El artífice del crecimiento económico y social que cayó por su ambición de poder

Con él como presidente, el producto bruto de Bolivia alcanzó cifras récord, mejoró el salario de los trabajadores y la expectativa de vida

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En casi 14 años de gobierno, Evo Morales llevó a Bolivia a lograr indicadores económicos y sociales históricos para un país que llegó a tener el 60 por ciento de sus habitantes en extrema pobreza. Pero su afán de perpetuidad -cualquier similitud con muchos políticos de la región y del mundo no es casualidad- le jugó una mala pasada porque hasta aliados propios -como la central obrera-, además de las fuerzas de seguridad y la Iglesia, le torcieron el brazo para que dé un paso al costado.

Y este final de ciclo -que el primer presidente de origen indígena calificó de “golpe de Estado”- no empezó hoy, ni ayer, ni el 20 de octubre, el día de las urnas. El principio del desenlace fue en febrero de 2016, cuando en un plebiscito los bolivianos le dijeron “no” (cierto, con un resultado muy estrecho de 51 a 49 por ciento) a una cuarta reelección.

El oficialismo, con Morales a la cabeza pese a que había dicho que terminado este mandato en enero de 2020 se volvía a su casa de Chaparé, en una zona cocalera donde dio los primeros pasos como sindicalista y político, optó por acudir al Tribunal Constitucional -un organismo del Estado supuestamente independiente que dictamina si leyes o decretos son avalados por la Carta Magna- para interponer un recurso con el argumento de que frenar una nueva reelección atentaba contra los derechos políticos del jefe de Estado. En 2017, los magistrados -en su mayoría nombrados por el partido de Evo por su mayoría legislativa- aceptaron ese reclamo y por eso el ahora renunciante presidente de Bolivia pudo ir por otros 4 años, en su plan de quedarse hasta el 2025 año del bicentenario de la Independencia de la nación del altiplano.

No faltaron escándalos de corrupción y acusaciones de autoritarismo.

Crecimiento

Así, Morales llegó a esta elección con una popularidad mermada y con un capital político debilitado a pesar de su buena gestión económica que condujo al país andino hacia el crecimiento con baja inflación, aunque en los últimos tiempos ya empezaba a dar señales de desaceleración, con alto déficit fiscal y una deuda externa creciente.

A la hora de hablar de números, hay que decir que Bolivia fue el país de Latinoamérica que más creció en su Producto Bruto Interno (PBI) en los últimos 15 años, bajo el mandato de Evo Morales: de 9.000 a más de 40.000 millones de dólares.

Entre 2006 -año que asumió Evo- y 2017 se triplicó el PBI por capita y en ese mismo tiempo la expectativa de vida de la población paso de 64 a 72 años, también una de las más altas de la región. Además, aumentó el salario real de los trabajadores; las reservas en dólares crecieron; la inflación dejó de ser un problema; y la pobreza extrema cayó de casi 38 por ciento a un 15 por ciento.

Pero ya en 2018 y este año, la economía comenzó a desacelerarse. El déficit fiscal (se gasta más de lo que ingresa) comenzó a ser un dolor de cabeza para la administración de Evo. El año pasado alcanzó un 8,1%, el más alto del continente. Una de las claves fue la perdida de valor en las exportaciones hidrocarburos y minería -dos de las principales actividades productivas bajo el ala del Estado nacional- empezaron a perder valor en el mercado internacional y a entrar menos divisas en Bolivia. Sus funcionarios le echaron la culpa a la guerra comercial entre EE UU y China.

Sectores marginados

Morales, que llegó a la Presidencia con el respaldo de sectores sociales históricamente marginados, como los campesinos, empezó a sufrir un serio desgaste y la pérdida de apoyo de esos sectores con los que gobernó. Lo último fue su pelea con la Iglesia, inclusive la protestante, que avanzó también en Bolivia en cuanto a número de fieles. Tenía que llegar al 47 por ciento de los votos para evitar un ballotage, cifra que avaló el también cuestionado Tribunal Electoral de Bolivia (TSE), pero no lo logró según las irregularidades detectadas por la Organización de Estados Americanos (OEA).

Lo cierto es que Evo Morales, que el mismo día que Diego Maradona (el pasado 30 de octubre) cumplió 60 años, la ansías de perpetuidad y el declive que comenzaba a sentirse en una economía que supo edificar con parámetros envidiables, tuvo que dejar el Ejecutivo y con los reclamos del pueblo boliviano en las calles, en medio de una región cada vez más convulsionada, con la rebelión en Chile contra la desigualdad social que estalló por un aumento en el boleto del subte y que no cede, y no hace mucho en Ecuador por un fuerte incremento en los combustibles que provocó, principalmente, el alzamiento de una nutrida comunidad indígena.

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