Entrenar el cerebro, una costumbre que no para de sumar seguidores
Edición Impresa | 29 de Abril de 2018 | 08:55

El cerebro se involucra en todos nuestros quehaceres: al despertar, al tener hambre, al elegir la forma de vestirnos, al tener frío o calor y al procurar las necesidades más básicas y los deseos más creativos y también los más oscuros. Lo mejor y lo peor de nuestra vida está en él. Y entender qué hace nuestro cerebro ante eventos específicos, dicen los expertos, nos puede ayudar a optimizar objetivos y entrenarlo para lograr una vida mejor. ¿Pero cómo se entrena la mente? ¿Hay forma de ejercitar el cerebro y aplicar así lo que nos traen las neurociencias a nuestra vida cotidiana? Las respuestas son varias y cada una tiene una especificidad, pero todas también concluyen en lo mismo: no sólo se puede sino que es de lo mejor que podemos hacer.
“Luego de hacerme estudios completos y que me dieran todos los resultados bien, mi médico me preguntó si entrenaba el cerebro -cuenta Matías, un comerciante platense de 43 años que llegó al chequeo médico con el famoso síndrome de la “cabeza quemada”- Al principio pensé que era una broma, pero enseguida me dio un par de consejos para que aplique a lo cotidiano y ahora los hago todo el tiempo. ¿Qué cosas? Intentar utilizar la mano que no uso en determinadas circunstancias y ponerme a jugar al sudoku, algo que, aunque parezca mentira, no hice jamás en mi vida pero que me mantiene más tranquilo y menos cansado”.
No hay que abusar del alcohol y el tabaco, realizar actividad física y disfrutar del ocio
Como Matías, son cada vez más las personas que pasaron los 30 o 40 y buscan ejercitar la mente casi con la misma rigurosidad con que se mantienen en forma los brazos y las piernas. Y no es exageración: en tiempos donde entrenamiento y ejercicio parecerían sinónimos de cuerpo y superficialidad, ir más allá y ocuparse de la mente se volvió de un tiempo a esta parte una tendencia en alza entre las personas que pasaron los treinta.
Se sabe que la falta de memoria, el cansancio, el estrés o el poco rendimiento académico y laboral son monedas frecuentes y acaso inevitables de la vida cotidiana. Y, al igual que los músculos, las neuronas también necesitan cierta ejercitación mediante estímulos que les permitan estar ágiles, producir al máximo y evitar que el rendimiento cognitivo se deteriore con el paso del tiempo. Para mantenerlas en su mayor potencial no son necesarios suplementos o píldoras mágicas, también conocidos como “viagras cerebrales”, sino más bien incorporar algunos hábitos y ejercicios neuronales clave para que las exigencias de todos los días no nos encuentre con la guardia baja.
Tras largos años de debate, de estudios que dispararon polémicas en su momento y de conferencias que recorrieron el mundo, lo cierto es que ya no quedan psiquiatras o neurólogos que, a la luz de los avances científicos, no coincidan en los beneficios del entrenamiento cognitivo. Para la neuróloga platense Diana Cristalli, referencia local en todo lo concerniente a deterioro cognitivo y alzheimer, las nuevas técnicas terapéuticas como la estimulación cognitiva “son grandes avances, debido a que en esa estimulación se ejercitan las funciones mentales superiores que incluyen la memoria, la atención y la percepción”.
La experta, sin embargo, asegura que el entrenamiento mental debe ser acompañado. “Se debe tener en cuenta que, recordando los beneficios de controlar periódicamente las habilidades mentales a partir de los cincuenta, no hay que abusar del alcohol y el tabaco, realizar actividad física, mantener una vida relajada que permita disfrutar de las actividades de ocio, mantener una vida socialmente activa y, por supuesto, llevar adelante una dieta del tipo mediterránea. Todo eso es el mejor complemento para el entrenamiento mental y evitar así el deterioro cognitivo”.
