La Región, inerme frente a una imparable ola delictiva
Edición Impresa | 11 de Noviembre de 2018 | 03:10

Los resultados de las zigzagueantes políticas de seguridad que se siguieron en nuestro país están a la vista. En el caso de nuestra ciudad, se encuentra inmersa ahora en una seguidilla de asaltos, robos, salideras, escruches y delitos más graves de la cual pareciera que no puede salir. En la edición de ayer la crónica policial reflejó la avasallante presencia de una ola delictiva en la Región, que no deja en paz a los vecinos y que se traduce en episodios peligrosos, lesivos para la integridad física y los bienes de las personas.
En el caso de La Plata, la situación se presenta tanto en el centro como en los barrios y en las localidades del distrito. Tal como se ha señalado, escruchantes, mecheros y asaltantes de toda laya tienen en jaque a la población. Tanto los comerciantes como los vecinos sufren este embate que no da respiro, que se presenta día y noche, ya que la delincuencia no hace distinción de horarios ni de lugares.
El informe publicado ayer en este diario ofreció detalle sobre los robos que sufrieron comercios de rubros diferentes, en hechos que se desarrollaron con modalidades diversas y algunas de ellas ciertamente alarmantes. Asimismo, se reflejó el temor con el que viven vecinos de La Loma, angustiados ante la posibilidad de ser víctima de algún hecho de inseguridad en cualquier momento.
“La política no dejó de oscilar entre el garantismo extremo y la mano dura más simplista”
Lo cierto es que las administraciones que se sucedieron en las últimas décadas no dejaron de oscilar entre el garantismo extremo y la mano dura más simplista, en situaciones que se reflejaron en permanentes vaivenes de la legislación penal, de la jurisprudencia y del accionar los operadores policiales, hasta llegarse a límites de verdadero desconcierto institucional en cuestiones de seguridad.
Ello, sin dejar de recordar que hubo integrantes de la Justicia y de la Policía que se sumaron a las filas de la delincuencia, desnaturalizando por completo la función que les corresponde.
¿Cómo no recordar que se sucedieron en la Provincia, uno al otro, ministros de Seguridad que fueron líderes de esas corriente contrapuestas, uno como propulsor del gatillo fácil y otro del policía sin armas? La población bonaerense pagó muy caro por esas marchas y contramarchas. Y lo sigue pagando ahora, por las omisiones y errores inexplicables e injustificables que se suceden.
“La Plata continúa acosada por una actividad delictiva que deja a la vista el fracaso oficial”
Sigue también sin concretarse la puesta en marcha de la Policía Judicial, sancionada ya y reglamentada. La Provincia no cuenta con grupos especializados en la investigación de delitos complejos. Los ampulosos anuncios sobre políticas judiciales relacionadas a temas de seguridad resultan, a la postre, tan erráticos como inconducentes. Sigue siendo tan elevado como siempre el porcentaje de delitos no esclarecidos. No pareciera que, en esa área tan delicada de la seguridad como lo es la Justicia, se vengan concretando avances.
Lo cierto es que la población platense continúa acosada por una actividad delictiva, cuya intensidad y persistencia dejan a la vista los fracasos oficiales en el manejo del tema de la seguridad. Ya se ha dicho en esta columna de que no existen -para un tema tan complejo como el de la seguridad- soluciones mágicas ni panaceas. Pero la simple voz de los vecinos, de quienes conocen a fondo la vida de los barrios y muchos de ellos, además, que recuerdan el eficaz servicio que prestaba la policía décadas atrás, justamente cuando más estrecha era la relación entre las comisarías y los vecindarios, pareciera marcar un rumbo que las autoridades debieran explorar.
Es también verdad que la seguridad de la población es un valor que no puede depender, exclusivamente, de la Policía, ya que, en mayor o menor grado, todos los organismos del Estado –y la propia sociedad- tienen injerencia en esa materia. Sin embargo, también es cierto que el deber principal de la Policía es preservar el orden y evitar la comisión de delitos en la vía pública. Y que esa obligación no la está cumpliendo en debida forma. Mientras tanto, los vecinos –los del centro, los de los barrios, los de localidades vecinas- siguen pagando los platos rotos.
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