Falta más presencia policial para combatir a los quemacoches

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Hace ya varios años que los llamados quemacoches –personas que se dedican a incendiar vehículos en distintos barrios de nuestra ciudad- se han convertido en una suerte de peligrosa plaga social, sin que las autoridades policiales hayan logrado anular el accionar de estas pequeñas bandas de irracionales. Según se sabe, en la mayoría de los casos, la destrucción de los autos es total y obliga a la presencia de dotaciones de bomberos, que deben trabajar intensamente para intentar controlar y sofocar las llamas.

Ahora, tal como se informó, en la jornada de anteayer ardieron dos vehículos en la calle 10 entre 64 y 65. Las explosiones y el posterior trabajo de los bomberos despertaron a los vecinos que vieron cómo las llamas se devoraban una camioneta escolar y un automóvil que estaban estacionados. Ambos rodados quedaron totalmente destruidos.

Lo cierto es que la frecuencia con que esta columna se ve obligada a tratar el grave problema que representan los quemacoches no hace sino reflejar la creciente vigencia de una actividad delictiva, tan riesgosa como perjudicial para la sociedad. Como se sabe, los quemacoches que inicialmente se dedicaron a prender fuego a automóviles de modelos generalmente antiguos y que se encontraban en mal estado, luego comenzaron a atacar en forma indiscriminada, incluyendo a vehículos nuevos, recién salidos de las concesionarias, y también a los de distinto porte.

En alguna oportunidad, en años anteriores, logró detenerse a varias personas a las que se les incautaron combustible y mechas para confeccionar las llamadas bombas molotov. Sin embargo, luego de ese operativo, los ataques no cesaron.

Desde luego que existen –y sobran- los motivos para que la población se encuentre alarmada por la inseguridad reinante. Los asaltos a mano armada, las entraderas y salideras, los robos a casas mientras no se encuentran los propietarios, los secuestros virtuales, los hurtos y otros graves delitos contra las personas y la propiedad integran un inventario demasiado nutrido, como para permitir que se instalen nuevas modalidades delictivas.

En lo que se refiere a estos actos de vandalismo algunos de los cuales también afectan el patrimonio público, correspondería que rigiera un mayor celo preventivo por parte de las fuerzas policiales, que podría verse sustentado en mínimas tareas de inteligencia investigativa que podrían servir para identificar, acaso con alguna facilidad, a quienes protagonizan estos actos antisociales.

Los distintos vecindarios, afectados por estos episodios, seguramente que están en condiciones de aportar referencias muy valiosas sobre la actividad de estos grupos. Por otro lado, los investigadores no debieran desoír las sugerencias que pueden formularle personas que conocen a fondo el movimiento y la vida de sus barrios. Lo cierto es que esta actividad delictiva y antisocial, que se ha visto incrementada en los últimos años, debería ser contrarrestada por un accionar preventivo y más eficaz de la fuerza policial.

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