Una muestra de solidaridad que nace desde las cárceles

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Hace pocas semanas se analizó en esta columna una alentadora información acerca de que los presos alojados en la cárcel de Magdalena habían donado muebles fabricados por ellos al Hospital de Niños y, en estos días, esa noticia se vuelve a conocer, pero ahora relacionada a internos de la cárcel de Olmos que fabricaron y donaron diversos tipos de material didáctico al Jardín Maternal Nº 4 de esa localidad, que les permite a los niños desplegar actividades artísticas.

Tal como se informó los presos construyeron y regalaron a los 70 niños del jardín unos veinte pizarrones dobles, atriles y otras tantas sillitas, así como un sillón también de madera de grandes proporciones, en una donación que se concretó luego de que el año pasado, desde esa misma unidad penitenciaria, hicieran llegar, también como entrega gratuita, impresoras y computadoras que habían sido reparadas por los internos.

Autoridades de la cárcel de Olmos detallaron que en la actualidad unos diez internos de la Unidad 1 se desempeñan realizando tareas de carpintería, en tanto que otros diez hacen lo mismo en un taller de tapicería.

La realización de este tipo de acciones, añadieron, contribuye principalmente de dos maneras con la tarea de resocialización que tiene el Servicio Penitenciario bonaerense: por un lado enseña a desarrollar oficios a los internos en su custodia y por otro fortalece los vínculos entre estos y el resto de la sociedad.

Tal como se dijo anteriormente, lo cierto es que cuando se habla de la problemática penitenciaria se pone el acento, generalmente, en el tema de la superpoblación que, por supuesto, es el más grave y seguramente el que engendra muchas otras ilegalidades y deficiencias. Sin embargo, la falta de opciones laborales y recreativas para los presos tendría que ser, dentro del panorama general, uno de los aspectos que debieran merecer una mayor atención por parte de las autoridades.

En forma reiterada los especialistas han señalado que, si los presos tuvieran suficientes alternativas para desarrollar trabajos y estudios dentro de la prisión, se estaría más cerca de cumplir con el objetivo de su resocialización. Existen experiencias que demuestran esta hipótesis. El grado de conflictividad en las cárceles disminuye sensiblemente cuando crecen los índices de laboriosidad y esas alternativas permiten, además, desarrollar programas de integración con la comunidad que resultan positivos para la población carcelaria.

El trabajo y el estudio deben ser estimulados dentro de las cárceles, como también el deporte. Todas las unidades penitenciarias deberían contar con talleres y bibliotecas; en definitiva con espacios y herramientas suficientes para el desarrollo de actividades laborales y académicas, además de adecuados ámbitos para la recreación. Lo ocurrido en estas dos unidades carcelarias constituye una afortunada combinación de la solidaridad humana, con la existencia activa de una estructura laboral en un presidio, que facilita la recuperación de los detenidos.

 

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