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Aunque la Ley de Fertilidad allanó el camino a los tratamientos médicos, el deseo de tener un hijo constituye aun para muchas parejas un reto enorme desde el punto de vista físico, emocional y hasta social
Nicolás Maldonado
nmaldonado@eldia.com
Cuando hace cinco años comenzó a realizar un tratamiento de fertilización asistida con Jimena, su mujer, Marisol Caramés estaba convencida de que era cuestión de meses para estar cambiando pañales. Y aunque quizás su actitud en aquel momento fuera “un poco ingenua”, como reconoce hoy, nunca hubiera imaginado lo duro que iba a ser esa búsqueda en la que se halla aún. Como a muchas otras parejas con dificultades para lograr un embarazo, el deseo de tener un hijo se ha convertido para ellas en una aventura que pone a prueba día tras día su resistencia física, su economía y su corazón.
Aunque la Ley de Fertilidad ha allanado el acceso a los tratamientos, y el matrimonio igualitario barrió en los últimos años con muchos prejuicios a nivel social, la búsqueda de un embarazo que no llega (cualquiera sea el modelo de familia que aspire a formarse) continúa siendo un desafío mayor. Así lo reconocen tanto médicos como investigadores al señalar la importancia de contar con un fuerte apoyo del entorno y acompañamiento psicológico para que el deseo de tener hijos no termine arrasando con todo lo demás, incluido el amor.
“La especie humana es particularmente poco fértil. Incluso a la edad ideal y sin ninguna patología, sólo el 20% de las personas logra un embarazo por ciclo. Por eso cuando uno comienza con un tratamiento de fertilización asistida es importante tener en cuenta esto para no frustrarse si el primer intento sale mal, ya que es probable que se requieran varios intentos para lograr un embarazo y puede también que éste nunca se logre”, dice la especialista en Fertilidad Pía Zgrablich, quien no duda en plantear la cruda realidad de esta búsqueda aun cuando su trabajo ha permitido a cientos de parejas materializar el sueño de tener un bebé.
Pese a que el marco legal que rige desde 2014 en Argentina permite que una gran cantidad de personas acceda hoy a tratamientos antes reservados para unos pocos por su alto valor, lo cierto es que el económico nunca fue el único costo a afrontar. La búsqueda de un embarazo cuando se tienen dificultades para concebir “es un camino muy duro, lleno de incertidumbre y ansiedad, que pone a las parejas bajo mucho estrés, tanto que algunas terminan separándose en el proceso por las dificultades de lidiar con semejante presión”, cuenta Zgrablich, directora médica de la clínica Gestar.
“La búsqueda de un hijo que no llega ha sido equiparada psicológicamente a un duelo por la muerte de un ser querido: tal es el grado de dolor e incertidumbre que enfrentan muchas personas con problemas de fertilidad”, señala también la investigadora Luciana Mantero, autora de “El deseo más grande del mundo”, un libro donde cuenta su propia experiencia como madre, y también de “Bebé on demand”, un documental estrenado este mes por National Geographic que relata las historias de diversas personas con problemas para concebir.
“No todo el mundo desea tener hijos ni tenerlos es un requisito para la autorealización, pero cuando ese deseo llega se convierte en una pulsión muy fuerte que hasta no vivirla resulta casi una abstracción. Lo viví en mi caso y lo he visto en miles de personas que entrevisté durante los últimos años al investigar sobre el tema”, asegura Luciana Mantero, quien reconoce que ese deseo –que lleva en muchos casos a aceptar alternativas que antes no eran siquiera consideradas- puede ser también devastador.
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“Empezamos con los tratamientos como una pareja de mujeres que recurríamos a la fertilización porque, por lógica, no podíamos lograr un embarazo de forma natural. Pero en el camino nos fuimos encontrando con problemas de fertilidad que nos han llevado considerar opciones que al principio no teníamos en cuenta, como la posibilidad de recurrir no sólo semen de banco sino también una ovodonación”, cuenta Marisol, quien junto a su esposa están actualmente embarcadas en un sexto intento para convertirse en mamás. En el medio perdieron tres embarazos, el último de ellos a principios de este año.
“La última vez teníamos la esperanza de que finalmente había prendido. Cuando Jimena arrancó con las pérdidas fue muy doloroso para nosotras. No recuerdo haber vivido una angustia así de grande en mi vida”, dice Marisol, quien lleva siete años casada y asegura que si bien en su caso la frustración de perder el embarazo no afectó la relación de pareja “es algo que suele pasar”.
“La carga de frustración que a veces hay que aguantar para seguir adelante es muy grande; tanto que muchas parejas terminan rompiendo durante el proceso por las dificultades para transmitirse lo que sienten, pero también por la pérdida de intimidad. Resulta muy difícil sostener el erotismo cuando se está haciendo un tratamiento de fertilidad en el que un médico te dice qué día del mes y hasta a qué hora hay que hacer el amor”, comenta Mantero, quien menciona además “el factor social”.
Y es que “aun con todos los avances que han tenido lugar en nuestra sociedad durante los últimos años, la infertilidad sigue siendo un tema tabú que a muchas personas les da vergüenza hablar”, sostiene la investigadora, para quien el problema está en que “se la sigue viendo como una falta de femineidad o virilidad”.
