Del loco del balinazo a un presunto mensaje mafioso

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El 15 de noviembre pasado, una vecina, quien se identificó como Nadia Mariscal, contó que estaba sentada en un banco de Plaza Paso tomando helado con sus niños cuando sintió un impacto en la cara. Era un balín de un arma de aire comprimido. Alguien le había disparado, se presume, desde un edificio lindero. La situación encendió la alerta sobre la presencia, en pleno Centro, de un desequilibrado con intenciones de provocar daño.

El episodio aparece mencionado por testigos e imputados en la causa por el crimen de Juan Farías. Nadia Mariscal fue su última pareja. Entre quienes orbitaban en el presunto circuito criminal develado a partir de esa muerte, no había un loco con un arma, sino que esa tarde, alguien presuntamente empuñó una pistola para mostrarle a la mujer, a través de un proyectil de plomo, que el asesinato ocurrido 7 años atrás no la excluía de esa historia ni le quitaba responsabilidades ante lo que hoy se delinea como una temeraria banda mixta de ladrones y policías con apoyatura en Tribunales. Según la fiscal Lacki, a Farías le dieron tres balazos mientras buscaban en su casa, con Mariscal presente, el botín de un robo no autorizado por sus jefes.

 

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