Un canto de ci(s)ne: notas sobre “El irlandés”, la épica crepuscular de Scorsese que llega a La Plata

Antes de estrenarse en Netflix el 27 de noviembre, la nueva cinta del realizador estadounidense, protagonizada por Robert De Niro, Al Pacino y Joe Pesci, se podrá ver en pantalla grande hoy y mañana en el Select

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Por PEDRO GARAY

pgaray@eldia.com

“Satori Sur”, documental sobre Miguel Grinberg, se proyectó el fin de semana en el Festival de Mar del Plata: allí, la figura argentina de la generación beat intenta comunicarse vía Skype con uno de los últimos sobrevivientes de aquel movimiento, Jonas Mekas (ya fallecido). La conexión falla. Mekas toma el rol de maestro de ceremonias y con esa sonrisa cálida lanza un pequeño discurso sobre el pasado, el presente, la tecnología. También dice: “Quedamos solo nosotros, Miguel. Es gracioso”.

Horas después de ver “Satori Sur”, ocupé mi butaca para ver “El irlandés” en la muestra de La Feliz: la frase de Mekas resonó en cada minuto de las tres horas y media de duración de la nueva obra de Martin Scorsese, que se podrá ver hoy y mañana, a las 17 y a las 21, en el Cine Select de La Plata, gracias a la gestión de Gonzalo López, director de cine de la Municipalidad, antes de aterrizar el 27 de noviembre en Netflix. Muchos amigos de Marty ya no están. Su cine, es más, parece en vías de extinción. Queda poco, nada. Pero donde en Mekas había resignación (“es gracioso”), Scorsese resiste: “El irlandés” es una película crepuscular, atravesada por la muerte y el final, una especie de reunión para la gira despedida del cine de los 70; pero por lo tanto es también un manifiesto. Un canto de cisne, y un canto de cine.

No parece, en ese sentido, casualidad que Marty haya salido justo ahora a vituperar el monopolio del cine de superhéroes. Scorsese siente que su cine agoniza: por eso, decide reunir a los representantes que restan de aquella revolución que fue su era, un arte hecho desde los estudios pero arriesgado, personal.

Scorsese junta a Robert De Niro, Al Pacino, Joe Pesci, para una última vuelta; pero también para mostrar otra forma de hacer cine, un cine que no por ser épico tiene que perder intimidad y empatía, y que no necesita fuegos de artificio (énfasis en lo artificial) para conmover y atrapar. De hecho, el artificio de rejuvenecer a sus actores es apenas un vehículo para contar la historia: antes que la parafernalia, dice Marty, importan los personajes. El guión de Steven Zaillian (“Pandillas de Nueva York”) navega una trama de sindicatos, mafia, corrupción y asesinato político sin perder de vista nunca esta concepción (y sin las declamaciones y sentencias que tanto abundan hoy): el corazón es Frank Sheeran, el irlandés dividido entre su lealtad a la mafia y su amistad con Jimmy Hoffa.

“El irlandés” es personal, sentida, por su misión de supervivencia, y también porque de sus imágenes transpira la idea de un cine colectivo, hecho entre amigos, entre profesionales de una misma generación que entienden un código, una forma de ser y hacer.

Pero aunque es una forma de resistencia, es una reunión con aire de juntada final. Es un regreso a los temas y formas de “Buenos muchachos” y “Casino”, sí (la amistad, la traición, la corrupción como forma de vida, la violencia sistemática), pero resuena también “Silencio”, su épica intimista sobre la fe y la falta de respuestas de Dios que precedió a “El irlandés”. Scorsese, de 77 años, presiente el final: su acto de fe casi religioso en el cine es un acto de amor desesperado. Y que quizás encuentre el silencio como toda respuesta.

Por eso despide su cinta con un epílogo de aliento largo y calmo, un largo adiós que muestra a su protagonista, Frank Sheeran, solo con su arrepentimiento frente a la muerte. Todos se han ido, y solo queda él: así empieza a sentirse Scorsese. Pero no se resigna como Mekas: con “El irlandés”, se aferra a la vida y al cine.

 

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