio es inútil, siempre hay sobrevivientes...”, disparaba Aznavour, que también fue actor, y realizó en cine su papel más significativo desde lo personal bajo las órdenes del director canadiense Atom Egoyan, quien le concedió el papel principal en su película “Ararat”, que trata sobre el genocidio armenio.

EL ÉXITO

Aznavour participaría también en cine en la genial “Disparen al pianista” de François Truffaut, entre otros títulos. La cinta de uno de los emblemas de la Nouvelle Vague se estrenó en 1961, cuando Aznavour ya disfrutaba de un éxito popular que le tardó en llegar: la fortuna le sonrió por primera vez en 1946 cuando llamó la atención de la cantante Edith Piaf, que junto al pianista Pierre Roche lo embarcó al año siguiente en una gira por Estados Unidos. Tenía 36 años.

En Nueva York de gira tras la Segunda Guerra Mundial con Piaf, “La Môme” lo exhortó a que interpretara sus propias canciones mientras se convertía en estrecho colaborador de la mítica artista, a cuyo servicio trabajó como secretario, chófer y compositor. “Escribí para ella varias canciones y me convertí en su confidente durante varios años”, rememoraba el artista. “Il pleut” (1948), “C’est un gars” (1950), “Il y avait” (1950), “Rien de rien” (1951), “Une enfant” (1951), “Je haïs les dimanches” (1951) figuran entre los títulos que la profunda voz de Piaf popularizó.

Instado por Piaf a lanzarse como cantante, terminaría escribiendo varios éxitos para todos los tiempos, desde “She” y “La Boheme” a “Hier encore” y “Il faut savoir”. Su estilo cambió poco a lo largo de las décadas -sus letras mantuvieron estructuras tradicionales, con melodías suaves y pegajosas y una gran orquesta de fondo- y según algunos críticos careció de imaginación. Pero en sus actuaciones en vivo, su pequeño cuerpo emanaba una energía y emoción que hacían algo más de sus canciones. Las críticas al monumental artista continuaron durante toda su vida; él se contentaba afirmando que quienes no le veían ningún futuro “murieron hace mucho tiempo, mientras que yo... sigo aquí”.

Aznavour siguió, y parecía que seguiría para siempre. Cuando la edad comenzó a ponerle límites, Aznavour no se dio por enterado. Usaba un taburete alto en el escenario y respaldaba su memoria con un apuntador electrónico. Poco antes de su muerte, había estado de gira en Japón y tenía previsto actuar este mes en Bruselas. Siempre de gira, La Parca tuvo problemas para atraparlo, pero, finalmente, la muerte, y la eternidad, lo encontraron.

 

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