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Vivir Bien |ARQUITECTURA SOSTENIBLE

Nuevas formas de habitar la Ciudad

El gusto platense por la solidez de los ladrillos y el cemento empieza a debilitarse. Cada vez más, ganan terreno los sistemas no convencionales de construcción, más rápidos, ecológicos y, en algunos casos, hasta más económicos. Ventajas y desventajas de las casas hechas en seco, containers marítimos y con adobe o tierra

Nuevas formas de habitar la Ciudad

MARISOL AMBROSETTI / Fotos GONZALO CALVELO
Por MARISOL AMBROSETTI / Fotos GONZALO CALVELO

7 de Abril de 2019 | 07:23
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A la hora de construir un hogar, cada vez más platenses se atreven a dejar de lado la vieja dupla ladrillo-cemento, para dar paso a otras alternativas que, además de ser más amigables con el planeta, permiten ahorrar energía, tiempo o dinero. Todo junto no, eso no existe, dirán los arquitectos.

Construir en seco, en contenedores marítimos o con barro son tendencias que crecen en la Ciudad, sobre todo entre quienes buscan vivir en las afueras del superpoblado casco urbano, donde las nuevas familias crean viviendas que les permiten respirar más aire puro, pisar más césped que cemento y así, asegurarse los beneficios anti-estrés de un refugio más conectado con la naturaleza y amable con el medio ambiente.

Los valores de mercado indican que el metro cuadrado de una construcción a la vieja usanza, con ladrillos y cemento, cuesta hoy entre 30 y 35 mil pesos. Con el sistema en seco o “steel framing”, el costo aumenta alrededor de un 20 por ciento, pero los tiempos de construcción se reducen.

La ingeniera química platense, Marcela Laporta (56), optó por esta forma de construir hace un par de años, y lo hizo en un barrio cerrado de Villa Castells. Sus cuatro hijos, ya grandes, se habían ido de la casa familiar y ella quería algo más chico y práctico.

“Mi arquitecto, Esteban Jáuregui, me convenció de esta opción que él había visto en California hace 40 años”, dice Marcela. Acá, en cambio, la tradición conserva el apego a la solidez “para toda la vida” que ofrece el ladrillo y el revoque y recién en la última década hay mayor confianza en este sistema tan usual en Estados Unidos. Las paredes se estructuran sobre acero galvanizado, se elige un material de aislamiento -puede ser poliuretano, papel reciclado o lana de vidrio-, y se termina con paneles de yeso internos y externos, por los que pasan los cables y cañerías de las instalaciones de luz y gas.

Los prejuicios sobre este sistema de construcción son, básicamente, dos: el temor a que la construcción resulte poco duradera y a que no se consiga un buen aislamiento, tanto acústico como térmico. Marcela, que vive en su nueva casa steel framing desde el año pasado, lo desmiente: “Estoy a unas pocas cuadras de las vías del tren y prácticamente no lo escucho”. Incluso se acuerda de que en su antigua casa, de construcción convencional, “las paredes de mi habitación se calentaban de tal manera en verano que dormir la siesta era imposible sin aire acondicionado. En esta casa, con mi cuarto en la misma ubicación, eso nunca me pasa”.

Desarrollada en dos plantas sobre una superficie de 140 metros cuadrados, la casa de Marcela Laporta tiene dos dormitorios en suite, un recibidor, tres baños, lavadero, cochera y un gran ambiente que integra cocina, comedor y living “para los concurridos almuerzos familiares de los fines de semana”. En la búsqueda de reutilizar elementos y hacer una vivienda más ecológica, prefirió el aislamiento celulósico, que es, en definitiva, papel reciclado. En solo seis meses la obra estuvo terminada.

VIVIR EN UN CONTAINER. “Tenía una idea, un terreno, ganas y una gran necesidad”, dice Pablo Nuñez Buscañan cuando recuerda su vida de hace 8 años, justo cuando decidió transformar un contenedor en su casa. Recién separado y con un hijo echó mano a esa idea que alguna vez pergeñó en pareja y se hizo traer un high cube, el más grande de todos los containers marítimos, hasta su terreno de City Bell. “Me gustaba la idea de una construcción eficiente, más barata y que tenga en cuenta el reciclaje”.

