Los desafíos de la escuela
Edición Impresa | 4 de Junio de 2018 | 01:51

TAMARA SPARTI
Lic. y Prof. en Psicología. Orientadora vocacional
En los últimos años, en la ciudad de La Plata asistimos a un
fenómeno novedoso: la proliferación de propuestas de educación alternativa. Se han multiplicado las ofertas de métodos no convencionales de enseñanza. Muchas familias eligen para sus hijos esta modalidad, en lugar de las escuelas tradicionales.
Padres y madres celebran que sus hijos e hijas se acerquen a las diferentes asignaturas a través de las artes plásticas, la música, la literatura o el yoga. Propuestas que cuestionan la gradualidad de la enseñanza, priorizando (al menos desde el discurso) el tiempo y el modo particular de aprender de cada niño, niña o joven.
También se cuestionan los lugares del docente y del alumno, planteando cierta horizontalidad en el vínculo. Muchas de estas propuestas, de hecho, no hablan de docentes, sino de facilitadores, dando un nuevo sentido a la circulación del saber.
Varias de estas instituciones no se encuentran reconocidas por el Ministerio General de Cultura y Educación, es decir que quedan por fuera de la formalidad del sistema educativo.
Muchas veces funcionan en las casas de quienes lanzan el proyecto, en espacios no destinados específicamente a tales fines.
Muchos de quienes trabajamos en escuelas de educación formal, nos venimos preguntando acerca de esta nueva realidad en las elecciones de la escolaridad, ya que creemos que algunas de las condiciones del sistema tradicional han favorecido la construcción de una sociedad de sujetos responsables, respetuosos y solidarios, comprometidos con su realidad y con su época, contando con un bagaje intelectual que les ha permitido el accesos a niveles superiores de enseñanza.
Comprendemos, en principio, que esta situación se viene dando en el contexto de la puesta en cuestión de “saberes amos del siglo XX” (la Medicina alopática, por ejemplo, las Psicoterapias en sus formas más convencionales) y en este sentido, la escuela, del modo que la comprendíamos y en sintonía con la valoración de esos amos- no podía escapar. Podemos mencionar también como marca de época el cambio en el vínculo entre padres e hijos. Observamos el quiebre de la asimetría de lugares, indiscutible en otros tiempos.
Ahora bien, la escuela, como lugar privilegiado de producción de pensamiento, como institución dinámica y promotora de sujetos críticos, debe estar a la altura de las circunstancias y debe sentirse interrogada por la coyuntura.
¿Quiénes quedan “por fuera” de nuestras propuestas o de nuestras prácticas educativas? ¿De qué estrategias disponemos, para incluir de algún modo a los niños que no se avienen al dispositivo escolar? Es necesario sostener preguntas, cuyas respuestas, siempre provisorias, nos guíen en la construcción de nuevos modos de abordaje, de propuestas educativas que garanticen la igualdad, a la vez que alojen la diversidad, las singularidades. Este es el mayor desafío de la escuela hoy.
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