El Lobo no encontró los caminos al gol, fue permeable atrás y lo pagó muy caro
Edición Impresa | 26 de Agosto de 2018 | 06:26

Por NICOLÁS NARDINI
nnardini@eldia.com
El contexto en el que juega y jugará Gimnasia a lo largo de la presenten temporada de la Superliga pone al equipo de Troglio en una permanente olla a presión. Es que la pelea que deberán dar los mens sana para engrosar sus promedios y no luchar en la zona más temida, no deja el más mínimo resquicio para dar ventajas. Muchos menos cuando el equipo juega en casa. Cada punto cotiza valor oro y todo Gimnasia lo tiene claro.
Por eso, la derrota en 60 y 118 contra Talleres resulta especialmente dolorosa. Porque marcó, de manera prematura, la pérdida del invicto en su terruño, un dato nada alentador para un equipo que por sobre todas las cosas debe hacerse fuerte en su casa para dar la talla en una batalla que será titánica cuando el campeonato entre en etapa de definiciones, tanto arriba como abajo.
Los puntos que se escapen hoy, pueden resultar dolorosos mañana. El Lobo dejó que se fueran hacia la Docta los tres que se pusieron en juega en la soleada tarde del Bosque por impericia propia y, a partir de ciertas ventajas , por virtud de un rival que cambió gracias a las variantes y se iluminó con el ingreso de un jugador distinto como Maroni.
PRESIÓN DISCONTINUA Y FALTA DE EFICACIA CERCA DEL ARCO RIVAL
Gimnasia apostó a un esquema flexible. Mostró un módulo 4-1-4-1 a la hora de defender, que mutó en un 4-3-3 al momento de atacar. El costado flaco de este dibujo es el retroceso por las bandas. El equipo de Troglio dejó muchos espacios a los costados de Rinaudo y allí la “T” supo construir sus mejores momentos con el balón, al desprender sus hombres por ambas bandas.
Oreja, sobre todo, y Melluso, se vieron atacados en inferioridad numérica en varias ocasiones. Allí crecieron las acciones de los marcadores centrales, que en plan solidario, supieron cubrir esos espacios vacías que el sistema generó.
Pero lo más preocupante del equipo fue la intermitencia de su juego de presión. Los conjuntos de Troglio suelen ser reconocidos por su intensidad: achique de espacios, líneas juntas y transiciones rápidas. Ninguna de esa tres variables funcionó de manera aceitada ayer.
Al Lobo le costó ocupar los espacios. No consiguió llevar a su rival a su propio campo más que por escasos minutos, al tiempo que la circulación de pelota careció de profundidad en general. En las ocasiones en que, de manera excepcional, lo logró, se produjeron las mejores situaciones de gol. La de Piovi en el primer tiempo, la más clara.
EL SOLITARIO SILVA Y EL AGRANDE DEL HUÉSPED
Otra vez se vio a Silva demasiado aislado. Ni Rosales ni el Monito Gómez desnivelaron en la medida de lo esperado. Ayala sigue en versión cámara lenta y Rinaudo no está para esas lides. Entonces, el Tanque sucumbió a la tentación de bajar a tomar la pelota y, con ello, abandonó la zona central del ataque. Ergo: el equipo se quedó, en muchas pasajes del juego, con un escaso o casi nulo poder ofensivo.
La mejor ráfaga albiazul se vio en los primeros diez minutos del complemento. Los de Troglio salieron con decisión a imponer condiciones. Pero fue sólo un arrebato. Con el paso de los minutos todo se diluyó y la visita pasó a manejar mejor la pelota.
El ingreso de Maroni, un jugador distinto, marcó un punto de inflexión. El Lobo fue permeable y Alexis Martín Arias, otra vez gigante, no pudo ante llegadas tan francas de los hombres de la “T”. Cubas rompió la paridad y el partido. El Lobo no encontró la vuelta para ponerse en juego y, al final, ya jugado, el tripero recibió una última estocada para un 0-2 un tanto exagerado. Cayó ante su gente y la imagen final resultó desdibujada. Tendrá que barajar y dar de nuevo. Sin tiempo que perder.
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