Otra vez sopa, el “menú” que se repite cada vez que llueve
Edición Impresa | 14 de Mayo de 2018 | 03:22

Hace tiempo ya que la palabra “lluvia” en la ciudad de La Plata es sinónimo de inundación. “Otra vez sopa”, podría ser la primera y facilista conclusión del habitante medio platense.
Casi que no importa ya la cantidad de milímetros caídos, ni la intensidad con la que llueve en una, dos, doce o veinticuatro horas. El resultado parece que siempre es el mismo: calles anegadas -en muchos casos transformadas en verdaderos ríos- barriales que meten miedo en las zonas periféricas y como colofón, el hastío de aquellos que ven como el agua ingresa en sus hogares perdiendo, muchas veces, lo poco que con esfuerzo lograron construir.
El vecino, a fuerza de reponerse de los golpes cada vez más frecuentes de la madre naturaleza -finalmente- comienza a comprender que aquello del cambio climático no es la “chifladura” de los científicos, sino que es una realidad dura y palpable.
La trágica catástrofe de 2013 dejó, además de bronca, dolor e impotencia, unas cuántas lecciones que aprender.
La primera y más palpable es que la Ciudad necesitaba urgentemente obras para atenuar -no evitar- futuras inundaciones.
Cinco años después las obras del llamado “Plan Maestro” han avanzado con diferente suerte. Algunas fueron terminadas; otras suman retrasos y una porción todavía no pasaron del periodo de licitación.
Algo de esto padecieron en las últimas horas los vecinos de la zona sur de la ciudad. Las obras en el arroyo Maldonado, que desbordó y causó la inundación, comenzaron desde la desembocadura en el Río de La Plata, hacia arriba. Hoy están a la altura de la calle 1. Nada se hizo sobre el curso superior de ese arroyo.
Y lo que es más llamativo aun: frente a todos los pronósticos de copiosas lluvias, la mayor queja de los vecinos apunta a la falta de limpieza de los arroyos en las zonas suburbanas, pero también de los sumideros en el Centro. Para que quede claro: las obras son necesarias, pero también resulta de elemental lógica el posterior trabajo de mantenimiento.
Aunque, más allá de la finalización de las obras, lo que la Ciudad en su conjunto se debe es un debate serio y profundo sobre la forma en la que suponemos, debe crecer la capital de la provincia de Buenos Aires.
¿Es lógico mantener el actual sistema que limita la construcción en altura en los barrios?
Vista desde el aire, la ciudad es una inmensa mancha chata que a lo largo de los años creció sin control ni planificación alguna. Y si a esa mancha se la estudia con detenimiento, se verá como deficiente en la prestación de servicios, con calles de tierra, falta de desagües y de cloacas.
¿No sería económicamente más redituable y funcional concentrar población y los servicios, en lugar de insistir con la expansión territorial?
Tal vez, con la sola revisión del actual Código de Ordenamiento Urbano se encuentre otra forma de trabajar contra las inundaciones.
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