El primer filo heleno de La Plata

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Por JUAN J. TERRY (*)

Una nota titulada “La luz de Grecia, en la que se alude a La Plata como la “nueva Atenas” -tan distinta de la de nuestros días y que, los de cierta edad, añoramos ciertamente-, trajo a mi memoria una faz poco conocida de la acción del Dr. Dardo Rocha.

El artículo de referencia alude primeramente a “El coloso de Marusi”, el libro de Henry Miller considerado el más impacatante sobre Grecia desde la obra ciclópea de Pausanias, o como el mejor y luminoso libro de viajes, y que comenta las reuniones en la casa de Yorgos Katsimbalis, en Marusi, a las que asistían, entre otros, D. H. Lawrence y Nancy Durrel; el propio Miller, el poeta Yorgos Seferis -futuro premio Nobel entonces-, la poeta Ioanna, Teodoro Stefanidis, el capitán poeta Antonioú y por supuesto Katsimbalis, de quien Miller quedó galvanizado por su voz desde la primera reunón y quien se consideraba asimismo como un “tábano literario”.

Todos ellos eran gente sobresaliente, comprometida politicamente con pasión por su país. “El Coloso de Marusi” contiene asimismo pasajes inolvidables sobre lugares emblemáticos de Grecia como delfos, Tirinto, Epidauro, Micenas, Elausis y Knosós.

Alguien compara esos relatos, salvando las distancias, como si a un visitante de Atenas en la época de Pericles, le hubieran mostrado la ciudad acompañado por Sócrates, Jenofonte, Aristófanes y Eurípides.

LA LUZ DE GRECIA

Cuando a Miller le preguntaban qué le gustaba más del país de los helenos, respondía “la luz y la pobreza”.

Esto último no tienen punto de comparación con la actualidad. Esa luz de Grecia -hablando en términos de medio ambiente- la heliofilia como oposición a la heliofobia que reinaba en los países nórdicos, no sólo significaba encontrar vino, mujeres y sol, sino un mundo en el que se cultivaba la belleza de mentes y cuerpos, un mundo de hombres libres, de amistades heroícas, donde apreciar sus obras maestras de “noble simplicidad y serena grandeza”, según las famosas palabras de Winckelmann, se hacian realidad, además del resplandor cicládico de cielos y mares.

Las últimas páginas de “El coloso de Marusi” expresan el agradecimiento de Miller por su experiencia en Grecia y su gente a Yorgos Katsimbalis, quien le habia enseñado que cada acto de la vida es un acontecimiento extraordinario y añadía que la luz de Grecia le habia hecho abrir los ojos para comenzar su andadura como un hombre nuevo.

DARDO ROCHA FILOHELENO

En los primero años de la fundación de La Plata se hablaba de la ciudad como una nueva Atenas, por su pujanza material y espiritual y la labor de sus numerosos intelectuales y de su Universidad, creada por el Dr. Rocha, quien fue su primer rector.

Se valoraba el trabajo de sus continuadores como Rafael Hernández, Joaquín V. González y otros notables personajes. Pero esa nueva Atenas tenía también el fuerte soporte del fundador.

Circunstancias del azar me permitieron conocer cuando estudiaba la carrera de Museología en el Museo Dardo Rocha lo que paso a relatar, que creo es poco conocido.

Un día advertí debajo del cristal de una pequeña mesa dos páginas de un diario griego de la colectividad helena de Buenos Aires con un extenso reportaje y una fotografía del Dr. Rocha en Grecia.

La nota era de los albores de 1900.

Como entonces no leía el griego moderno, pregunté a las autoridades sobre el contenido del artículo que estaba puesto ahí como decoración. Nadie supo responder. Lo solicité en préstamo y lo hice traducir por mi amigo el ex diplomático griego y presidente de la Colectivada, sr. Constantino Courouniotis.

Así comprobé lo que conocía de manera más general. Allí se señalaba el interés que al Dr. Dardo Rocha le suscitaba desde su juventud la cultura helena y sus visitas a la Hélade en aquellos difíciles años.

Mencionaba también que el amor por Grecia le venía de su propio padre de lo que había constancia en sus papeles personales.

Relata después que en los umbrales del siglo XX, Dardo Rocha fue elegido entre otros eminentes ciudadanos, presidente del Comité Filoheleno de Buenos Aires, creado para colaborar y recolectar fondo para la causa griega a través de la Cruz Roja Internacional.

Ese comité teniái como presidentes honorarios al teniente general Bartolomé Mitre (de ascendiencia griega), al teniente general Julio Argentino Roca, al Dr. Bernardo de Irigoyen y al Dr. Carlos Pellegrini.

Los viajes a Grecia le permitieron a Rocha reconocer in situ esa noble tierra que une desde la antigüedad, para el presente y el futuro, los más altos intereses espirituales y culturales de todos aquellos que a través del tiempo y las distancias seguimos amando aquellos sitios, en los cuales como dice Jean Cocteau, la fábula arraiga en la roca, florece y perfuma.

Creo salvar con este recuerdo la poca difundida acción del Dr. Rocha en aquellos años iniciales de La Plata, y que el calificativo de nueva Atenas además de la labor de la Universidad, también se debe a la actividad entusiasta del fundador por la cultura griega y la independencia de aquel país.

Por eso del Dr. Rocha merece el título de primer filoheleno de La Plata, como al emperador Adriano le corresponde el de primer filoheleno del mundo y al poesta Shelley el siguiente por su grito “Todos somos griegos”, lanzado en plena guerra de liberación contra el dominio turco.

 

(*) Presidente del Comité Argentina de la Soc. Internacional de Estudios

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