Buscan soluciones a la contaminación con plásticos

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La restricción de sorbetes en restaurantes, o la prohibición de entregar bolsas de polietileno en mercados, forman parte de una tendencia mundial que incluye a Argentina para buscar una solución a la contaminación del plástico, propuesta que debe contemplar un “camino de transición” para la industria y poner el foco en la educación ambiental, según aconsejaron ayer especialistas, que detallaron que cada minuto se compran un millón de botellas de plástico y se usan 500.000 millones al año, mientras que casi una tercera parte de todos los envases de plástico salen de los sistemas de alcantarillado y ocho millones de toneladas acaban en los océanos cada año, amenazando a la vida marina.

En esta línea la cuarta Asamblea de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente logró en marzo último un acuerdo global para “reducir el consumo de plásticos de un solo uso”.

En Argentina, ya comenzaron algunas regulaciones al respecto como en Ushuaia, que en febrero pasado se convirtió en la primera ciudad de la Patagonia que prohibió el uso de material plástico descartable en los locales de comidas, o en Mar del Plata, donde se decretó la prohibición del uso de plásticos, como sorbetes, vasos y cubiertos, en todo el sector costero con el objetivo de “proteger el medio ambiente”.

En este marco, la coordinadora del Proyecto Basura Marina de Fundación Vida Silvestre Argentina indicó que “la producción de plásticos aumentó desde los años 50 hasta ahora a un ritmo de 8 por ciento anual, llegando en 2015 a producir el peso de la población humana”, y agrego que “solamente 9 por ciento de todo el plástico que se produjo se recicló, 12 por ciento se incineró y el resto quedó en el ambiente”.

Por eso mencionó que al no procesar semejante cantidad de residuos plásticos, las medidas que están tomando los países “son disminuir la demanda, la producción y el consumo de plástico”, aunque destacó la importancia de una “buena gestión”.

En cuanto a la regulación de materiales descartables, sugirió que hay que “respetar una transición, en la que los comercios y las industrias puedan tener un tiempo para acomodarse a los nuevos productos que van a tener que diseñar o entregar”, aunque otros señalan que “la sustitución de un material por otro no aportará soluciones, porque esos serán los que luego aparecerán abandonados en las playas”.

 

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