Aunque reconoce que pasó por “varios bajones, sobre todo al principio, Celeste Ezeiza cuenta que en su caso el mayor obstáculo que debió enfrentar para convertirse en madre fue más físico que emocional. Casada con Juan Pablo, que está en silla de ruedas desde 1998 a causa de un accidente, el deseo de tener un hijo estuvo desde el comienzo de su pareja condicionado por esa situación. “Cuando recién nos conocimos Juan no quería tener hijos porque creía que iba a ser muy difícil para él, pero yo sí quería y finalmente lo convencí para intentarlo”, cuenta su mujer.
“Muchas parejas terminan rompiendo en la búsqueda por no poder lidiar con la frustración”
Desde que comenzaron a buscar un embarazo con ayuda médica en 2015, Celeste y Juan Pablo realizaron cuatro intentos de fertilización in vitro hasta lograrlo, lo que en su caso significó que él tuviera que someterse en dos ocasiones una operación. Esas biopsias para extraerle espermatozoides en forma quirúrgica, y las tres inyecciones por día que tuvo que aplicarse ella durante la etapa de estimulación fueron, asegura, lo más difícil de sobrellevar, junto con algunas trabas burocráticas que se encontraron en el camino pese a la Ley de Fertilidad.
Para muchas parejas que recurren a tratamientos de fertilización asistida, los obstáculos administrativos para acceder a ellos “no son un tema menor”, reconoce Mantero. Porque “lo cierto es que si bien Argentina tiene una de las leyes de fertilidad más progresistas del mundo, y algo inédito para un país empobrecido, en la práctica queda todavía un largo camino por recorrer”, asegura.
“Muchas personas que no tienen obra social enfrentan todavía grandes dificultades para hacer a los tratamientos porque la demanda es mayor a la capacidad de respuesta que ofrece el sistema de salud. Es así que las esperas son largas, algo que conspira contra la posibilidad de un embarazo, en particular cuando se tiene ya cierta edad”, cuenta la investigadora, quien reconoce que el problema no se circunscribe al Estado: “algunas obras sociales y prepagas también ponen fuertes trabas escudándose en la interpretación de la ley”.
“Después de que fallara el tercer intento de embarazo, mi obra social no me quería cubrir más. Pero yo sabía que había precedentes que habían avalado hasta cuatro tratamientos de alta complejidad e insistí planteándoles que iba interponer un recurso legal”, cuenta Celeste, quien gracias a esa insistencia logró que le autorizaran un nuevo tratamiento gracias al cual en abril del año pasado se convirtió en mamá.
Frente a tantos obstáculos y en momento en que la medina ofrece múltiples alternativas a las personas con dificultades para concebir, “es muy difícil establecer el límite de hasta dónde llegar para satisfacer el deseo de tener un hijo, porque eso depende de cada quien”, reconoce Mantero. Pero “cualquiera sea el caso –agrega-, nunca debería perderse de vista el bienestar de la persona por nacer. Cuando uno está empujando los límites no debería dejar de indagar en sí mismo cuánto hay de egoísmo en ese deseo y cuánto hay de amor, porque eso permite establecer límites y reconocer que sin hijos también existe la felicidad”.
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Celeste y Juan Pablo (padres de Juance).- “ Desde que comenzaron a buscar un embarazo con ayuda médica en 2015, Celeste y Juan Pablo, que se encuentra en silla de ruedas debido a una cuadriplejia, realizaron cuatro intentos de fertilización in vitro hasta lograrlo, lo que en su caso significó que él tuviera que someterse en dos ocasiones una operación. Esas biopsias para extraerle espermatozoides en forma quirúrgica, y las tres inyecciones por día que tuvo que aplicarse ella durante la etapa de estimulación fueron, asegura, lo más difícil de sobrellevar, junto con algunas trabas burocráticas que se encontraron en el camino pese a la Ley de Fertilidad
Luciana Mantero ( autora del libro “El deseo más grande del mundo”).- “No todo el mundo desea tener hijos ni tenerlos es un requisito para la auto realización, pero cuando ese deseo llega se convierte en una pulsión muy fuerte que antes no es posible siquiera imaginar. Ese deseo, que te lleva en muchos casos a lugares insospechados, a aceptar opciones que anteriormente no hubieras siquiera considerado, puede ser también devastador. Es muy difícil establecer el límite de hasta dónde llegar para satisfacerlo, pero en todo caso nunca debería perderse de vista el bienestar de esa persona por nacer”
Pía Zgrablich (médica especialista en Fertilidad).- “Aun con la Ley de Fertilización, que allanó en gran medida el obstáculo económico, la búsqueda de un embarazo con un tratamiento es un camino muy duro, lleno de incertidumbre y ansiedad, que pone a las parejas bajo mucho estrés, al punto de algunas terminan separándose en el proceso. Por eso es tan importante contar con apoyo del entorno cercano, recibir contención psicológica y que los médicos seamos capaces de ver las problemáticas que atraviesan los pacientes como un todo que va más allá de su diagnóstico.”
Jimena y Marisol (matrimonio en busca de un bebé ).- “Empezamos con los tratamientos como una pareja de mujeres que recurríamos a la fertilización porque, por lógica, no podíamos lograr un embarazo de forma natural. Pero en el camino nos fuimos encontrando con problemas de fertilidad”, cuenta Marisol, quien junto a su esposa, Jimena, están actualmente embarcadas en un sexto intento para convertirse en mamás. En el medio perdieron tres embarazos, el último de ellos a principios de este año. “Teníamos la esperanza de que finalmente había prendido. Cuando Jimena arrancó con las pérdidas fue muy doloroso. No recuerdo haber vivido una angustia así de grande en mi vida”, reconoce Marisol
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