“El hilo fantasma”: el exquisito relato de un amor retorcido, enorme y doloroso

Edición Impresa

Alejandro Castañeda

afcastab@gmail.com

EL HILO FANTASMA, de Paul Thomas Anderson.- Bellísima historia sobre un amor retorcido y fatal. Llena los ojos con su inspirada puesta en escena. Y nos invita a reflexionar sobre esos amores que juegan peligrosamente entre el sometimiento y el dominio. Intenso y sutil, nada sobra en este elegante y perverso melodrama que habla del juego de poder que desnuda toda pasión. Está ambientado en el taller de costura de un gran modisto. Y deja ver, detrás de tijeras, pinchazos y pespuntes, la entretela de una relación de pareja que se prueba, se viste, se cose y se deshilacha a cada paso.

Estamos en Londres, en la década del 50. Reynolds, un modisto de éxito, es un solterón empedernido o que vive añorando a su madre muerta. Convive con su hermana, otra solitaria implacable. Un día (la escena es una lección de cine) conocerá en un bar a Alma, una mesera, una muchacha simple, alejada totalmente del mundo refinado de este tipo detallista, a ratos insoportable, engreído y maniaco. Y se la llevará. La usará primero como maniquí. Le tomará medidas, la irá modelando a su antojo. Después será su amante y al final será su musa, su dueña y su abrigo final.

Alma está enamorada. El amor crece como puede entre los desprecios de Reynolds y el amor incondicional de ella. ¿Qué hacer para que ese hombre llegue a necesitarla? Y Alma tejerá desde la cocina, con sus manos, como Reynolds hace en su taller, un modelo de amor absoluto. Y urdirá una trama tenebrosa para poder lograr que Reynolds quede a merced de este vínculo perfecto, loco y egoísta.

Anderson ha dicho que en el amor siempre uno de los dos domina. Su cine (The Master) se apoya en la dinámica de esas relaciones tensas y desparejas, donde juega la admiración y el maltrato. Y aquí también será el juego del poder el que regula los contornos enfermizos de una historia que exige sacrificios a cada paso. Alma asumirá una nueva personalidad para poder llegar de alguna forma al corazón de este ser inasible y difícil. Y él la dejará hacer. Conmueve cómo la mira cuando ella prepara esa comida. Reynolds acepta ese juego. Ella quiere enfermarlo para poder curarlo. Para Reynolds es la ofrenda final de una vida vacía que parece haber encontrado su destino en los brazos de una mujer que lo quiere “indefenso, tierno y recostado” y que en cada recaída le dirá: “yo estoy aquí y te sanaré de nuevo”.

Este film espléndido y absorbente confirma el talento de Paul Thomas Anderson (“Magnolia”) y es además la despedida magistral de Daniel Day- Lewis, uno de los más grandes actores que dio la pantalla. Al comienzo y al final Alma le cuenta al médico qué hizo y por qué. Está más cumplida que desolada. Su legado parece darle la razón a Sabina: “los amores que matan nunca mueren”. (****EXCELENTE)

 

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