Vilma Gabriela Rosato
Edición Impresa | 6 de Abril de 2019 | 03:39

La inesperada y temprana partida de Vilma Gabriela Rosato, doctora en Ciencias Biológicas, generó una profunda tristeza en los diversos círculos que frecuentaba.
Hija menor de Mario Edgardo Rosato e Iris Vilma Di Doménico, desde niña mostró interés por la naturaleza, la música y la actualidad política, reflexiones que le valieron, en la intimidad más cercana, el apodo de Mafalda.
Se desenvolvía con fluidez en idiomas como inglés, alemán, francés e italiano y tenía nociones de japonés y portugués. Alumna del Mary O´Graham, a los 9 años declaró su intención de estudiar ecología. Obtuvo el título de “Licenciada en Biología, Orientación Ecología” de la Facultad de Ciencias Naturales de la Universidad Nacional de La Plata; de “Especialista en Ingeniería Ambiental” en la Universidad Tecnológica Nacional y, con la máxima calificación, el de Doctora en Ciencias Biológicas.
Ganó por concurso becas en Austria, Alemania y Japón, en esos lugares realizó estudios de “Perfeccionamiento en Liquenología”.
Como docente fue ayudante “ad honorem” en cursos de la Facultad de Ciencias Naturales y varios años después, ayudante de primera rentada, renunciando al ganar por concurso su dedicación exclusiva como “Profesora Adjunta de Tecnología de los Materiales” en la UTN. También fue profesora de postgrado en la Especialización en Ingeniería Ambiental y profesora del Doctorado en Ingeniería, ambas de la UTN.
Investigadora Adjunta del CONICET, desplegó su actividad en el LEMIT y en el Área “Biodeterioro de Materiales” del Centro de Investigación Vial”.
Al frente del “Laboratorio de Cultivos Biológicos” del LEMIT, participó del proyecto de intercambio entre el LEMIT y el Instituto de Física y Química de las Superficies de Padua, Italia.
Autora de numerosas publicaciones en revistas nacionales e internacionales, integró el comité evaluador de la revista de la Universidad Sohag, Egipto.
Apasionada por su trabajo, la música y los safaris fotográficos, transitaba con igual naturalidad por austeros pasillos académicos, que sobre las mullidas alfombras de un teatro lírico o senderos de rutas no convencionales.
Sencilla y generosa, compartió conocimiento con quienes se doctoraron bajo su tutela. Sus jóvenes colaboradores la despidieron prometiendo ser fieles a su legado y guiar con su ejemplo la entrada de sucesivas generaciones al mundo de la investigación y la enseñanza.
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