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Viejos... los trapos: en clave de comedia, los problemas de los mayores rompen con los tabúes en pantalla

Cada vez más series y películas muestran la vejez entre risas, ayudando a naturalizar los temores y deseos de esta etapa

Viejos... los trapos: en clave de comedia, los problemas de los mayores rompen con los tabúes en pantalla

“The kominsky method”, disponible en netflix

2 de Diciembre de 2018 | 04:04
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Chuck Lorre, la mente detrás de “Big Bang Theory” y “Two and a half men”, tiene una serie nueva: estrenó hace dos semanas “The Kominsky Method”, una serie con Michael Douglas, un actor que ya pasó los setenta, reconocido por su trabajo como entrenador de actores aunque con una carrera en Hollywood sin demasiadas luces, que batalla contra la muerte de sus amigos y la propia decadencia de su propio cuerpo.

Próstatas inflamadas, problemas sexuales, pastillas y enfermedades: todo es parte del cóctel que Lorre prepara para Douglas y Alan Arkin, coprotagonista, que se pone en la piel de un agente algo amargado por la muerte de su esposa y el paso del tiempo. Pero todo, claro, en clave de comedia.

Y no es que Lorre sea original al retratar estas problemáticas de los mayores entre risas: de hecho, en los últimos años la comedia de adultos mayores se ha vuelto una especie de subgénero, con las grandes estrellas del pasado, desde Robert De Niro y Jack Nicholson a Diane Keaton y Meryl Streep prestándose a jugar a viejitos algo despistados con esto del Tinder, navegando el amor en la madurez y viviendo aventuras desopilantes, revitalizados y adolescentes (pero con el pastillero siempre a mano).

Así, a pesar de que en Hollywood existe una importante tendencia a no contratar a ningún actor de más de 40 (mujeres) o 50 (varones) como protagonista (este problema de discriminación por edad ha sido fruto de debate en varias entregas de premios), numerosas luminarias de la industria estadounidense han encontrado su lugar en el mundo con esta tendencia, aprovechando también para reírse un poco de sí mismos, dejando de lado los dramas para jugar con la comedia.

La tendencia nos ha entregado algunas opciones divertidas y hasta inspiradas (“About Schmidt”, “Mejor imposible”, ambas con Jack Nicholson; “Flores rotas”, de lo mejor de Bill Murray; “Hotel Marigold”; “Red”, superespías de la tercera edad; la emotiva “Begginers”; las recientes “Danny Collins”, con Al Pacino, y “Cuando ellas quieren”, con Diane Keaton) y otras más formulaicas (“Un golpe con estilo”, “Antes de partir”, “Último viaje a Las Vegas”, “Juntos... pero no tanto”, “Enamorándome de mi ex”). La tendencia llegó a Netflix antes de “The Kominsky Method”, con la hilarante “Grace y Frankie”, con las divas totales Lily Tomlin y Jane Fonda. Y a la par, también han aparecido más y más filmes que retratan los dramas de los adultos mayores, como “Amour” (Haneke), “Still Alice” y “Away from her” (Polley). Hasta la animación ha dedicado un magistral capítulo a la última estación de la vida, con “Up”.

El público

Como siempre en Hollywood, la razón primordial para esta especie de pequeño fenómeno tiene que ver con un motivo económico: el público por encima de los sesenta años se ha convertido en uno de los principales espectadores del cine, justo en un momento crítico para las salas y los estudios (otro más). En Francia, en los últimos años, el público senior fue el sector que más concurrió a los cines (33%), apenas por encima de los sub-25, un cambio drástico respecto a las cifras pre-2000, donde los jóvenes constituían casi la mitad de la audiencia y los abuelos, el 18%. En Estados Unidos e Inglaterra, la audiencia de la tercera edad revitalizó la taquilla en la última década.

Es que la población está envejeciendo. Hoy hay más de 600 millones de personas por encima de los 50 años, cifra que triplica el número de hace 50 años y que debería triplicarse para 2050. Además, esas personas gozan de mejor salud y mayor independencia que antes, gracias a los avances de la ciencia. Y, con tiempo libre, retirados, van al cine, donde, claro, la mayoría de nosotros realizó su educación emocional, un espacio mágico, de enorme magnetismo.

Hollywood, entonces, tomó nota. Por un lado, da a los jóvenes, la audiencia más numerosa en casi todos lados (y un gran consumidor de pochoclos y merchandising, que ayudan a lubricar la industria), lo que quieren, superhéroes, acción, efectos especiales. Pero por otro, tienen un público al que no le importa ese efectismo: no necesariamente quieren un espejo para su vida y sus problemas (aunque siempre es más efectivo si el espectador se siente identificado con la obra) pero sí buscan personajes interesantes y relaciones humanas adultas.

El efecto, sin embargo, es mucho más amplio que una simple ganancia económica entre un público interesado y una industria avispada: no solo ven estos filmes las personas de la misma edad que sus personajes, sino también sus hijos y nietos, lo cual colabora indirectamente a desdramatizar situaciones y eliminar ciertos tabúes sobre la vida de los adultos mayores.

“Hasta los 80s, la tercera edad significaba muerte social y emocional, resistencia al cambio y tradiciones arcaicas. Lo que ocurrió luego fue sorprendente, dado que el tema era tabú: la vida sexual y los amores de los veteranos comenzó a aparecer en la pantalla”, afirma Ariane Beauvillard, crítica de cine y autora de “¿Gozan los ancianos de buena salud?, libro sobre el tema publicado en Francia y Estados Unidos.

El cine, así, comenzó un lento trabajo para quitarle peso y romper los tabúes en torno a la vejez, el sexo en la madurez, las enfermedades, la muerte. Por un lado, el espectador encuentra así nuevas perspectivas, menos dramáticas que las históricas, del final de la vida. Pero, sobre todo, son ellos, los que atraviesan esa etapa final, los que pueden redescubrir su vitalidad, sus posibilidades y su deseo, al verlo plasmado en la pantalla.

 

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