Valiosa combinación de resocialización y solidaridad con presos
Edición Impresa | 7 de Agosto de 2018 | 01:50

La información ofrecida en este diario acerca de que los presos de la cárcel de Magdalena fabricaron muebles para donarlos al Hospital de Niños -en tanto que un vecino platense se hizo cargo de pagar el costo de los materiales- constituye una acción ponderable, digna del mayor de los elogios. A su vez, en el caso de los detenidos en el penal, permite también extraer conclusiones positivas que pueden mejorar el sistema carcelario, caracterizado, lamentablemente, por los incumplimientos del Estado en lo que se refiere a la resocialización de los internos.
Tal como se informó, unos 40 presos de la Unidad 28 de Magdalena pusieron su mente y su trabajo en la fabricación de muebles que construyeron con aportes de las campañas que organiza el vecino platense conocido como el “Batman Solidario”, que viene realizando en la Ciudad una intensa campaña benéfica a favor del Hospital de Niños y de otras entidades.
Los internos hicieron mesas de luz y para comer, con motivos infantiles. El jefe de talleres de la Unidad 28, sostuvo que fue fundamental contar con el apoyo de la dirección de Trabajo Penitenciario, del departamento regional de Cultura Laboral y con las autoridades del penal. Con la experiencia de haber confeccionado muebles que se donaron a jardines de infantes de Magdalena, personal de penal se acercó al Hospital de Niños para proponer el trabajo de los internos. Allí tomaron contacto con “Batman Solidario” que se encargó de donar el dinero para la compra de los materiales.
Se precisó que los presos fabricaron 20 mesas de luz y 10 mesas con rueditas, que son las que se utilizan para darles de comer a los niños internados. Además se hicieron 10 juegos de puf. Todos los muebles que se construyeron en las áreas de carpintería y herrería fueron destinados a las salas de infectología, trasplante de médula y oncología del hospital pediátrico platense.
Lo cierto es que, cuando se habla de la problemática penitenciaria, se pone el acento, generalmente, en el tema de la superpoblación que, por supuesto, es el más grave y seguramente el que engendra muchas otras ilegalidades y deficiencias. Sin embargo, la falta de opciones laborales y recreativas para los presos tendría que ser, dentro del panorama general, uno de los aspectos que debieran merecer una mayor atención por parte de las autoridades.
En forma reiterada los especialistas han señalado que, si los presos tuvieran suficientes alternativas para desarrollar trabajos y estudios dentro de la prisión, se estaría más cerca de cumplir con el objetivo de su resocialización. Existen experiencias que demuestran esta hipótesis. El grado de conflictividad en las cárceles disminuye sensiblemente cuando crecen los índices de laboriosidad y esas alternativas permiten, además, desarrollar programas de integración con la comunidad que resultan positivos para la población carcelaria.
El trabajo y el estudio deben ser estimulados dentro de las cárceles, como también el deporte. Todas las unidades penitenciarias deberían contar con talleres y bibliotecas; en definitiva con espacios y herramientas suficientes para el desarrollo de actividades laborales y académicas, además de adecuados ámbitos para la recreación. Por supuesto, este objetivo también requiere una cantidad de personal penitenciario que resulte satisfactoria.
Lo ocurrido ahora en la Unidad 28 de Magdalena constituye una afortunada combinación de la solidaridad humana, con la existencia activa de una estructura laboral en un presidio que facilita la recuperación de los detenidos.
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