Guillermo Angaut: un Canario que voló alto y jugó dos mundiales

Campeón y figura con La Plata, el equipo de su vida, en 1995. El “Chino” hizo una notable carrera que lo llevó a Los Pumas

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El Chino Angaut, descolló con la camiseta amarilla de La Plata Rugby y fue uno de los símbolos de ese equipo campeón del año 1995, donde además fue el capitán. El Canario llegó a coronarse como el mejor de todos y hoy por hoy, cuando el club de Gonnet está por cumplir 85 años, ese campeonato de la UAR conseguido, sigue siendo la estrella más brillante jamás conseguida.

Y encima en ese tremendo equipo amarillo; se dio el gusto de salir campeón con sus dos hermanos: Alberto y Alejandro. Es que el Chino Angaut es claramente uno de los mejores jugadores que ha dado La Plata Rugby. Donde ha pasado prácticamente toda su vida: empezó a jugar a los seis años y se retiró a los 37 con presencias entre 1983 y 2002. Sus rendimientos individuales lo llevaron al seleccionado y justamente, otro ícono del rugby nacional, Héctor Pochola Silva, en 1987, cuando el tilense era el DT de Los Pumas, lo convocó sobre la hora y lo llevó para que sea parte del primer campeonato del mundo que se disputó en Nueva Zelanda.

Respecto a ese vínculo que lo unió al seleccionado nacional de rugby, Angaut en charla con este diario cuando Los Pumas estaban por jugar con los All Blacks en el Estadio Ciudad de La Plata, dijo: “Ser Puma es una sensación que genera adrenalina siempre. Lo que viví en carne propia, en Wellington (Nueva Zelanda), en esos años, lo estoy viviendo ahora de nuevo. Ojalá estos muchachos nos den una alegría y metan un batacazo. Hoy me toca ser partícipe desde otro lado: me convocó Mario Larraín (médico puma) para ser parte del staff médico de Los Pumas y estoy muy agradecido con él y con la UAR. Aunque claro, es mucho más lindo estar de la línea de cal para adentro”.

El legado Puma es la cuestión y Angaut lo explicó: “El espíritu puma lo tenés siempre. Si no cómo explicás que con cada himno me siga emocionando, que con cada partido vuelva a sentir esa adrenalina y se me piante un lagrimón. Representar a tu país es lo mejor que te puede pasar. El jugador de rugby, desde que empieza a jugar, sueña con llegar a Los Pumas. Después, cuando te ponés esa camiseta, tenés la obligación de dejar la vida en cada acción que te toca estar. Y luego hay un legado que se transmite, como lo hicieron Pochola Silva, Hugo Porta, el Rafa Madero, el Chapa Branca. Nunca dejás de ser Puma, es algo único”.

DOS MUNDIALES ENCIMA

Y el Chino Angaut jugó nomás ese mundial kiwi pero también se dio el gusto de disputar también la cita ecuménica que se dio en Inglaterra en 1991. Angaut fue parte estable del equipo argentino en esos años e incluso llegó a aportar la cinta de capitán en alguna que otra gira del seleccionado nacional y por ejemplo esto decía en medio de una gira por las Islas Británicas y antes de un partido con los famosos Barbarians: “Yo era el capitán del equipo en los partidos que se jugaban entre semana, pero recuerdo que me tocó llevar la cinta, en esos últimos duelos de la gira, por la lesión de Hugo Porta. En la previa se hablaba mucho de lo que planteaba Barbarians, un equipo con invitados que tenía un espíritu de jugar mucho la pelota. No era un juego de “test match” cerrado o táctico como habitualmente se dice. Se dio muy abierto, se jugó mucho de manos y salió algo vistoso. Se cumplió lo que habíamos pensado en la previa”, describió Angaut.

Hoy, Angaut (médico oftalmólogo de profesión) rememora cada vez que se le pregunta, esos días “dorados” con la celeste y blanca puesta. Y cuando habla sus “ojitos de chino” se emocionan, destilan sensaciones ligadas a la alegría y al placer de haber llegado a tocar lo máximo como deportista amateur. Claro está, el destino le tendría guardado solamente un par de años después, la gran alegría con el club de toda su vida: el campeonato del ‘95 con su querido La Plata.

En su honor el Atlético de City Bell bautizó su cancha de rugby como “Guillermo Angaut” y eso no está reservado para cualquiera, solo para los elegidos y los que trasladan con su legado, todo lo que aprendieron con el paso de los años. Si se lo quiere encontrar al Chino, hay que buscarlos dando una mano con los juveniles canarios, haciendo ni más ni menos que “camino al andar”.

 

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