Las puertas cerradas de la historia

Anécdotas, realidades y leyendas del cementerio porteño de la Recoleta. Gran parte de la memoria argentina contenida entre sus muros. El libro “Ciudad de Angeles” de Omar López Mato

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Por MARCELO ORTALE
marhila2003@yahoo.com.ar

Misterioso, enigmático, señorial. Ubicado en el barrio más caro de la ciudad de Buenos Aires, hace casi ya dos siglos que el cementerio de la Recoleta hospeda no sólo a las personalidades más notables de la Argentina –políticos, artistas, escritores, funcionarios, arquitectos, médicos, ingenieros- sino que resume como pocos, desde su propia creación en 1822, las grandezas y miserias de un país dinámico y a la vez detenido, siempre sin memoria y siempre dispuesto a revivir.

“En la Recoleta pareciera que los muertos tienen todavía muchas cosas que decir, que se quedaron con ganas…”, reflexionó hace pocos días una de las guías. Los visitantes argentinos también parecieran querer decirles algo a esas figuras aún cercanas, aún palpitantes.

Una de las primeras curiosidades de esta suerte de porteño Pére Lachaise es que “en la Recoleta, en puridad, no hay nadie que esté enterrado, todos se encuentran en bóveda o nichos”, agrega la fuente.

Una segunda curiosidad la explica Omar López Mato, autor del libro recién editado “Ciudad de ángeles” que es una guía histórica del lugar: “En realidad la Recoleta no es un camposanto ya que en 1863, el obispo Aneiros de Buenos Aires le retiró la bendición, después de que el presidente Mitre ordenara el entierro de un conocido masón, bendición que hasta hoy no ha sido restituída”

“La bendición, que se sepa, no ha sido devuelta. Por eso es que hay mucha gente, de otros credos, enterrada en la Recoleta”, agrega López Mato. “Sin embargo, en un momento a una de las maestras estadounidenses que trajo Sarmiento se le negó sepultura, aunque vaya a saber uno qué habrá pasado”.

Angeles esculpidos sobre las bóvedas, mirando al cielo, en actitud meditativa o sollozando. Angeles en piedra, en mármol o en bronce. La antigua burguesía argentina –dice López Mato- “copió castillos, edificaciones y cementerios que veían en sus viajes al exterior, especialmente a Europa, donde permanecían por largas temporadas. De esa manera, estos príncipes de las pampas copiaron a los aristócratas italianos y franceses, no sólo sus ropas y su espíritu, sino también las esculturas que admiraban en los cementerios de Pére Lachaise en París y Staglieno, en Génova”.

Además de centenares de turistas de distintos países, numerosas delegaciones escolares visitan la Recoleta. Días atrás una maestra les decía a los chicos en el veredón de entrada: “Aquí es toda gente pudiente, de mucho dinero”. El dato es mayoritariamente cierto, aunque muchos próceres, como Sarmiento que terminó en un virtual destierro, o escritores y sabios, murieron con lo poco que tenían puesto. También hay gente humilde, como David Alleno (1854-1910).

El diseño del cementerio corresponde al francés Próspero Catellin

 

“Alleno fue un trabajador de este cementerio. Se dice que ahorró durante toda su vida para comprar una parcela en la Recoleta. Viajó a Italia, donde le encomendó una estatua al escultor Cánepa, que lo representó con la vestimenta y las llaves que utilizaba para sus tareas”, dice López Mato.

El diseño del cementerio perteneció un arquitecto e ingeniero francés, Próspero Catelin, jefe de obras públicas de la ciudad durante la gobernación de Martín Rodríguez . El núcleo del plano inicial –que se integra con dos grandes diagonales- lo diseñó en colaboración con Pierre Benoit, a quien se consideró heredero de la corona de Francia y padre del autor del diseño de La Plata, realizado sesenta años más tarde. La escultura de Benoit padre fue realizada por Rafael Hernández.

LA HISTORIA

Los 50 mil metros cuadrados de la Recoleta albergan a buena parte de la historia argentina. Integrantes de la Primera Junta, triunviros, directores supremos, gobernadores, presidentes, son muy pocos los que faltan. Están también los hoy casi olvidados “guerreros del Paraguay”.