Sobre esto, los propios especialistas aseguran que siempre es un mayor desafío para el cerebro hacer actividades grupales que individuales. La clave, dicen, es que sea un desafío, algo que represente una mínima dificultad, porque cuando se hace lo mismo de siempre, el cerebro no se entrena sino que automatiza y se reduce al nivel más bajo de funcionamiento. Pero también hay ejemplos sencillos y cotidianos, como por ejemplo cambiar la mano con la que habitualmente nos cepillamos los dientes. Ese simple detalle, se asegura, pondrá en funcionamiento una parte de nuestro cerebro que hasta el momento no estaba activa.
EL CEREBRO, ESE ENIGMA INTERMINABLE
Si bien son varios los que siguen creyendo que se piensa con el cerebro y se siente con el corazón, los expertos en neurociencias hace tiempo que se encargan de desmentirlo y aseguran que somos en realidad “cerebros con patas”, lo que equivale a decir que el cerebro actúa en todas nuestras emociones y, por lo tanto, puede ser entrenado para conseguir una vida más plena.
“El cerebro es un elemento social y emocional”, explica el neurocientífico Facundo Manes, quien sugiere que, como seres emocionales que somos, “no podemos negar que los sentimientos determinan nuestra conducta, de la memoria a la toma de decisiones, y como animales sociales necesitamos de nuestra capacidad de empatía para vivir en comunidad”.
Según explica el propio Manes, el bienestar es un objetivo que depende de comprender que el cerebro ha desarrollado, a lo largo de miles de años, un sistema de toma de decisiones que en ocasiones es racional, pero que la mayoría de las veces es automático. “Si no fuera por ese modo automático no podríamos sobrevivir, porque tomamos decisiones a diario, y no podemos sopesar pros y contras de todas ellas”, señala el experto.
El llamado ejercicio cerebral, o cada vez más conocido como “brain training”, es una técnica que propone generar nuevas conexiones neuronales para lograr el equilibrio y mejorar el aprendizaje. Prueba de ello es que los libros de autoayuda, que en los años noventa poblaban las librerías, de un tiempo a esta parte fueron reemplazados por aquellos que, con mayor rigor científico, hablan del cerebro como un elemento social mediante el cual se puede conseguir una vida mejor.
Según explican quienes defienden el ejercicio cerebral, los juegos de inteligencia -que tienen cada vez más sitios en la web- son un excelente método para mejorar el rendimiento cerebral. Se demostró que dedicando unos pocos minutos al día a resolver este tipo de ejercicios se mejoran aptitudes como la memoria, la deducción, la agilidad y la concentración, entre muchas otras. El entrenamiento, se explica, puede completarse con crucigramas, juegos como el ajedrez o incluso trabajos artísticos.
“Nos estamos acostumbrando a entrenar nuestro cuerpo para sostener niveles óptimos de rendimiento y bienestar, pero no le prestamos especial atención al cerebro, precisamente en uno de los momentos de mayor exigencia para él, tal y como nos muestran los incrementos de patologías asociadas al estrés y al desgaste neurológico”, explica Leandro Fernández, miembro del Neuroleadership Institute, una red de expertos en neurociencias.
Entre otros beneficios de estas técnicas aplicadas al cerebro, el especialista cita la resolución de las alteraciones del sueño, como el insomnio, el aumento del rendimiento y la productividad, favoreciendo la agilidad mental, la atención y la concentración, así como del control del estrés y la depresión, y la mitigación de patologías como las migrañas, alzheimer o el párkinson.
En principio, los especialistas recomiendan focalizar lo que se pretende hacer y, ante todo, no dividirlo en cuestiones que deban resolverse al mismo tiempo. La famosa multitarea de la que suelen alardear quienes pueden realizar varias actividades a la vez, de hecho, está muy cuestionada desde el punto de vista neurocientífico, dado que se demostró que el cerebro es incapaz de tomar dos decisiones a la vez. Al estar forzado a repartir la atención, disminuye el rendimiento y el cerebro se estresa. Para evitarlo- ya que generalmente es necesaria la concentración en múltiples cosas- los expertos proponen enfocar el tiempo de ocio en una sola actividad: leer, mirar una película, cocinar o tocar algún instrumento mejora la concentración y reduce el riesgo de deteriorar la actividad cognitiva en un 50%.
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