Una bandita de pibes salió de raid por el microcentro y no zafaron ni los osos de peluche
Edición Impresa | 24 de Marzo de 2019 | 02:19

Son muchas las historias que tienen como protagonista a una bandita de menores que hace base en los alrededores de 8 y 50 y a la que le adjudican asaltos bajo la modalidad piraña, arrebatos callejeros, escruches o distintos actos de vandalismo.
Ocurre desde hace años, pero como las edades de los pibes no se alteran (tampoco la problemática de la que ellos también son víctimas) es dable suponer que son sus integrantes los que se renuevan.
En las últimas horas cometieron una seguidilla de incidentes que afectaron a comerciantes, adolescentes que paseaban por la zona, inspectores y policías. Ni siquiera zafaron los encantadores osos de peluche que invitan a acariciarlos desde la vidriera del negocio que funciona desde hace años en la calle 8, casi 51.
Ahí irrumpieron, cerca de las 17.30 del sábado, seis chicos que tenían entre 10 y 15 años: “Entraron a los gritos y asustaron a mi hija de 20 años. Me paré y se fueron antes de que les pudiera decir algo”, contó a este diario el dueño del negocio, Alejandro Papaleo (56), quien demoró algunos minutos en advertir que el grupito había dañado los muñecos exhibidos cerca de la entrada, “con salsa de caramelo que robaron de Burger King”.
“Tenían palos y le pegaban a cualquiera. En 7 y 50 golpearon a un chico en bicicleta”
Según Papaleo, los mismos menores golpearon “a chicos de unos 10 años que pasaron frente a McDonald’s”. Estos ataques pusieron en alerta a otras personas que increparon al grupo a los gritos, pero ellos “tenían palos y le pegaban a cualquiera -agregó el comerciante-; en 7 y 50 le pegaron a un chico que iba en bicicleta, lo hicieron caer y se lastimó”. Mientras esto pasaba, otros testigos pidieron ayuda al 911.
Contaron en la zona que personal de Convivencia y Control Ciudadano salió a perseguirlos y en 6 y 50 dos patrulleros se sumaron a la búsqueda.
Papaleo, que al ver el estado en que quedaron sus peluches salió a la calle en busca de los responsa sables, se topó con ellos en 5 y 50, ya rodeados por los uniformados: “Uno de los pibitos me miró, miró a los policías y me acusó de pegarle”. Le pidieron que se levantara la remera porque le veían un bulto y temían que se tratara de un arma, pero lo que ocultaba eran bombachas, medias y la salsa de caramelo con la que ensuciaron los peluches, el más barato de los cuales sale 1.500 pesos.
El incidente no terminó entonces, según relataron distintos testigos, ya que la aparición de los inspectores del ex Control Urbano -que los venían persiguiendo por los golpes al ciclista- alteró aún más los ya de por sí caldeados ánimos. Los chicos usaron las piedras de la obra de 5 y 50 como proyectiles que dispararon contra los comerciantes, los inspectores y los policías. A Papaleo le pegaron “en el pecho, al de Control Urbano en la cintura y a una chica policía en un hombro”, contó el primero.
La bronca de este hombre detonó con el episodio del sábado, aunque viene cocinándose al calor de incidentes previos.
“La semana pasada estos mismos chicos le robaron el celular a mi empleada y casi se llevan el de mi hija, que se negó a dárselos”, pero “nunca los detienen porque son menores y no pueden tocarlos, según nos dicen los propios policías”.
Así las cosas, Papaleo consideró que “los que liberan delincuentes deberían ser responsables de sus decisiones por largar a quienes representan un peligro para la sociedad. Al menos deberían multar a los padres, porque en tres cuadras hicieron un desastre”, cerró.
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