Hay que hacerle el aguante a las góndolas y al dólar

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Por ALEJANDRO CASTAÑEDA

afcastab@gmail.com

Lo que preocupa no es la incertidumbre, como muchos aseguran. Sino la certidumbre. Lo que se ignora siempre ofrece alguna esperanza, pero hoy lo que nos acorrala es lo que se sabe. No hay misterios. Todo está en las pizarras. Son ellas las que confirman zozobras, aumentan el riesgo, cuantifican las corridas. La realidad no nos suelta. Los números ensucian todos los sueños. Y son ellos los protagonistas de una actualidad que alcanzará su punto culminante cuando llegue la hora del conteo de votos. Cualquiera sea el resultado, nos espera una Navidad incierta y convulsionada, con Papá o Mamá Noel regalando venganzas, deudas y rencores.

Pasamos otra Semana Santa con la casa en desorden. Esta vez las caras se pintaron de verde para acobardar a un peso que no sabe dónde acuartelarse. Un dólar a todo galope armó un vía crucis paralelo en medio de una celebración que dejó más crucificados que bendecidos. En el domingo de Ramos, Macri pensaba más en la quinta de Olivos que en los olivos bíblicos. Imaginaba quizá que lo de la resurrección lo podía alcanzar. Pero no hubo caso. No anda bien con el cielo ni con el delegado del Vaticano. Sin Plan V (¿o sin plan?) la semana fue una de suspenso y el viernes, entre lloviznas de malas nuevas y chaparrones amenazantes, su sermón montañoso y crepuscular resultó modesto y conocido: “hay que aguantar”, una recomendación que en boca del PRO suena a capitulación más que a consejo. Hay que aguantar, dijo el optimista Peña. Y todos los ministros repiten esa contraseña de la resignación: “hay que aguantar hasta el 22 de junio”. Y el 23 ¿qué hacemos?

No fue la única palabra que levantó polvareda: un candidato a concejal en Tafi del Valle, lanzó su propuesta: “seguir robando y que siga la droga”. Se pasó de rosca en una semana donde varios se fueron de boca. Guillermo Moreno hizo su aporte: “Si alguno quiere vivir de lo ajeno, que lo haga, pero con códigos”. O sea, con menos bolsos a la vista. Sonó sincero en una semana donde el “Sinceramente” ocupó la escena librera, aunque todos saben que los políticos viven sólo en modo político. Y que la sinceridad para ellos no es rentable ni exigible.

Lilita Carrió, que muchas veces da en el blanco con su lengua filosa, ahora lanzó un exabrupto imperdonable: “Gracias a Dios De la Sota está muerto”. Lo quiso explicar y fue peor. Y el contador Manzanares declaró que, cuando Daniel Muñoz, secretario privado de Kirchner, cargaba los bolsos dolarizados del patrón, decía: “Es una comisión que se le cobra a la Patria por hacer las cosas bien”. Lo dijo el hombre de confianza de una familia platuda, con códigos o sin códigos.

Y la frase de Peña en plena tormenta financiera quedará en la historia: “Es un pequeño rebrote inflacionario”, como calificando de simple cubito de hielo, desde el Titanic oficial, al iceberg que empezaba a organizar el naufragio.

Macri necesita más feriados largos, para que el dólar y riesgo país den algún descanso. Las mediciones lo tienen a mal traer. Encuestas y cifras lo atormentan porque sabe que la verdadera lucha se libra en las pizarras y en las góndolas. Lo de los precios es un tema crucial. No es fácil ir al super. Están los precios cuidados, los precios esenciales, las ofertas ocasionales de cada super y los productos rebajados desde el Banco Provincia. Se necesitan perros adiestrados para olfatear rebajas y descuentos. De la Semana Santa pasamos a la semana infernal. El frío llegó de golpe y nos agarró deshojados y mustios. La lluvia dejó ver un oasis sin brotes verdes ni verdes. El clima fue un telonero magnifico para este festival de desaciertos. Mientras el dólar juega a la ronda, Dujovne tropieza más que la farolera. La volatilidad, dijo Macri, será un compañero leal a lo largo de un invierno que se anticipa rabioso y desabrigado. Como la realidad no les sonríe, los muchachos del Pro sueñan con un milagro. Aunque “los milagros existen, pero nunca suceden”, como dijo Miguel D´Ors. Insistimos: no nos preocupa lo que no sabemos sino lo que vamos sabiendo. Con menos certidumbres y más fantasías, este país sería maravilloso.

 

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