Saber comprender

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Por DR. JOSE LUIS KAUFMANN
Monseñor

Queridos hermanos y hermanas.

Tener la capacidad de comprender a las personas es una característica propia de quienes se conocen a sí mismos, sobre todo en cuanto a sus propias debilidades y pecados, y que además poseen la aptitud de amar sin hacer acepción de personas.

Es posible que todos hayamos tenido alguna vez la necesidad de que alguien nos escuchase y compartiese nuestras angustias o alegrías, o nos comprendiese en el silencio. Si entonces pudimos experimentar la comprensión seguramente también hemos sentido alivio, mayor tranquilidad y paz interior. Pero, si bien es muy agradable ser comprendido, ¿somos capaces de comprender a los demás?

La comprensión es la actitud tolerante que busca considerar naturales o justificados los comportamientos de otro. Entonces la comprensión va más allá de entender las motivaciones o circunstancias que rodearon el hecho, es decir que no basta con tener conocimiento de lo sucedido sino que es necesario un acto de amor comprensivo.

La justificación es un modo de disculpar, y la comprensión nos lleva necesariamente a proponer, sugerir o establecer los medios que lo ayuden a vencer el estado por el que está pasando

 

Podría darse que un amigo, un familiar, un superior o un subalterno procediesen habitualmente con displicencia, o inmadurez, o cometa errores frecuentes por su impulsividad. Mientras tratamos de justificar tales actitudes por su edad, por su voluntad debilitada o por algún defecto psíquico, buscamos la forma de ayudarlo a superar tales hechos. La justificación es un modo de disculpar, un atenuante que permite ubicar el problema con precisión, y la comprensión nos lleva necesariamente a proponer, sugerir o establecer los medios que lo ayuden a vencer el estado por el que está pasando.

Por lo tanto, no debe confundirse comprensión con sentimentalismo, ya que mientras la comprensión es activa y en bien del comprendido, el sentimentalismo es pasivo e inútil. El ser comprensivos no significa ser condescendientes con lo sucedido, sino que se traduce en una confiada ayuda sin ostentación.

Ver con cierta naturalidad las actitudes de los demás, es igual a tener conciencia de nuestra propia fragilidad, de tener la convicción de que no estamos exentos de cometer errores, y de ser solidarios en el servicio generoso a cuantos están abiertos a ser ayudados.

Jesús ha comprendido a los pecadores, incluso a quienes fueron sus verdugos; y a todos les ha ofrecido una mirada, un gesto, una palabra, para otorgarles la paz, el perdón, la salud, la conversión.

Cabe recordar la actitud comprensiva del Señor Jesús en las bodas de Caná de Galilea (Jn 2, 1-12), con la multitud que lo seguía sin tener qué comer (ver Jn 6, 1-13), con el enfermo desde hacía 38 años en la piscina de Betsata (Jn 5, 1-18), con Zaqueo que quería conocerlo (Lc 19, 1-10), con la mujer adúltera (Jn 8, 1-11), con el ciego de nacimiento (Jn 9, 1-11), y con tantos otros, cuyo número es incalculable.

La comprensión es un modo de ser, que se vive día a día, en todo momento, con todas las personas, y las cosas pequeñas y en toda circunstancia. Sólo es necesario saber escuchar, no hacer juicios apresurados, saber discernir si es abulia, descuido, impulso... buscar las posiciones y opciones de solución, dar el consejo y proponer una estrategia o facilitar los medios al alcance de la persona.

¡Aprendamos a ser comprensivos! ¡Seamos generosos y sepamos disculpar! ¡Tengamos confianza en los demás!.

 

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