En las cinco manzanas descansan Juan José Paso, Pueyrredón, muchos hombres de la gesta libertadora, Alberdi, Martín de Alzaga, Brown, Juan Manuel de Rosas, Remedios de Escalada, Vicente López y Planes, Manuel Dorrego, Facundo Quiroga, Juan Lavalle, Tomás Guido, José C. Paz, Martín Rodríguez, Miguel Soler, Mariquita Sánchez de Thompson, Sarmiento, Tejedor, Varela, Luis Vernet, Bartolomé Mitre, Pellegrini, Roca, los Sáenz Peña padre e hijo, Adolfo Alsina, Manuel Quintana, Hipólito Yrigoyen, Uriburu, entre muchísimos otros.

Entre las figuras políticas más recientes, se encuentran María Eva Duarte de Perón, Lonardi, Aramburu, Alfonsín, Carlos Fayt y María Julia Alsogaray. Si se trata de personajes inesperados, ¿cómo no mencionar a Isabel Walewski Colonna, nieta de Napoleón Bonaparte, cuya tumba se encuentra por ahí?

No faltan tampoco en la Recoleta figuras populares, como el director y actor Armando Bo; el luchador y empresario televisivo Karadagian y el legendario boxedor Luis Angel Firpo, famoso por su encarnizada y polémica pelea con el campeón mundial Jack Dempsey en 1929. Junto a la puerta de su bóveda aparece una notable y muy realista estatua de Firpo enfundado en su bata de boxeador, que su esposa le encargó al famoso escultor Luis Perlotti.

Un hombre de tango con algo de reo, Horacio Ferrer, explicó alguna vez a este diario por qué se había radicado cerca de la Recoleta. “Es porque quiero estar cerca de mis raíces. Mi madre se apellidaba Ezcurra y era descendiente de Encarnación, la mujer de Rosas, que se encuentra en la Recoleta”.

LA DAMA DE BLANCO

Una leyenda se instaló alguna vez y para siempre en la Recoleta. Dicen que por las noches, fuera de los muros del cementerio, se ve a una misteriosa dama vestida de blanco vagando por el lugar. Los conocedores añaden que se trata de Rufina Cambaceres, hija del escritor Eugenio, autor de “Sin Rumbo” y “En la sangre” entre otras novelas exitosas.

López Mato cuenta la historia: “La noche que celebraba sus diecinueve años, fue encontrada muerta sin causa aparente. Enterrada en forma rápida, los guardianes del cementerio avisaron luego de algunos días que el ataúd se había desplazado”. Al abrirlo vieron signos evidentes de que Rufina había intentado salir de allí, “puesto que fue enterrada viva, presumiblemente en estado de catalepsia”. El monumento que hizo tallar la familia muestra a una mujer de pie, como abriendo las puertas celestiales.

Allí descansan los restos de Eva Perón, Alfonsín, Lonardi, Aramburu, entre otros

 

En un artículo publicado en 2016 en Infobae –“Fantasmas, mitos y leyendas del cementerio de la Recoleta- el avezado periodista Alfredo Serra no deja de mencionar a cada uno de los fantasmas que, según el mito, pueblan a ese lugar. Todas las historias son fascinantes, pero pocas como la relacionada a la bóveda del matrimonio de Salvador María del Carril (vicepresidente de Urquiza) y Tiburcia Dominguez.

“Matrimonio mal avenido…-dice Serra- y mucho más desde que él, en una carta pública, informó a los acreedores de su mujer que “no pienso hacerme cargo ni de un peso de sus deudas”. Fue la pelea final. No volvieron a hablarse ni a verse en los siguientes veintiún años de convivencia… Cuando Salvador murió, curiosamente, Tiburcia ordenó construir uno de los monumentos funerarios más impresionantes de la Recoleta: él, sentado en un sillón, comodísimo, y mirando al sur.

Añade Serra: “Pero algo se traía ella entre manos… Su última voluntad fue que su busto fuera instalado de espaldas a la estatua de su marido, “como vivimos siempre”. Uno está de espaldas al otro y viceversa. “Y así siguen. La cara de ella, más evidente en el mármol, no deja dudas: una mujer feroz. Por algo los otros fantasmas ni se le acercan…”

Allí están descansando muchos de quienes fueron nuestros principales. Elegidos o reprobados por los dioses.

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