La isla de Porto Santo, la pequeña hermana de Madeira y una historia de millones de años

Aquí no hay ostentosos complejos hoteleros. Tampoco edificios altos, ya que está prohibido construir casas de más de tres plantas. Un verdadero paraíso para el turista

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VILA BALEIRA

Por BERND F. MEIER
DPA

Una antigua fragua, prensas de uva y una carreta con ruedas de madera: José Cardina Melim ha reunido cientos de objetos en su museo privado en la isla de Porto Santo. “Para preservar una pequeña parte de la historia de nuestra isla”, explica el obrero portuario, de 59 años.

Además, con su habilidad artesana ha hecho una réplica a pequeña escala de los típicos molinos harineros de la isla. En el pasado había unos 40 molinos en la isla, de los que pocos han quedado, tres de ellos junto al ventoso mirador de Portela.

Preservar lo antiguo, conservar el carácter de la isla portuguesa: son palabras que siempre se escuchan en conversaciones con los habitantes de Porto Santo. En la isla no hay ostentosos complejos hoteleros. Tampoco edificios altos, ya que está prohibido construir casas de más de tres plantas.

La isla nació hace unos 14 millones de años. Sus orígenes volcánicos son visibles en la pendiente del Pico de Ana Ferreira. Aquí, hace un montón de tiempo, salía a borbotones a la superficie lava incandescente. Posteriormente, la lava se enfrió formando extrañas columnas pétreas.

Los navegantes portugueses João Gonçalves Zarco, Tristão Vaz Teixeira y Bartolomeu Perestrelo descubrieron la isla hace exactamente 600 años (1418). Según la leyenda, querían inicialmente explorar la costa oeste de África. Sin embargo, los fuertes vientos arrastraron sus veleros mar adentro, lejos de la costa, hasta la isla atlántica que se convirtió en su salvación. Como agradecimiento, la bautizaron como Porto Santo.

Actualmente, a Porto Santo también la llaman la “pequeña hermana de Madeira”. Hermanas cuyos paisajes difícilmente podrían ser más disímiles. Mientras que Madeira, la isla de las flores, tiene una exuberante naturaleza verde, Porto Santo, situada unos 42 kilómetros al noreste, se caracteriza por sus formaciones rocosas peladas y un paisaje escasamente arbolado.

UN PARAISO

En cuanto el sol ilumina las montañas sin vegetación, las pendientes escarpadas se envuelven en una luz dorada.

“Por eso, también llamamos a nuestro pequeño paraíso Ilha Dourada (isla dorada)”, dice Sofia Santos, de 32 años, que lleva a turistas en su jeep por caminos pedregosos, llenos de baches, a los acantilados con sus espectaculares miradores.

Ilha Dourada: un nombre especialmente adecuado por la playa de arena dorada. La mayoría de los turistas viajan a la isla volcánica atraídos por esta playa. La playa Campo de Baixo, en la costa sur, tiene una extensión de nueve kilómetros y hasta 50 metros de ancho. Hasta donde alcanza la vista hay arena. Las olas del rompiente son suaves. El Atlántico, que en pleno verano puede alcanzar una temperatura de unos 24 grados, resplandece en un tono azul celeste.

Científicos de las universidades de Aveiro, en Portugal, y de Oslo, han demostrado los efectos curativos de los finos granos de arena, ricos en calcio, magnesio, estroncio, fósforo y azufre. Al parecer, con esta composición especial la arena alivia enfermedades reumáticas, articulares, musculares y dermatológicas.

La mayoría de los 5.500 isleños viven en la apacible Vila Baleira, la principal localidad de Porto Santo. Aquí también se afincó hace más de 500 años el habitante más famoso de la isla: Cristóbal Colón. En 1479, el navegante genovés se casó aquí con Dona Filipa de Perestrelo e Moniz, la hija del gobernador de la isla.

LAS CASA DE COLÓN

Escondida detrás de la iglesia de Nossa Senhora da Piedade, blanca como la nieve, se encuentra la pequeña casa en la que supuestamente vivió el descubridor. Esto no se sabe a ciencia cierta, aunque el edificio efectivamente data del siglo XV. Hoy alberga el Museo Colón, una de las atracciones turísticas de la isla.

La temporada alta para el turismo en Porto Santo son los meses de junio, julio y agosto. La isla es un popular destino turístico entre los propios portugueses, que viajan a Porto Santo desde el Portugal continental o desde la vecina isla de Madeira, que prácticamente no tiene playas.

Miles de turistas se toman durante los meses de verano un baño de sol en la playa. Sin embargo, fuera de la temporada alta, la isla es muy tranquila. “No queremos un turismo de masas durante todo el año. La naturaleza y la tranquilidad son importantes para nosotros”, dice Sofia Santos, la guía turística.

 

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Hotel Porto Santo & Spa En este alojamiento de cuatro estrellas, la tarifa diaria para una habitación doble con desayuno incluido es de $1.870. Existen otros hoteles más económicos muy bien ubicados y de tres estrellas, habitación base doble, por $1.620 por día.

 

 

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