La guerra entre familias que le costó la vida a un joven de 21 años en Tolosa

Los padres de Miguel Heredia quieren que su crimen se investigue a fondo y citen a declarar a todos los testigos, incluido su hijo mayor. Hay dos detenidos, pero el supuesto autor material del disparo está prófugo

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“Mamá quedate tranquila, estoy bien”. Las últimas palabras de Miguel, en el teléfono, buscaban ablandar a Doris, quien insistía en su preocupación por la situación del menor de los Heredia, su nuera y sus nietos, en el nuevo barrio donde habían decidido afincarse, unos 60 días antes, lejos de la casa familiar en el Barrio Hipódromo. Seis horas después sonaron balazos en una de las puntas del complejo de viviendas de 19 y 526 en Tolosa. Miguel, con una herida en la cabeza, miró por última vez los ojos de su joven pareja y madre de sus dos hijos, quien, entre lágrimas le pedía mantenerse despierto. Murió dos días después en el Hospital San Roque de Gonnet.

Desde la fatídica madrugada del 13 de marzo, Doris Vargas y Omar Heredia se preguntan por qué la tragedia los golpea, los daña con dolor en cada minuto del día y reclaman una respuesta eficaz de la Justicia. “Quiero que se vaya a fondo en este tema”, dice Omar y expone dudas acerca de la investigación: “Desde hace 29 años que soy policía. No puede ser que nadie haya visto lo que pasó. Algo se está encubriendo”. El matrimonio recibió a este diario en la casa que habitan desde hace 30 años, cuando comenzaron a formar la familia en la que Miguel fue el hijo menor. A su lado, están otros dos hijos, Macarena e Iván, y Priscilla con el bebé de 8 meses al que amamantaba en la madrugada del 13 de marzo, cuando escuchó tiros en la zona de 17 y 526.

“Durante toda la tarde Miguel había estado pintando el frente de la casa. Después, se bañó, cenamos y nos quedamos sentados afuera, en un escalón de la entrada porque la noche estaba linda”. La joven mujer se esfuerza por recordar la escena y caen lágrimas. “En un momento le digo que era tarde para él, porque se levantaba todos los días a las 5.30 para ir a trabajar. Entonces, fuimos a guardar el auto a un estacionamiento a una cuadra de la casa, volvimos caminando y nos quedamos en el mismo lugar, pero escuché llorar al nene y subí a la habitación del primer piso, a darle la teta. Entonces, escuché varios tiros. Esperé a que paren y bajé. No había nadie. Corrí hacia la esquina de 17 y 525, pero no vi nada y volví. Agarré el teléfono para llamar a Miguel. Mientras miraba hacia la plaza (interior del complejo) y ahí lo vi tirado, cerca del cordón de la vereda. Lo levanté, me miró y luego cerró los ojos”, dice. La bala que le destrozó la cabeza empezaba a llevarse la vida. Priscilla perdía a su pareja y se diluía el proyecto de familia que empezaron 5 años atrás, cuando ella tenía 17 y él 16. “Estoy enamorada de él”, dice mientras brotan las lágrimas.

Las dudas del padre buscan respuestas que pueden estar en la juntada frente a la casa. Según relatan en la familia, aquella noche había otras cinco personas tomando fresco cuando se escucharon los balazos y antes habían pasado por ahí otros conocidos. Entre ellos, el hermano mayor de Miguel y su novia.

“Espero que la fiscal nos reciba. Quiero que indaguen a todos los que están en esto. Mi hijo mayor y la novia estuvieron sentados toda la noche”, dice Heredia padre. Está distanciado de Jonatan, un joven de 31 años, que tampoco tiene diálogo con su madre. Según explican los padres y la viuda, sí lo tenía con Miguel.

En esa relación explican la decisión del menor de la familia de dejar la casa que había construido, al lado de la de sus padres, para compartir con su compañera y tres hijos que criaban (la mujer tiene una nena de una pareja anterior). “Pagó con un auto una casa en ese barrio. Yo le decía que no era un buen lugar para él”, dice Doris y vuelven a brotar lágrimas de ojos que descansan poco desde hace diez días. Los padres también le pedían evitar mostrarse con su propio hermano.

