Prefacio de la Misa
Edición Impresa | 5 de Mayo de 2019 | 08:43

Por DR. JOSE LUIS KAUFMANN (*)
Queridos hermanos y hermanas.
La introducción a la Gran Plegaria Eucarística es denominada como Prefacio (pre = antes; fatio = decir/hablar/celebrar), lo que viene antes de lo más importante. Tiene tres partes: el protocolo inicial, el cuerpo y el protocolo final.
Dicho de otro modo, el Prefacio es una “plataforma de despegue” al Misterio Eucarístico. Es un canto exultante de acción de gracias, es el comienzo de la Plegaria Eucarística. Y, ¿por qué de gratitud? La causa es evidente: el modelo orante de Jesús. En efecto, los evangelistas han conservado las dos oraciones más explícitas del Maestro y Mesías durante su ministerio y cada una de ellas comienza precisamente con la acción de gracias. En la primera, Jesús confiesa al Padre, le da gracias y lo bendice porque ha ocultado los misterios del Reino a los que se creen sabios y los ha revelado a los pequeños (cf. Mt. 11, 25-27). La otra, en el pasaje de la resurrección de Lázaro, donde la acción de gracias precede al acontecimiento: “Padre, te doy gracias por haberme escuchado” (Jn 11, 41).
Así, el Prefacio es un poema, un canto lleno de alegría y reconocimiento, el himno de las criaturas que reconocen su Salvación. Es una acción de gracias particularmente solemne con un texto de gran envergadura estilística y la melodía que lo acompaña contribuye a la sonoridad que colma de majestad su conjunto.
El Prefacio es un poema, un canto lleno de alegría y reconocimiento, el himno de las criaturas que reconocen su Salvación. Es una acción de gracias particularmente solemne
En cada uno de muchos Prefacios, que se usan según sea aquello que se celebra cada día, se encuadran en el marco solemne de una acción de gracias que la Asamblea eclesial dirige a Dios-Padre. La razón de la gratitud surge de un extasiarse ante la contemplación de Jesús que, mediante el misterio de su Encarnación y de su anonadamiento, ha derramado sobre sus hermanos, los seres humanos, las insondables riquezas de la Salvación. Es una oración magnífica, cristológica, teologal. La riqueza doctrinal y espiritual de los Prefacios es muy notable.
El Prefacio se corona con el ‘Santo…’. El texto del ‘Santo’ está tomado fundamentalmente del trisagio del profeta Isaías (6, 3), cuando describe la manifestación de Dios en el templo y los serafines entonan el ‘Santo…’. En la Liturgia, el final del Prefacio, además del ‘Santo’ incluye el ‘Bendito el que viene en Nombre del Señor’, que también tiene raíz bíblica, y es una fórmula aclaratoria. El ‘Santo’ celebra la gloria eterna de Dios, mientras el ‘Bendito…’ se refiere a la llegada de Dios encarnado en medio de nosotros.
Así, la Plegaria Eucarística ha comenzado con una solemne acción de gracias a Dios-Padre, que es el Prefacio, y se prolonga en una adoración que encuentra en el ‘Santo…’ su ápice. Pero, mientras que el Prefacio es proclamado por el sacerdote que preside, en el ‘Santo…’ participa toda la Asamblea, por lo que el Prefacio motiva a la adoración de todos los fieles.
Además, en el Apocalipsis se revela que el ‘Santo…’ resuena perpetuamente en la Gloria de Dios. Pero ahora resuena también en nuestra Asamblea litúrgica al comienzo de la Plegaria Eucarística. Por lo cual se da un intercambio continuo: de una parte los Ángeles participan en nuestra Liturgia terrenal y, por otra, la Iglesia peregrina se une con la celestial. El trisagio de Ángeles y Santos le da profundidad y trascendencia a la alabanza y adoración de la Asamblea de los hijos de Dios unidos en su Iglesia.
La Liturgia de la Iglesia es como una insinuación de nuestra vida en la Eternidad. De hecho los cristianos orientales describen la Liturgia como “el Cielo en la tierra”. ¿Cómo vivimos nuestra participación en la Misa?
(*) Monseñor
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