El Mundial entre la economía, la política y la vida cotidiana

Edición Impresa

JULIA HANG
Socióloga, FaHCE-UNLP/CONICET

RODOLFO IULIANO 
Sociólogo, FaHCE-UNLP

Cada cuatro años, el Mundial se nos presenta como una arena desde la cual pensar algunas dimensiones de nuestra sociedad, como la economía, la política o la vida cotidiana. Si lo abordamos como instancia mercantil, podemos observar cómo las grandes corporaciones disputan la rentabilidad que genera este megaevento global a través de campañas publicitarias. La principal cervecera “nacional”, propiedad de una empresa brasileña, lanza su campaña identificando su política comunicacional de refundación de la marca a partir de un retorno a una argentinidad originaria, con la necesidad de reconstruir el lazo de confianza del pueblo con su selección. Las empresas televisivas también intervienen en esta disputa de mercado, como es el caso de la cadena que lanzó un spot para instalarse como “canal autorizado” en la transmisión del mundial, apelando a una estrategia provocadora de identificación del “amor entre hombres” con la afición argentina al fútbol. La invisibilización de las aficiones femeninas, la banalización de la persecución política a las comunidades LGBT en Rusia y la composición socarrona de imagenes de “amor entre hombres” que niegan, estigmatizan y ocultan las múltiples experiencias de amor homosexual, generaron fuertes protestas, el levantamiento del spot y la producción de una controversia pública que tuvo como efecto la instalación de la marca.

El mundial promueve también aguerridos debates políticos. Es común encontrar posiciones desde las cuales ganar el mundial significaría un triunfo político del gobierno de Macri. De manera contraria, encontramos la idea de que quedar afuera del mundial en una primera ronda llevaría necesariamente a una crisis política. Sabemos, por la experiencia histórica, que no existe una correlación directa entre acontecimiento deportivo y capitalización política. Sin embargo, la amplia circulación de esta creencia podría tener efectos sociales y orientar los cursos de acción de la clase política. Al mismo tiempo, intelectuales y periodistas con un tono iluminista, nos invitan a estar atentos para que el mundial no “tape” otras cuestiones sociales que tendrían lugar durante esos días.

Finalmente, aparecen las apropiaciones y experiencias de los aficionados, quienes organizan sus vidas cotidianas atendiendo a los fixtures. Los asalariados movilizan sus acotados márgenes de libertad para organizarse en sus trabajos y participar como espectadores de los partidos de su interés. Se organizan prodes. Las instituciones formales modifican sus cronogramas de actividad en función de las fechas en que “juega la selección”. En definitiva, si tomamos en cuenta su carácter repetitivo, simbolizador y regulador de las acciones, el mundial expresa una dimensión ritual que más que reflejar a la sociedad y sus manifestaciones culturales, las produce, crea relaciones, instala debates, promueve sensibilidades y emociones, que no son ajenas a las estrategias económicas y políticas de los poderosos, pero que a la vez son siempre disputadas, contestadas y utilizadas por los aficionados, espectadores e hinchas.

 

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