En el nombre del padre

Tomás Romero y Tadeo Catán, son hijos de Chirola y el Negro, respectivamente. Ambos heredaron la pasión por el fútbol y los colores

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Por WALTER EPÍSCOPO

wepiscopo@eldia.com

“Lo que se hereda no se roba”, se suele decir habitualmente. Y vaya que estas dos historias futboleras-familiares así lo demuestran.

Sus padres décadas atrás supieron protagonizar clásicos, pero hoy ellos están escribiendo su propia historia. Es más, el año pasado se enfrentaron en Cuarta División.

Tomás Romero tiene 20 años, juega en Gimnasia, lo hace como volante ofensivo, y es hijo de Sebastián Romero. Tadeo Catán, también de 20 años, juega en Estudiantes, es lateral derecho, y su padre es Sergio Catán. Cada uno tiene su recorrido defendiendo los mismos colores que alguna vez defendieron sus padres y tienen sus clásicos encima. Reunidos por este medio lo contaron.

“El primer clásico que jugué fue en cancha de siete, tendría entre 7 y 8 años, de ahí en más jugué siempre. En juveniles, en cancha de once, en Metro, en AFA, fueron un montón de clásicos”, comienza diciendo Romero.

A su lado, Catán cuenta su historia: “Llegué en Sexta a Estudiantes, pero como estaban organizados diferentes los torneos con etapas de grupos, no pude tener muchos clásicos. El primero fue el año pasado en Cuarta y después hubo otro en Reserva”.

Cada uno por su lado, han escuchado hablar del clásico en sus hogares desde muy chicos. Las charlas sobre lo hecho tanto por Chirola Romero con la del Lobo como por el Negro Catán con la del Pincha, los han acompañado. “Lo vi jugar, y obviamente mi Viejo siempre me da consejos. Mis tíos también. Todos me transmiten tranquilidad más allá de ser especial”, dice Tomás.

“El clásico es especial, se que mi Viejo los ha jugado. Yo no pude verlo jugar, más que en algún video. Se que recuerdan mucho el tercer gol que hizo en el Bosque en un clásico en el que Estudiantes ganó 3-0. Hablamos de estos partidos también, que para mí son partidos aparte”, dice Tadeo.

La charla es amena, se conocen y hay buena onda. Y Tomy cuenta una anécdota: “En la última etapa de mi Viejo en Gimnasia íbamos a entrenar juntos, pero una vez entrené con Primera y me tocó con él. Yo estaba en Sexta y fuimos a hacer fútbol contra ellos. Mi Viejo jugaba de ocho y yo por izquierda, así que nos marcábamos. Era muy loca esa situación, pero una vez que estábamos entrenando fue a cara de perro eh... Ninguno de los dos quería regalar nada”, recuerda sonriendo.

Lógicamente que sus apellidos no pasan desapercibidos en sus clubes. “Está eso del apellido. Apenas llegás te asocian o cuando se sabe que tu Viejo jugó. Pero bueno, yo mucha bola no le doy a eso, trato de esforzarme buscando llegar por mí y no por él, más allá que siempre te recuerdan a tu papá y de la mejor manera”, dice el juvenil albirrojo que llegó a los 16 años. La historia de Tomás es más larga, llegó a los 4 años al Lobo: “Toda mi familia es hincha de Gimnasia, así que de chiquito voy a la cancha. Hoy voy a la cancha y por ahí me encuentro a mis tíos, a mi abuelo, a mis viejos, a toda la familia. Somos todos de Gimnasia así que el Bosque siempre es un lugar de reencuentro”.

La semana previa a un clásico no es igual a otras. Lo han hablado con sus padres, y siempre fue igual. Romero asegura, “te das cuenta en la semana que se viene el clásico. No sé, es todo más serio, sabés las cosas que se juegan en un clásico. Es el partido más importante del año, el jugador se transforma y en la semana te das cuenta el partido que se viene”. Enseguida Catán afirma, “tal cual, el ambiente cambia porque sabés que el fin de semana se viene el clásico. Tampoco hay que pasarse de vueltas porque por ahí después te puede pasar factura el día del partido. Ha pasado eso, así que hay que estar tranquilos”.

En los años `90 fueron Chirola Romero y el Negro Catán los protagonistas; hoy Tomás Romero y Tadeo Catán escriben su historia. Mismos apellidos que transpiran las mismas camisetas y que llevan los colores en las venas.

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