El centro de la Ciudad ya se transformó en un mapa de riesgo por las veredas “dinamitadas”

Pozos, vallas, faltantes de tapas y diversos obstáculos transforman en una peligrosa travesía el simple propósito de caminar

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Por las veredas de La Plata es muy difícil caminar. Y para los vecinos con movilidad reducida, disminución visual o con cochecitos de bebé, salir a calle a pie es todo un desafío. La vía pública está destruida, pero ya no sólo con las baldosas levantadas; también con pozos, producto de obras que las empresas de servicios públicos no concluyeron y de tapas, de esas mismas firmas, que desaparecieron y quedó el hueco. Hay cuadras del centro platense que parecen detonadas y si se observan con un poco de detenimiento no se comprende cómo todavía no ha ocurrido un accidente grave.

La lista de veredas destrozadas es larguísima. Pero EL DIA, a partir de un relevamiento por las zonas céntricas de la Ciudad, advirtió que en algunas cuadras hay que tener un enorme cuidado al circular: la esquina de 12 y 47, donde hay un hueco profundo señalado con ramas por los vecinos en un intento de evitar que alguien se lo lleve por delante; 48 entre 2 y 3, de la mano de los números impares, con un pozo generado por la falta de una tapa de la red de agua corriente al cual, para hacerlo visible, se le colocó un cascote.

No zafa ni el microcentro, zona por demás concurrida por peatones. Un lugar rodeado de casas bajas de estilo tradicional, edificios de departamentos y numerosos comercios, la cuadra de 50 entre 10 y 11 -del lado de los números pares- parece haber sido blanco de una granada. Casi todo el ancho de la vereda fue ganado por un pozo ancho y profundo que bordean losas rotas o faltantes. Ahí, encima, ninguna señal previene de un posible tropiezo.

Otro sector de la Ciudad que llama la atención por el estado de las veredas es el que rodea la entrada de la basílica San Ponciano. En ese caso, además de constituir las depresiones del suelo un peligro para los transeúntes, un patrimonio histórico como el templo de 48 y diagonal 80 -el primero levantado en La Plata-, visitado por turistas, queda depreciado en medio de ese contexto de roturas y faltantes.

A lo largo de un centro comercial

También es llamativo lo que ocurre en el centro comercial de 12. Desde 54 a 60, casi no hay tapa de Absa situada sobre la línea municipal que cubra la cámara que está por debajo de la vereda. Esas faltantes se multiplican, incluso, a lo largo de una sola cuadra en una zona muy transitada por los peatones.

La cuadra de 10 entre 51 y 53, frente al Teatro Argentino, es otro ejemplo de desidia. Apenas se avanzan 20 metros hacia cualquiera de los sentidos de la calle y se advierten baldosas levantadas y pozos.

Una vecina de la zona de la Terminal se quejó, concretamente, por las condiciones de la vereda en la esquina de 44 y 2. “Hay pozos, alguna valla por una reparación. Esto es desde hace mucho. Para mí, que uso bastón, es imposible caminar por ahí”, planteó Marta Faedi, de 82 años.

Quienes tienen su propia vara de medición del estado de las veredas son las personas que asisten cotidianamente a la Fundación Tiflos, un centro de rehabilitación de ciegos y disminuidos visuales. “Salir a la calle para nosotros es salir a una carrera de obstáculos”, comparó el secretario del consejo de administración de la entidad, Mario Córdoba.

La institución tiene su sede en 22 entre 32 y 33 y hace unos meses ocurrió un hecho que alarmó por completo a esa comunidad: la instructora de Braille, que concurre todos los días a la parada de micros de 32 y 23, tropezó y metió la pierna hasta la rodilla en una cavidad formada por la falta de la cubierta de la boca de tormenta. A raíz de las lesiones que sufrió por la caída terminó internada. “Después de eso colocaron una tapa de madera, de lo más improvisada, y sigue el mismo peligro”, señaló el dirigente de Tiflos.

Córdoba es disminuido visual, y su mujer, no vidente. El matrimonio tiene su mayor problema, todos los días, en la puerta de su casa, concretamente en la cuadra de 76 entre 5 y 6, donde Edelap realizó trabajos hace un tiempo y dejó la vereda abierta, con una valla que a veces se vuela. “Tenemos que tener un cuidado enorme cada vez que salimos; porque es muy fácil llevarse por delante el pozo de un tamaño en el que entraría una persona”, indicó Córdoba.

 

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