Entre el humor y la reflexión

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Alejandro Castañeda

afcastab@gmail.com

Hoy, alcanzar por aquí algo de calma es un anhelo imposible. Los balazos llegan de todos lados. La semana pasó entre aparecidos y escapados. Lo del diputado salteño Alfredo Olmedo fue un capítulo más de la larga serie de sorpresas que cobija el Congreso. El hombre estuvo en su banca hasta que advirtió que había peligro de quórum. Cuando se jugaban los últimos minutos, alguien entró, le habló al oído y lo convenció. Un mensajero sigiloso y persuasivo. Y Olmedo, un personaje con mañas de Piluso, decidió entonces irse al vestuario. ¿Qué le habrá dicho? La semana pasada un papelito había sacudido la modorra parlamentaria. Y ahora un secretito misterioso causó furiosas derivas. Allí, donde pocos discursos logran conmover, estas expresiones que juegan a las escondidas, con algo de flirteo y algo de negociado, les ponen un poco de sal a esos legisladores que sueñan con no moverse jamás de su banca, pero mueren por los pasajes aéreos.

Volvió a circular en el equipo de los vivos el físico nuclear Antonio Gentile, al que desde hace cuatro décadas venían dando por desaparecido, con homenaje y todo. “Me pareció interesante hacerme pasar por muerto”, le dijo a un ex compañero, tras ser descubierto. Hay un relato del norteamericano Nathaniel Hawthorne, “Wakefield”, que transita esa senda. Es la historia de un hombre casado que un día decide desaparecer. Se instala sigilosamente cerca de su casa para ver qué hace su esposa ante su ausencia. Es una pregunta que todos alguna vez nos habremos hecho. ¿Cómo será la vida de ellos sin mí? Lo que hizo este científico del Instituto Balseiro es construir desde la lejanía un extravagante relato fantasioso. Sabía que lo buscaban, pero prefirió quedarse allí, en Estados Unidos, disfrutando su disfrazada muerte, jugando a no estar donde lo recordaban y a existir donde lo ignoraban. Su forzosa resurrección complementa de alguna manera la fuga del salteño de capa amarilla que convirtió a su aparición y a su desaparición en la mejor función de la semana de un recinto donde la madurez, la decencia y el recato, vuelta a vuelta se quedan sin quórum.

Las tarifas de gas también se comportan así. Se escapan y reaparecen. Esta vez fue el brazo mancomunado de Lilita Carrió y la UCR los que torcieron apenitas la mano a un ministro empecinado que jamás se rinde. La marcha de la gente por las calles, protestando por el aumento, también ejerció presión. El Gobierno sintió la embestida. Y ante este panorama, le ordenó a la Infantería negociadora que tratara de recomponer un fixture de ajustes que va a llevar al descenso a más de uno. Ese mismo día –18 de abril- por esas simetrías del destino, la iglesia le rendía culto a San Expedito, el “santo de las causas injustas y urgentes”. Nunca más oportuno. Lilita, que tiene llegada a los gerentes celestiales y a los angelitos de la Casa Rosada, armó otra alianza. Y San Expedito, que ha hecho más de un milagro, se sumó a estos peregrinos con máscaras antigases que acabaron conformándose con un reparto que quizá sea pan para hoy y hambre para mañana, pero que en estos días, cuando se trata no de saber llegar a fin de mes sino de poder completar el día, le dio a los vecinos la chance de postergar alguna penuria y de sacudir un santuario ministerial que sólo promete penitencias.

San Expedito tiene su lugar de devoción en la parroquia Inmaculada Concepción de Melchor Romero. Y el miércoles, una vez más, se vio allí un incesante desfile de creyentes entrando y saliendo del templo de 520 y 175. Algunos con relicario en la mano, otros con las facturas de luz y gas empapadas de súplicas, pero todos con la esperanza, no de ganar la vida eterna, sino de poder empatar en este invierno. San Expedito, mientras atendía esos ruegos, seguía de cerca las alternativas de aquella reunión cargada de ilusiones, a la que después Aranguren, acostumbrado a las tarifas injustas y urgentes, se encargó de boicotear. Cuotas repartidas sí, pero con intereses. Hasta allí llega la ofrenda del hermano Juan José. El tarifazo no se va. Se ausenta por un tiempo, como el científico reaparecido.

Lilita, que tiene llegada a los gerentes celestiales y a los angelitos de la Casa Rosada, armó otra alianza y fue escuchada

 

 

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