“Invisible”: La odisea de una adolescente, una invitación al debate serio

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Pedro Garay

 

Eli, la protagonista de “Invisible” habita un pantano: el pantano incluye una condición social ajustada, una escuela que no presenta desafíos, y un hogar asfixiante, con una madre depresiva y sin trabajo que la obliga a trabajar en una clínica con un hombre mayor y casado con el que mantiene relaciones ocasionales y mecánicas, como escapando de un hastío que habita la piel y la carne de Mora Arenillas, la protagonista y revelación absoluta del filme de Pablo Giorgelli. Un día, Eli queda embarazada.

El cineasta de la multipremiada “Las Acacias”, que tardó cinco años en realizar su segunda obra en medio de gran expectativa, pone entonces el peso de su filme sobre los hombros de la joven actriz, que compone todas las escenas del filme y la obliga a un trabajo excepcional de concentración y contención, buscando reflejar las decisiones que puede tomar una adolescente frente a la noticia de un embarazo sorpresivo, en lugar de convertir el filme en una bajada de línea que ofrece soluciones fáciles desde el mundo adulto, desde el director, desde la distancia: la inmersión funciona e “Invisible” resulta un viaje de una hora y media por la peripecia que sigue Eli, sola en el mundo y buceando las profundidades de la clandestinidad en busca de soluciones para su situación, mientras el mundo de los adultos gira como un satélite a su alrededor, filmado por momentos al estilo “Charlie Brown”, de la cintura para abajo, o fuera de cuadro, voces antes que rostros: esa opresión no tiene rostro porque no tiene nombre, es una opresión que sobrepasa las etiquetas fáciles, y también los discursos polarizados que protagonizan ciertas discusiones sobre temáticas complejas como el aborto.

La cinta de Giorgelli llega en ese sentido en un momento justo para proponer desde su estética antes que desde su discurso al espectador deponer prejuicios y enfrentar los derechos de las mujeres y la conversación del aborto bajando del púlpito a la realidad.

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