El complejo desafío de impedir que un familiar con Alzheimer siga manejando

Pese al riesgo que implica tanto para los pacientes como para los demás, el hecho de no existir una norma para evitarlo lleva a que algunos lo sigan haciendo y que la responsabilidad de impedirlo quede en manos de su familia

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Nicolás Maldonado

nmaldonado@eldia.com

Incluso un año y medio después de que le diagnosticaran Alzheimer, Alfredo (75) seguía negándose a dejar de manejar, un reclamo constante de sus hijos que cada vez que surgía terminaba en una pelea. “Nos convencía diciendo que manejaba despacio, que usaba el auto sólo para hacer mandados por el barrio, que no teníamos de qué preocuparnos… Así hasta que un día nos llamaron para avisarnos que había tenido un accidente. De milagro no se llevó por delante a una persona antes de estrellarse con un auto estacionado. Recién ahí entendimos que él no estaba en condiciones de decidir, y que si pasaba algo iba a ser nuestra responsabilidad”, cuenta Andrea, su hija menor.

Si bien existe un amplio consenso entre los neurólogos de que una persona que ha sido diagnosticada con Alzheimer debe dejar de manejar, esto rara vez ocurre de inmediato en nuestro país. El hecho de que no exista una norma especifica para evitarlo lleva a que muchas veces, en las etapas iniciales, algunos pacientes lo sigan haciendo y que la responsabilidad de impedirlo quede generalmente en manos de su entorno familiar.

Se trata de “un problema que vemos en forma recurrente. Muchos familiares cuentan las dificultades enormes que tienen para enfrentar esa situación, sobre todo cuando se trata de pacientes hombres que han manejado toda su vida. Y lo que siempre les explicamos es que aun en las etapas iniciales la persona enferma no está en condiciones de decidir porque no es consciente de su limitación”, explica María Elena Saez, coordinadora del grupo de apoyo de la Asociación de Lucha contra el Mal de Alzheimer (ALMA) en La Plata.

Aunque perder la independencia que supone manejar puede ser angustiante, la conversación sobre dar ese paso posiblemente sea la primera de muchas otras que deba afrontar una persona diagnosticada con este mal degenerativo cada vez más común en nuestra sociedad. De ahí que los especialistas recomiendan en general no dejarla nunca para después.

“Cuanto antes se hable de la necesidad de dejar de manejar, mejor. Incluso en las etapas iniciales de la enfermedad los pacientes suelen sobreestimar su capacidad al volante”, señala la médica neuróloga Diana Cristalli. Y es que debido al deterioro neuronal que produce la enfermedad, “es común que manejen muy lento y aceleren de golpe, que no puedan mantener el auto en linea recta, que confundan las señales de tránsito y, como tienen dificultades para ubicarse, que realicen con frecuencia maniobras imprevistas o muerdan el cordón”, detalla.

RECOMENDACIONES

“Lo primero que hay que entender es que evitar que un familiar con Alzheimer deje de manejar es parte del cuidado que le debemos dar. Pero además es una responsabilidad que tenemos con lo demás. Si quienes estamos alrededor de esa persona sabemos de sus limitaciones y no hacemos nada, somos de alguna manera cómplices del daño que puede producirse tanto a sí misma como a alguien más”, dice Saez.

Como señalan desde la Clínica Mayo, tan importante como abordar el tema de entrada con empatía y sensibilidad es hacer los arreglos necesarios para que la persona con Alzheimer pueda “disponer de otros medios de transporte: preguntar a familiares y amigos si pueden llevarlo a hacer mandados o abrir una cuenta en una agencia de remises de confianza para que pueda transportarse sin tener que manejar dinero”.

Para evitar que la persona recurra a su auto, también resulta útil limitarle la necesidad de conducir: tener presente que muchos establecimientos ofrecen hoy servicio a domicilio, como supermercados, farmacias, lavaderos y restaurantes. Desde la Clínica Mayo recomiendan también “distraer a la persona de la oportunidad de conducir”.

Pero lo cierto, como reconocen muchos familiares, es que las recomendaciones más comunes no siempre resultan efectivas. “Algunas personas con Alzheimer se resisten a dejar de manejar y la situación se vuelve muy difícil para sus familiares -reconoce Saez-. Con los años hemos aprendido que a veces no queda otra alternativa que recurrir a medidas extremas como esconderles las llaves, intervenir el auto para que no arranque o incluso ir a la dirección de Tránsito para solicitar que no les renueven la licencia debido al riesgo potencial que supone esta enfermedad”.

 

 

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