Isabel Elena Folegotto

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Templanza y comprensión. Sabiduría y compromiso. A sus probadas cualidades académicas como docente e investigadora de la psicología educativa y la didáctica, Isabel Elena Folegotto, quien falleció a los 77 años, les sumó otras que excedieron el ámbito de los claustros, y le ganaron el aprecio y el respeto de colegas, discípulos y convecinos.

Hija de Ubaldo Folegotto y de Nelba Brazanovich, nació en La Plata el 6 de marzo de 1941. Sisi -como todos le decían- creció en el barrio de 68 entre 7 y 8, y, tras completar la secundaria con la promoción 1958 del Normal 2, ingresó en la facultad de Psicología de la UNLP. De allí egresó en 1963 con el título de Psicóloga, al que añadiría dos profesorados, uno en Pedagogía (Madrid, 1967) y otro en Psicología (UNLP, 1989).

Ávida de conocimientos, su constante búsqueda de la excelencia hizo que se siguiera nutriendo con una asidua participación en cursos de perfeccionamiento, congresos y reuniones científicas. Su intensa vida académica estuvo, sobre todo, ligada a la docencia y a la investigación en torno a la didáctica y los procesos educativos, en particular la formación a distancia, de la que fue una referente. Encabezó numerosos proyectos de investigación y fue una prolífica autora de artículos en revistas especializadas y publicaciones digitales.

Cada una de esas actividades las encaró sin descuidar su vocación docente, que desempeñó en materias como “Planificación didáctica y Práctica de la enseñanza en Psicología” y “Fundamentos Psicológicos de la Educación” en Humanidades de la UNLP. Integró jurados de tesis y concursos, y dictó seminarios y cursos en educación a distancia.

Lectora incansable, se interesó por la pintura, la escultura y la música. Tuvo una activa vida social, aportó a entidades profesionales y presidió la Asociación de jubilados y Pensionados de la Provincia.

Construyó su proyecto familiar con Roberto Tambornino, reconocido investigador junto a quien publicó, en colaboración, una abundante bibliografía, y con quien desplegó, durante tres décadas, actividades solidarias con las comunidades mapuches en Neuquén. Tuvieron dos hijos, Andrés y Margarita y cuatro nietos.

Quienes la conocieron la recordaron como “una maestra con mayúsculas”, tanto “por su calidez y comprensión, como por su inteligencia, su capacidad para resolver situaciones complejas, su mirada serena y su escucha paciente y atenta”.

 

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