Las estatuas sonoras de La Plata

Conjuntos escultóricos que cantan y transmiten crónicas de la Ciudad. Las arpas en el Conservatorio Gilardo Gilardi y la Máquina de Macedonio en Meridiano V

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Subordinada a su dominante genética racional, a la aritmética y a la geometría que disciplinan su identidad, La Plata decidió esperar que se cumpliera su centenario para inaugurar acaso la primera escultura moderna o de vanguardia, el Monumento a la Ingeniería que se encuentra en 7 y 528, creado por ese artista singular que fue Gyula Kosice. La cultura popular bautizó a esa enhiesta figura hídrica como “El Rulero”.

Está claro que la historia de la escultura en la Ciudad incluye artistas de renombre, aunque la mayoría de ellos fueron autores de obras clásicas. Supervive y sobresale el maestro Ricardo Dalla Lasta: “yo soy un figurativo con simbologías abstractas, busqué siempre una síntesis”, dijo alguna vez en estas columnas.

Hay esculturas de Dalla Lasta en la ciudad de Buenos Aires y en otras del país. En La Plata es autor del “Mariano Moreno” en la plaza homónima; del “Quirón” que presidía al desaparecido Centro Oncológico de Excelencia; del “el Monumento a la Madre”, en la escuela Anexa; de “Las Manos”, de 6 y 51; del retrato de Dardo Rocha en 13 y 32; del “Balbín” que recuerda al político radical en el Cementerio y del “Monumento al Gaucho” a la entrada de la ciudad, entre otros.

Ahora se perfila una generación novedosa de artistas interdisciplinarios. Uno de ellos, Juan Pablo Pettoruti (1987) -que es compositor y músico de profesión- decidió que sus conjuntos escultóricos hablen y hagan música. Ya hay dos erigidos en La Plata y el curioso puede ubicarse frente a ellos para escuchar relatos o melodías.

“AGUAFUERTE”

Sobrino nieto del afmado pintor platense Emilio Pettoruti, este joven Juan Pablo, casado con la alemana Anika Willemsen, con dos hijos, Emilio y Lasse, estudió primario y secundario en el Colegio Centenario y luego en Bellas Artes, para especializarse luego en el Conservatorio de Música de Lübeck, de Alemania.

El arte en el mundo tiende a unificarse, a disipar fronteras entre la literatura, la pintura, la escultura o la música. Hace poco Pettoruti compuso “Aguafuerte”, un conjunto escultórico que hace música y cuenta relatos con voces grabadas por gente platense, que sufrió la inundación del 2 de abril de 2013.

La obra se hizo con tres o cuatro arpas que formaron parte del lote de instrumentos del Conservatorio Gilardi -en cuyo jardín puede verse a “Aguafuerte”- que se inundaron ese fatídico día en el sótano de la entidad y que no pudieron ser recuperados para uso musical.

La obra cuenta con un panel de energía solar. Cuando el sol le da de frente surgen diversas sonoridades musicales y, también, relatos de gente que cuenta historias del día de la inundación.

La otra obra escultórica de Pettoruti se expone en los jardines de la estación Meridiano V y se llama “La máquina de Macedonio”, en homenaje al escritor Macedonio Fernández.

“Se trata de una estructura metálica emplazada al aire libre, a través de la cual ya suenan, día y noche, voces de diferentes mujeres narrando historias, que llevan al oyente a dar breves vistazos a través de diversas realidades”, dijo Pettoruti.

“La instalación sonora tiene como objetivo llevar a la máquina de narrar al plano audiovisual”, añade el artista, que luego alude a la inspiración de esa obra, “basada en la novela “La Ciudad Ausente” del escritor Ricardo Piglia y en la mítica historia de amor Macedonio Fernández y su esposa Elena”.

Cabe señalar que en ambas esculturas el autor contó con la también creativa colaboración de Amalia Canale y Juan José Pettoruti.

Pettoruti añadió que “La máquina de Macedonio” fue vandalizada a poco de ser emplazada. “Sin embargo, con el correr del tiempo ese fenómeno ya no ocurre y se la respeta”.

Hace un tiempo, en este mismo espacio, Dalla Lasta no sólo lamentó los actos de vandalismo que las afectan, sino el hecho de que, últimamente, el área de cultura municipal las pinta: “Este es otro grave problema que tenemos en La Plata. Las esculturas deben mantener el material original con que fueron hechas, sin pinturas de ninguna naturaleza. Sólo al bronce se le puede dar una pátina color estaño. Acá hemos criticado lo que se ha hecho con algunas estatuas, al pintarlas. Es una barbaridad. Nos hemos quejado desde la Asociación Argentina de Artistas Plásticos. Hace un tiempo logramos parar un trabajo de pulido que se hacía sobre el monumento a San Martín con un tratamiento muy agresivo. Hay esculturas hechas en mármol de Carrara que las pintaron con pintura blanca. Esto equivale a quitarle la piel a las estatuas…Pintaron la Agricultura de color blanco y de color dorado las estatuas de la plaza Moreno”, dijo.

EL CRUCE DE FRONTERAS

Corresponde recordar que son muchos los escritores, pintores y músicos que -a pesar de haber obtenido amplios reconocimientos en una de esas especialidades- cruzan la frontera y se lanzan a practicar en alguna otra de las disciplinas artísticas.

Es también llamativa la enorme cantidad de escritores que aman y se dedican a la pintura. De acuerdo a algunos críticos, ello demostraría la preponderancia de la mirada (por sobre el oído), como instrumento dominante de percepción por parte de los escritores. García Lorca decía que, en general, los poetas eran muy “cromáticos”.

Entre nosotros debe mencionarse a Ernesto Sábato: “La pintura fue mi primera pasión, desde la niñez, cuando aún no sabía leer ni escribir”, dijo poco antes de morir. Pero muchos otros escritores intentaron transmitir también su sensibilidad a través de los pinceles y las telas, como Pablo Neruda, Aldous Huxley, William Blake, Jean Cocteau, Herman Hesse, Rafael Alberti o Allen Ginsberg.

Alberti concluyó así un conocido poema que dedicó a la pintura: “A ti, armónica lengua, cielo abierto,/ descompasado dios, orden, concierto,/ raudo relieve, lisa investidura.// Los posibles en ti nunca se acaban./ Las materias sin términos te alaban./A ti, gloria y pasión de la Pintura”.

El arte tiende a disipar fronteras entre la literatura, la pintura, la escultura o la música

 

¿Y con la música? Con la música pasa lo mismo. Son centenares los escritores que para crear necesitan, como fondo, un concierto de Bach o de Vivaldi.

Pero Miguel Pérez Martín, en su artículo “Lorca, músico antes que poeta” sintetiza mejor: “Si te fijas en los primeros escritos de Lorca, tanto en prosa como en verso, hay muchísimas referencias musicales: compositores, formas, elementos musicales… Federico en su adolescencia tenía en mente ser músico e irse a París a estudiar. La obra de Lorca tiene muy presente en su estructura una rítmica muy acentuada que se acerca mucho en su construcción de los versos a la rítmica musical”.

“El poeta quiso ser músico antes que literato, estudió piano y fue alumno de Manuel de Falla. Su obra está plagada de referencias musicales y sus versos llevan una música callada escondida”, añadió.

Ahora, en La Plata, se irá eclipsando el silencio de bronce y de piedra de sus estatuas. El arte nuevo, al cual suscribe Pettoruti, propone que las estatuas canten, emitan música o reproduzcan crónicas de la ciudad en donde están emplazadas. El agua pasa bajo los puentes y todo cambia.

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