Advierten que tener una arritmia aumenta cinco veces el riesgo de ACV

La fibrilación auricular, una de las dolencias más frecuentes, dispara el riesgo de desarrollar coágulos sanguíneos cuando no está bien tratada. Y “en la mayoría de los casos -aseguran los médicos- no lo está”

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Nicolás Maldonado

nmaldonado@eldia.com

“Siempre supuse que si me pasaba algo iba a ser un infarto cardíaco. Jamás se me había ocurrido que podía tener un AVC; y menos todavía por un problema del corazón que ni siquiera sabía que tenía”, reconoce Roberto Celesia (68) un año después de haber sufrido un severo infarto en el cerebro a causa de una Fibrilación Auricular.

El episodio ocurrió un domingo a la tarde luego de que Roberto se levantara de la siesta. “No podía entender por qué estaba tan agitado si no había hecho nada y se lo comenté a mi mujer. Después de eso me desmayé”, cuenta este ex empleado bancario de Altos de San Lorenzo que hoy -mientras se recupera de las secuelas motrices que le dejó su ACV- admite que sigue vivo “de casualidad”.

Como le explicaron los médicos a Roberto al despertarse en el hospital, su ACV fue fruto de una Fibrilación Auricular que hizo que su corazón dejara por un momento de latir en forma regular. Cuando esto sucede, las aurículas (cavidades superiores) del corazón no bombean toda la sangre dentro de los ventrículos (cavidades inferiores) causando su acumulación. Como resultado de ello pueden formarse coágulos que se desprenden y viajan hasta el cerebro aumentando el riesgo de sufrir un accidente cerebrovascular.

“Padecer una Fibrilación Auricular significa que el corazón no está latiendo de forma regular y por lo tanto no está bombeando como debería. Esto puede conducir a un estancamiento de la sangre en el corazón y, potencialmente, a la formación de un coágulo que se desprenda y viaje luego por el torrente sanguíneo. Si ese coágulo se queda atascado en las extremidades u órganos, se lo denomina embolia; si en cambio se atasca en un vaso del cerebro, se produce un ACV”, explica el neurólogo Luciano Sposato al señalar que de todas las complicaciones posibles, está última es la más común.

El problema es que la mayor parte de las personas con este tipo de arritmia, como fue el caso de Roberto, no sabe que la tiene porque en los controles de rutina con electrocardiogramas no suele aparecer. Para peor, la Fibrilación Auricular no siempre da síntomas; y cuando los da resultan bastante inespecíficos (como debilidad, fatiga, mareo y palpitaciones, entre otros) lo que contribuye a que puedan atribuirse a otra enfermedad.

LA MáS COMÚN DE LAS ARRITMIAS

La Fibrilación Auricular es el tipo de arritmia más común. Si bien se calcula que afecta al 1% de la población total, su prevalencia aumenta hasta el 7% de las personas después de los 60 años de edad. Pero además, dado que se trata de una patología que aumenta con edad y el promedio de vida tiende a crecer, se calcula que una de cada cuatro personas que hoy tienen más de 40 años podría llegar a desarrollar una alguna vez.

Con todo, la edad no es el único factor que eleva el riesgo de padecer Fibrilación Auricular. También lo hacen las afecciones cardíacas, la hipertensión, la diabetes, las enfermedades tiroideas y una elevada ingesta de alcohol. De ahí que los médicos recomiendan que aquellas personas que se identifican con alguna de estas situaciones, en especial si tienen más de 50 años, no deberían dejar de consultar.

Sucede que así como muchas veces pasa inadvertida durante años, una Fibrilación Auricular no tratada “aumenta hasta cinco veces el riesgo de sufrir un accidente cerebrovascular”, señala el doctor Luciano Sposato, quien menciona además que “en estos casos los ACVs suelen ser también de mayor severidad que los relacionados con otras afecciones”.

Como se ha observado en diversos estudios, el primer accidente cerebrovascular causado por una Fibrilación Auricular resulta especialmente grave, dado que en el 20% de los casos produce la muerte y en el 60% deja por secuela alguna discapacidad. Como si eso sólo no fuera suficiente para empezar a prestarle atención, se ha visto además que la mitad de las personas que sufren un accidente cerebrovascular relacionado con la Fibrilación Auricular mueren al cabo de un año y, quienes sobreviven, tienen mayores chances de volver a sufrir un ACV.

UN RIESGO QUE SE PUEDE REDUCIR

Frente a un diagnóstico de Fibrilación Auricular, “lo que se busca es volver al paciente a su ritmo normal (con fármacos o pequeñas descargas eléctricas); y cuando esto no es posible la indicación en la mayoría de los casos es anticoagularlo (hacer que su sangre sea menos espesa) para evitar el principal riesgo, que es la formación de coágulos que al desprenderse del corazón puedan causarle un accidente cerebrovascular”, explica el doctor Ricardo López Santí, coordinador del área de Prevención Cardiovascular del Hospital Italiano de La Plata.

Para anticoagular a estos pacientes existe desde hace más de medio siglo un medicamento conocido genéricamente como Warfarina capaz de reducir el riesgos de sufrir un ACV. Pero como reconocen algunos médicos, esta droga no siempre resulta efectiva porque “es difícil de manejar”.

“Ocurre que la Warfarina requiere mantener a los pacientes dentro de ciertos niveles de anticoagulación. Y como existen muchos factores que inciden sobre esos niveles, es necesario realizar controles periódicos para asegurarse que estén la mayor parte del tiempo dentro del rango adecuado. Porque si están por debajo de él (con su sangre menos licuada de lo que debería) es igual a que no estuvieran tomando nada; y si están por encima, corren mayor riesgo de sangrado”, explica el doctor Federico Bottaro, especialista en Medicina Interna del Hospital Británico, al señalar que por este motivo “la mitad de quienes reciben esta droga creen estar protegidos por ella y no lo están”.

Justamente por este motivo es que el surgimiento de una nueva generación de fármacos (conocidos como anticoagulantes orales directos) constituyó a principios de esta década una verdadera revolución. Mucho más estables que sus predecesores, “no requieren estar monitoreando constantemente al paciente que los recibe”, quien está además “más protegido contra un accidente cerebrovascular”, afirma el doctor Federico Bottaro.

El problema es que a pesar de que estos nuevos anticoagulantes pueden reducir el riesgo de ACV a sólo 1 de cada 100 casos por año (casi el mismo riesgo que tienen las personas sin Fibrilación Auricular) “no todos los pacientes acceden a ellos”, reconoce el doctor López Santi.

Por ser más caros, “las obras sociales no siempre los cubren” y los médicos que quieren indicarlos deben “aplicar una tabla para evaluar el riesgo que tiene cada paciente de sufrir un ACV” para que el financiador decida en base a ella si acepta cubrirle o no la medicación.

Lo cierto es que si bien resultan varias veces más caros que sus predecesores, los anticoagulantes orales directos no sólo pueden salvarle la vida de muchas personas sino que al reducir el riesgo de ACVs, también reducen los altísimos costos de atención de comorbilidades que estos episodios le generan cada año al sistema de salud.

El estancamiento de la sangre en el corazón puede producir que un coágulo viaje al cerebro

Los nuevos fármacos pueden reducir el riesgo de un ACV al nivel de alguien sin fibrilación auricular

 

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