Del deseo al estorbo

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En los años 70 y 80, en La Plata no todas las casas tenían teléfono. Más aún, había barrios enteros en los que el cableado nunca llegaba.

Tener el aparato negro, con disco giratorio y cable enrulado, era un beneficio de no muchos. Tanto, que en los avisos clasificados de las casas en venta, se aclaraba “con teléfono”. Y con ese accesorio el valor de la propiedad, claro, se encarecía considerablemente. Y si el teléfono era de los blancos que se veían en las películas, ya era un lujo.

Estas carencias originaban curiosos comportamientos sociales. Si alguien en el barrio tenía teléfono, se ofrecía entre sus vecinos más cercanos como receptor de llamadas de urgencia. De urgencia y de no tanta. Y si era para hacer un llamado, las buenas costumbres indicaban dejar billete o monedas sobre la mesita en que se apoyaba el bien tan preciado. “Para Buenos Aires hay una demora de dos horas”, era una de las respuestas más odiadas de las antiguas operadoras. Ni soñar si se quería llamar estando de vacaciones, por ejemplo, en Mar del Plata. Comunicarse en movimiento, ni hablar. El protagonista de “El Detective Millonario”, una serie de TV interpretada por Gene Barry, asombraba a todos al usar el teléfono de su Rolls Royce. Era, casi, ciencia ficción.

Hoy, aquel objeto del deseo pasó a ser para algunos un estorbo. Algo por lo que se paga y casi no se usa. Y su “muerte” anunciada, es casi como una “venganza” de los miles que por aquel entonces no lo podían tener.

 

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