Robos, golpes y vandalismo en una fundación que asiste a jóvenes en Seguí

Una de las bandas que actúa en la localidad atacó a la comunidad terapéutica “Volver a crear”. Rompieron vidrios e intentaron ingresar

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Tras sufrir el tercer ataque en lo que va del año, y un número no precisado de robos, desde la comunidad terapéutica “Volver a Crear” piden algún tipo de solución para ponerle un freno a las patotas que tienen en vilo a la localidad de Arturo Seguí.

El de ayer fue otro de los incidentes que, asegura Ariel Solé, el sacerdote que está a cargo del centro de rehabilitación, se viven de manera constante en la vecindad.

“El hecho fue similar a otros que hemos vivido con anterioridad, el problema son las bandas, que entran a las casas, a las escuelas, rompen negocios, pelean en las calles. Que transitan por la zona, y este vez nos tocó de nuevo a nosotros”, sostuvo en diálogo con este diario.

A pesar de haber padecido más de un episodio, Solé aseguró que no se consideran “un blanco predilecto” de los delincuentes.

El caso concreto de ayer comenzó a las 6 de la mañana, con un asalto a uno de los operadores terapéuticos que además cuidan la casa ubicada en 411 y 153.

En ese sentido, el cura señaló que cuando el trabajador se encontraba en la entrada del lugar, donde hay un portón que se deja siempre abierto, “pasó una banda, de unos 20 chicos, y lo asaltó. Él alcanzó a darles la mochila con todas sus pertenencias y se pudo meter corriendo al terreno”.

Luego, en una especie de represalia sin sentido, la patota empezó a “tirar piedras de todo tipo, grandes, medianas. Una verdadera lluvia de cascotes con la que rompieron un vidrio”.

Enardecida, la turba ingresó al patio con claras intenciones de seguir vandalizando el inmueble, pero entonces comenzaron a salir los jóvenes que se hallan realizando tratamiento de recuperación.

“Actualmente hay 60. Cuando vieron que eran muchos más se fueron corriendo. De no haber sido así, vaya uno a saber cómo iba a terminar esto”, lamentó el religioso.

La finalidad de “Volver a Crear” “es la rehabilitación en la vida, partiendo de la problemática del consumo de droga, que no el problema más grande que tienen, aunque es lo primero que hay que atacar”, indicó el clérigo. “El tratamiento termina cuando está física, jurídica y socialmente ubicado. Nadie se va, no se les da el alta, sin estar con trabajo y una red que lo contenga. “, añadió.

“No eran los mismos de la otra vez”, coinciden Solé y Lucas, uno de los chicos que está hace más de un año en la institución.

Las últimas dos agresiones son bien recordadas por ambos. Como reflejó este diario entonces, una acaeció el 30 de enero, cuando integrantes de la comunidad caminaban por la calle 411 hacia la iglesia que está a la altura de 146 y fueron interceptados por un grupo de jóvenes.

Tras insultarlos, algunos les lanzaron piedras con una honda, otro los amenazó con un cuchillo y un tercero golpeó a uno de las víctimas con un fierro.

El incidente restante tuvo lugar en la casa. Desconocidos se metieron por el fondo y corrieron a con armas blancas a todo aquel con quien se topaban.

En los negocios de la zona, la situación no difiere mucho de lo relatado por el sacerdote. Algunos de los comerciantes consultados aseveraron que durante la semana “es común ver corridas o que entren de arrebato y se lleven mercancía”.

Los delitos vienen para quedarse”

Solé aseguró que los responsables de todos los incidentes “son gente de Arturo Seguí”.

“Es gente de acá. No sé cuántas bandas hay, pero yo identifiqué tres grupos de agresores distintos y circunstanciales. Podría ser un problema nuestro con un conjunto particular de jóvenes, que puede pasar, por alguna bronca. Pero acá no hay antagonismo”, refirió.

En esa línea, explicó que “el chico de acá está internado y cuando sale se va a su casa, no se integra a las actividades barriales. Es más, no son de Seguí”.

Y, si bien resaltó la tarea de la Policía, manifestó la necesidad de contar con un sistema de prevención: “Hace casi 30 años que estoy acá. Y veo que cuando un delito viene, lo hace para quedarse. Por ejemplo, antes no se vendía droga y cuando empezaron, se instalaron y se quedaron. Lo mismo pasa con los robos en las paradas de colectivos o con las entraderas”.

“Es una evolución. Cuando empieza una modalidad delictiva no desaparece, es recurrente”, lamentó.

 

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