Como estudió arquitectura y se dedica a la construcción en seco, él mismo se ocupó de acondicionar ese prisma metálico de 2,40 metros de ancho por 12 de largo. En total, abarca una superficie de 23 metros cuadrados. Eso sí, el metal del que está hecho es un puente térmico perfecto: “si no está bien aislado se puede transformar en una heladera en invierno y en un microondas en verano”. Por eso, entre la chapa y los paneles de yeso que recubren las paredes hay que colocar un material aislante, como lana de vidrio o telgopor de alta densidad.

“Como en el techo es donde tenés la mayor ganancia o pérdida de energía, le hice una cámara de aire, lo que propicia una mejor temperatura interior”, resume Pablo. Su casa descansa sobre durmientes de quebracho, enterrados a dos metros de profundidad que sobresalen unos 60 centímetros. Ahí, suspendido, Pablo vive cómodo mientras avanza en una segunda parte de la casa, construida con el sistema steel frame.

ADOBE Y TIERRA. En La Plata parece que no, pero que las hay las hay. Sobre todo en las afueras: Arana, Arturo Seguí, Sicardi y Abasto ya tienen varias de esas construcciones pintorescas, frescas y ondulantes con césped arriba del techo y paredes color tierra, porque es ésa, justamente, su materia prima. Las casas de adobe o barro forman parte de lo que se conoce como bioconstrucción, “un sistema que busca tener un bajo impacto ambiental y que optimiza el uso de la energía”, explica el bioconstructor Nego Dávila (42), que comenzó a curiosear en el tema a partir de un video, aprendió, se hizo su propia casa de adobe en Arana y ya participó en la construcción de otras seis vivienda de ese mismo material: el ladrillo de barro crudo, hecho de tierra colorada, arena, paja y agua.

Hay varias técnicas para construir con las manos en el barro pero el resultado, coinciden quienes las habitan, es siempre un ambiente muy agradable, con paredes que respiran y mantienen un bajo nivel de humedad, lo que resulta muy saludable, en especial para quienes sufren enfermedades respiratorias.

¿Demora más la construcción? Al ser casas más artesanales, donde hay que preparar todo de cero, es posible que tome más tiempo. En promedio, una vivienda familiar, suele demorar un año de trabajo con cuatro personas. Pero la mejor parte de la construcción en barro son las mingas, una suerte de fiesta comunitaria: “Se convoca a otra gente que está en esto y a los amigos de la familia y se hacen jornadas colectivas de trabajo”, cuenta Dávila. ¿Es más económica? Es relativo, dependerá de las terminaciones que se quieran, pero lo cierto es que al prescindir de materiales de corralón que hoy suben al ritmo de la inflación, y hacer uso del adobe, abundante y más accesible, es probable que algo se ahorre.

En cuanto a la temperatura, la línea de construcción natural apela al aprovechamiento de la energía solar pasiva, por eso es clave la orientación de la casa, que bien elegida, permite incluso prescindir de sistemas de refrigeración de alto consumo. “Le sumamos también, las construcción de las estufas Rocket de masa, que son de las más eficientes para calentar con leña y que gastan entre 4 y 6 veces menos que una salamandra”, explica Dávila. En los países nórdicos, donde existe una mayor tradición de este tipo de estufas, son una pieza funcional y también estética dentro de la casa. El techo vivo, con plantas o césped en lugar de chapas, proporciona una aislación acústica y térmica inigualable.

Martín Broide y su mujer, Julieta, ambos docentes de arte, querían naturaleza para vivir y criar a sus dos pequeñas hijas. Comenzaron a investigar y dieron con el arquitecto Ramiro Walti que hizo el proyecto y dirigió la obra, y con Nego, que fue el constructor junto con tres albañiles que aprendieron a levantar paredes con tierra sobre la marcha.

La casa de esta familia está ubicada en Abasto, lejos del ruido urbano. Son 80 metros cuadrados distribuidos en forma de L: living, cocina, dos habitaciones y galerías con vistas al campo ¿Cuáles son las ventajas de vivir ahí? Martín piensa, sonríe y habla de “la calidez y la belleza” y del particular vínculo que se crea con una casa de tierra “porque hay partes que pudimos moldear nosotros mismos”. Para ellos, con esta manera de construir, “lo natural se respira en cada ambiente, entonces no es una casa más, es una casa viva”.

 

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La casa “seca” de Marcela Laporta en Villa Castells

Tierra, paja, arena y agua: los materiales básicos que utilizó Nego Dávila para levantar esta vivienda en Arana

El interior del container de city bell donde vive Pablo Nuñez Buscañan

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