Pajarracos, confesores y bancarios

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Por: Alejandro Castañeda
 

afcastab@gmail.com

Los estorninos aprovecharon la pausa de enero para aquerenciarse en una calle 8 con poco cliente y muchas cortinas bajas. El pajarraco se encariñó con una ciudad que envidia a esas golondrinas que cada seis meses se van lejos. Como otros bichos hambrientos y con menos vuelo, llegaron con Scioli, se acomodaron al plantel de María Eugenia y ahora pelean por la permanencia.

Es un nuevo año, pero luce conocido. Siguen los aumentos de tarifas y la inflación, aunque el dólar hace la plancha en una playa con mar revuelto y pocos guardavidas. Hace un mes apareció una estatua vandalizada en Parque Saavedra. Y el diario entonces habló del “misterio del Parque Saavedra”. Es cierto, en enero hay pocas noticias y hasta lo más trivial puede aspirar a ser primicia. Pero ya lo hemos dicho. No tenemos secretos apasionantes, nacimos así, sin nada por descubrir. Por más que la vida se haya empeñado en darnos vivacidad y antepasados, lo cierto que aquí no hay misterios, sino cosas escondidas, que es distinto.

Elegiremos en octubre a nuestros futuros mandones. El ayer dice que alguna vez fuimos una nación soberbia. Y hoy los candidatos prometen que con ellos el futuro será dichoso. Ayer y hoy. El asunto es que por aquí se vive sólo en presente. Y los que nos manejaron y los que nos manejan nos han vandalizado más que a la estatua del Parque Saavedra. ¿Qué le pediremos a los reyes magos de octubre? ¿Qué el príncipe no siga tan dormido sobre las impagables tarifas? ¿Qué la Bella Durmiente no despierte? Abundan las dudas en un país donde faltan convencidos y sobran arrepentidos.

Hoy tienen ganas de organizarle un acto de desagravio al ombligo y a las tetas municipales

La actualidad nos contó de la desesperante odisea de un médico platense que viene batallando con organismos del Estado para que le devuelvan su condición de persona viva. El está, pero las oficinas no le creen y lo dan por muerto. Se llama Federico Giachello y la Anses le pide una autopsia más que una prueba de subsistencia. Federico tiene testigos de sobra pero, como a muchos gobernantes, le falta comprobantes. Por su condición de hemodinamista, se tutea a diario con ese flujo de la existencia que es la sangre. Pero la burocracia está por encima de la anatomía y el más allá. Lo acusan de ser un fallecido encaprichado en querer reinsertarse. En su largo y angustioso tramitar, Federico aprendió que cuando la Anses te da por muerto no hay resurrección que te devuelva la vida.

Los acosos no aflojan. Hubo dos casos que llamaron la atención. Una ex monja denunció en pleno Vaticano que un confesor de la planta permanente le había pedido sexo en pleno sacramento. Aprovechó que la ex hermanita reclamaba clemencia para hablarle de una nueva liturgia que ofrece salvatajes sin oraciones y en cama grande. La hermana bajó a tierra y denunció a este crápula que, como penitencia, le proponía a las más deseables una probation en sacristía. Allí, este cura tocador se concentraba en el cuerpo de la infractora y dejaba el alma para después.

El otro caso es del empleado bancario que se mensajeaba con una clienta y le ofrecía buenos saldos en otros mostradores. Seguramente el hombre revisaba los descubiertos antes de lanzarse. Y como en estos días abundan las cuentas en rojo, su promesa de alcanzar superávit con el mano a mano, a veces prosperaba. Los bancarios saben demasiado de nosotros. Como los sacerdotes, reciben una dotación de necesitados que entre ruegos se encomiendan a confesores y gerentes para poder sanar espíritus y números.

No sólo Pico y Pampita van y vienen. La Municipalidad, también dio marcha atrás. Largaron un memo prohibiendo minifaldas, musculosas, ombligos al aire y escotes generosos. Pero antes de empezar a medir las polleras, Garro se arrepintió. Ahora aconsejan que ellas se acorten lo que quieran y hasta donde puedan. Se le echó la culpa del memo a un secretario puritano. Y se armó el contraataque de campaña. Hoy, más de uno anda con ganas de organizarle un acto de desagravio al ombligo y a las tetas municipales. Musculosa y ojota, obligatorias.

Los candidatos como los estorninos, nos esperan. Primero nos escuchan, después prometen salvarnos y al final nos llevarán para la sacristía.

 

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