Picadas en el microcentro, una burla al poder público

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Hace ya muchos años que la Ciudad sufre el recurrente problema de las ruidosas y peligrosas picadas que personas desaprensivas realizan con diferentes tipos de vehículos –autos, camionetas y motocicletas- en distintos lugares, generalmente apartados como ocurrió en zonas de Gorina o sobre las avenidas 44 y la 520, cuando no en el más cercano Paseo del Bosque. De todos esos sitios, como se sabe, fueron siendo corridos, desplazándose siempre las picadas en busca de otros escenarios.

Ahora los vecinos denuncian que ese descontrol vial se está presentando, en especial los domingos por las noches, en calles del pleno centro, como son la 8 y las transversales de 47 a la 50, es decir, en el microcentro más concurrido de la Ciudad. Los pobladores de la zona destacaron que los domingos, a eso de las 20, varios vehículos se dedican a atravesar a gran velocidad esas calles.

Algunos vecinos precisaron que los vehículos estarían corriendo picadas en la calle 8 entre las esquinas de 48 y 50, en una situación que no sólo resulta insólita –ya que los domingos a esa hora hay mucha gente disfrutando en el centro y paseando en familia- sino que resulta ser extremadamente peligrosa. Aseguraron, asimismo, que no existe control ni presencia alguna de inspectores municipales o policías en ese lugar, convertido, en la práctica, en virtual zona liberada para cometer cualquier infracción al tránsito.

Ello se traduce, detallaron, en que los vehículos no respetan el mandato de los semáforos ni, mucho menos, la prioridad de paso de los peatones. Añadieron que, sólo por imperio de alguna suerte de milagro, no sucedió hasta ahora ningún accidente grave.

No hace mucho se alcanzaron a realizar picadas de motos en la zona de plaza Moreno, por la calle 54 desde la 14 hasta la avenida 7. Pero también se usaba a la avenida 53 en cercanías del palacio municipal, pese a los operativos que desde la Municipalidad aseguraban que se desplegaban.

De lo que se trata, tal como se dijo muchas veces en esta columna, es de que el accionar de los organismos públicos -policiales y municipales- se concrete en forma sostenida, hasta que se logre la definitiva erradicación de estas actitudes antisociales, sin que resulte burlado de manera tan evidente el poder público.

Debe tenerse en cuenta que aquí no se habla en absoluto del comportamiento habitual de conductores de automovilistas y motociclistas, sino de un grupo de ellos -nutrido, por cierto- que se reúne por las noches y recorren, juntos y a altísimas velocidades, sin respetar semáforos ni norma alguna, determinadas zonas urbanas, cometiendo a su paso desmanes con quien se les cruce y con todo lo que encuentren en el camino.

En cada oportunidad en la que se tocan temas referidos al tránsito, los especialistas llegan a dos coincidentes conclusiones. Por un lado, a la necesidad de sancionar con toda la severidad posible a quienes infrinjan las normas; y por el otro, a que se impartan en la población sólidos principios educativos, que apunten a la importancia de respetar las leyes para que en las calles reine el orden y no la anarquía. Y a comprender, de una manera cabal, que los espacios públicos no existen para darles usos particulares, sino para que formen parte de la propiedad común de todos los habitantes.

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