El relato de los familiares habla de una operación en la que Miguel habría accedido a una de las viviendas del complejo en un trueque del que no quedaron más rastros que la posesión junto a su familia y el empuje que le dio a los trabajos de acondicionamiento durante dos meses, en casos, con sus propias manos. Según los padres, el vendedor está vinculado con el hermano mayor de Miguel, reside en la “La Favela” y libra una batalla con otra familia de esa zona por el control de actividades delictivas. Sostienen que, en ese damero del control territorial, el joven quedó en medio de una guerra ajena: “A mí no me importa si hay mafias de La Favela ni nada por el estilo. Acá hay un tema entre dos familias, en el que Miguel no tenía nada que ver”, asegura Doris y otra vez el dolor se ensaña con su ánimo: “A mí ya me mataron en vida”.

Se investiga si en esa guerra, en la noche en que fue herido Miguel, hubo una balacera contra una vivienda en la que reside una de las familias a las que se ubica en la disputa y si desde ese domicilio partió una cacería por el barrio, que terminó en la plaza interna del complejo de 19 y 526. “Hay testigos que dicen que hubo dos grupos que se tiraban, uno que venía de adentro y otro iba entrando. Creo que Miguel salió corriendo sin saber para dónde ir teniendo en cuenta que no escuchaba bien”. Los padres consideran que quienes compartían la noche con Miguel y su pareja tienen los datos que pueden explicar la balacera.

“Nosotros no estábamos ahí. No sabemos qué pasó, queremos que investiguen a todos los que estaban ahí”, dice Omar. “A mi hijo incluido”, apunta Doris en referencia al varón mayor de su familia.

La investigación judicial produjo, el miércoles pasado, las detenciones de Claudio Torres, de 23 años, en un monoblock situado en 17 y 528, La Favela. El joven está en pareja con una oficial de la Policía que presta servicios en el comando de patrullas de Esteban Echeverría. En el mismo procedimiento fue detenido también Cristian Godoy, de 21 años. Todavía no fueron ubicados el supuesto autor material del tiro que hirió de muerte a Heredia y otro sospechoso ubicado en la escena. Ambos están prófugos.

“Los dos detenidos estaban ahí esa noche, pero al que mató a mi hijo seguro que no lo agarraron”.

Por eso, el viernes, familiares y amigos de Miguel marcharon hacia la sede de las fiscalías de La Plata con sus reclamos de ampliación de las citaciones a posibles testigos, entre los cuales mencionan a su propio hijo mayor y la novia.

Miguel había soñado con ser jugador de fútbol, pasó por las inferiores de Gimnasia y Argentino de Quilmes. La madre cuenta que como ese proyecto no le generaba dinero para sostenerse y no quería ser una carga en la casa en momentos en que venía en camino su hija, decidió ir al mundo del trabajo. Fue peón de albañil, carpintero, guardia en un servicio de seguridad y repositor en un mercado. Desde hace dos años estaba en la Lotería Provincial. “Lo nombraron ahí por el cupo para personas discapacitadas porque había tenido un accidente mientras trabajaba para el supermercado, un día que iba en la moto hacia el trabajo y perdió parte de la audición”, detalla Doris.

Ese siniestro le dejó una indemnización que aplicó a la compra del auto que luego usó en el trueque por la vivienda, entre otras inversiones. También soñaba con crecer como empresario, aplicando la plata que guardaba en la compra de un stud o en la creación de una compañía de traslado de caballos de carrera.

“Siempre hablaba de la familia. Como padre era el mejor”, dice Priscilla, quien conocía a Miguel desde que pateaba la pelota en Villa Catela. Luego fueron compañeros de escuela. Ahí empezó el amor. “Era un emprendedor. Preguntá por él en Lotería. Ahí te vas a dar cuenta de la clase de persona que era”, aconseja, con firmeza, el padre. “Era la luz, las campanas. Nos hacía reír. Salía con sus chistes. Decía de hacer asados, pollo al disco, que nos juntemos a comer”, lo recuerda su madre.

Un balazo terminó con Miguel, con sus proyectos y su familia. “Esto dañó a cuatro familias. La de Priscilla, la nuestra y las de mis otros dos hijos”. La casa que intentaba transformar en un hogar, junto a su mujer, está en riesgo. “Saquearon las cosas de Miguel e intentaron tomarla. Ahora, hay gente cuidándola”, lamentan en la familia.

“Hace 29 años que soy policía y no puede ser que nadie haya visto lo que pasó”, dice Omar

“Pagó con su auto una casa en ese barrio. Yo le decía que no era un buen lugar para él”- Doris

 

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