Una historia de amor incondicional con la escuela pública y sus alumnos

Edición Impresa

Sandra Calamano era madre de una chica de 16 años y de un chico de 13. El menor tuvo que ser retirado por el padre durante el sepelio. Entró en crisis.

La chica es miembro de la orquesta escuela que los sábados ensaya en la Primaria 49.

Su mamá era una defensora a ultranza del programa de orquestas escuela, a punto tal que ayer circuló un video en el que la vicedirectora habló ante cientos de jóvenes y profesores de esas formaciones que, en abril de 2016, se manifestaron frente al ministerio de Educación de la Nación para oponerse a los recortes que se empezaron aplicar sobre las mismas.

“Se les dio un derecho que ustedes están ejerciendo para mejorar y los profesores de las universidades para enseñarles. ¿Cómo les van a decir ahora que les quitan esa posibilidad de formarse, de crecer? ¿Y por qué no les dan a los profesores la posibilidad de devolverle a la comunidad lo que ellos recibieron de la universidad pública?”, improvisó Sandra ante una multitud de chicos y chicas con sus violines y otros instrumentos, que rompieron en una ovación.

Pero Sandra iba más allá. Creó un taller de reciclado para que otros niños y niñas también vayan el sábado a la escuela. Era una forma de contenerlos y de asegurarles una comida caliente al día.

“Se desvivía por la escuela y los alumnos. Ponía plata de su bolsillo para comprar las cosas que faltaban. Se quedaba después de hora. Era pura vocación”, relató ayer, entre lágrimas, una compañera.

 

Las noticias locales nunca fueron tan importantes
SUSCRIBITE