Sobre marchas, machismo y otras yerbas

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Usted, señor de la casa, haga la prueba. Encuentre un momento apropiado y a las mujeres que lo rodean (esposa, hijas, amigas, primas, cuñadas, suegra) pregúnteles si se sienten -o alguna vez se sintieron- discriminadas por una cuestión de género. Vaya, si puede, un paso más y atrévase a indagar sobre actitudes machistas que ellas hayan observado en usted.

Tal vez, las respuestas que encuentre lleguen a sorprenderlo y lo obliguen a sopesar cierto replanteos sobre cuestiones mamadas casi desde la cuna pero que, en este siglo, ya no corren más.

Sincérese con usted mismo y recree, ahora, las conversaciones de vestuario después del fulbito de los miércoles, o la sobremesa de la cena con los muchachos de los jueves. ¿Cómo andaríamos de machismo en esos trances?

Pase ahora al mundo laboral. ¿Su compañera de trabajo, esa que realiza las mismas tareas que usted, cobra lo mismo? ¿En su empresa, oficina, repartición pública, o lo que fuere, cuántas mujeres ocupan cargos directivos o gerenciales? ¿Cree que está bien?

En una sociedad en la que la que los medios toman como noticiable reunir a mujeres “en trabajos de hombres”, algo no está bien. ¿O es que usted no se sorprende cuando la que conduce el taxi es una señora? ¿O no le dolió más saber que entre las víctimas del submarino había una oficial?

¿Qué es lo que piensa o siente si en el avión que toma para irse de vacaciones resulta que lo comanda una mujer?

De eso, entre muchas otras cuestiones, es que hablaban las diez mil mujeres que el jueves último salieron a las calles.

De eso, y mucho más, por supuesto. Porque en la Argentina, en esta provincia, en esta ciudad y tal vez a la vuelta de su casa, a las mujeres las siguen golpeando y matando en crímenes que nos horrorizan, que nos conmueven y que nos hacen solidarios con el colectivo de #NiUnaMenos, pero que también olvidamos (o asumimos casi con naturalidad) con una rapidez que asusta.

El aborto, o la posibilidad de despenalizarlo en la Argentina, fue otro de los lemas convocantes. Cuestión ríspida si las hay pero que hasta el día de hoy, parece ser un tema de debate reservado sólo a las mujeres, como si ese fuese un “problema de ellas” y de nadie más.

Hoy, en la mesa dominguera, péguele una “pispeada” al panorama y, si se anima, arranque con el tema. Siempre y cuando usted no forme parte de la escuadra troglodita que aun sostiene que la parrilla la atienden sólo los hombres y a las mujeres les toca la preparación de la ensalada y el lavado de los platos.

 

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