Adolescentes hoy... UPD y nuestro rol como padres
Edición Impresa | 12 de Marzo de 2019 | 02:12

M. Mercedes Picardo
Directora General Colegio Crisol
No puedo dejar de pensar en estas frases que escucho a menudo: ¿Qué vamos a hacer?! ¡Viste como es! ¡Ya está grande!
- ¡Yo confío en mi hijo! Lo voy a dejar ir.
- ¿Nunca fuiste joven? Que vivan la vida Ya tendrán tiempo de asumir responsabilidades.
- Lo hacen todos. ¿Se va a quedar afuera?
Pienso que esta generación de adolescentes carece de nuestra presencia, como adultos, como padres. Nos tienen físicamente, pero en el afán de que no nos expulsen de sus vidas en esta etapa tan controversia, pecamos muchas veces de ser amigos / compinches.
Nos está faltando entereza en nuestro rol, que es por cierto indelegable.
Tenemos que animarnos a decir no, porque somos precisamente los padres quienes estamos llamados a hacerlo.
Sólo quien ha padecido en su familia o ha vivido en carne propia la penuria de una adicción, puede entender con claridad que un no a tiempo es un si a un millón de posibilidades: Sí a hacer deportes. Sí a relaciones sanas. Sí a poder estudiar y crecer. Sí a disfrutar con amigos. Sí a una vida saludable. Sí a vivir en libertad, una libertad bien entendida, asumiendo las consecuencias de sus actos. Sí a un proyecto de vida. Sí a ser feliz.
Si los padres fuéramos enteramente conscientes de que un no a tiempo, a veces doloroso, contracorriente de las modas pudiera evitar tantas situaciones irreversibles, tendríamos más coraje para ponernos firmes y decirlo sin miedo. Conozco muchísimos padres de familia preocupados por esta realidad: las salidas, el alcohol, las drogas, los abusos.
Pero incluso con su sincera preocupación, terminan consintiendo la exposición a todo esto. Sus frases más habituales son: “confío en mi hijo” o “no quiero que sea el distinto”.
Y así quedamos envueltos en esta dinámica que va al ritmo de las modas y de los caprichos de nuestros hijos. ¿No es el UPD un claro ejemplo de esta realidad? Terminamos actuando incluso como facilitadores de los lugares, alquilando salones, boliches o poniendo nuestras casas, comprando el alcohol o contratando la barra de tragos, con la falsa idea de control de la situación.
Me pregunto... ¿creemos honestamente que en un ambiente de alcohol, permisivismo, boliche, noche, sólo la confianza en nuestros hijos es suficiente? ¿No nos estaremos autoengañando? ¿No tendremos que tomar más cartas en el asunto?
Creo que un no firme, seguro, a tiempo, con los argumentos correspondientes, será leído más adelante por nuestros propios hijos como “sí, me importas. Si, te quiero”.
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